Venezuela: escasez de artículos básicos

Mantequilla, harinas de maíz y trigo, leche, arroz, pasta, aceite, margarina, pescado enlatado, dentífrico o papel higiénico son artículos cuya escasez en Venezuela ha llevado a cambios en la dieta, ventas bajo racionamiento y largas colas de amargados consumidores entre anaqueles semivacíos, informa Humberto Márquez (IPS) desde Caracas.

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«Si usted anda en carro (automóvil) puede ir a cinco o seis supermercados y conseguir algo, pero yo no y tengo que martirizarme con estas colas», dijo a IPS Sofía Navas, una mujer que cocina para sus cinco nietos, a la salida de una tienda en la que compró los cuatro kilogramos de harina de maíz permitidos, en San José, un sector popular del norte de Caracas.

La harina de maíz es la base de la arepa, el pan nacional. La de trigo, importada, simplemente desapareció, para desazón de gente como Carmen Vargas, en la cercana población de San Antonio, que mantiene su hogar elaborando pasteles y postres: «Me defiendo con paquetes de harina que me prestan las vecinas», según dijo a IPS.

Recorrer varios mercados para conseguir lo esencial es posible en las ciudades, una suerte de la que no se dispone en los pequeños poblados.

Los venezolanos «tenían desde 2007 problemas de desabastecimiento, no conseguían la marca o presentación buscada, pero desde el año pasado perdieron la capacidad de elegir y ante la grave crisis de escasez llevan lo que consiguen», dijo a IPS el economista Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, una firma encuestadora y de estudios de mercado.

En Barquisimeto, ciudad agroindustrial del centro-oeste, la gente hace colas de cientos de metros para comprar harina. Hay informes de que en Maracaibo, capital petrolera del occidente, la llegada del pollo a los supermercados origina auténticas turbamultas. Otro tanto se reporta en la ciudad llanera de Guanare, con el papel higiénico.

Los obispos católicos hicieron saber a finales de mayo que escaseaba el vino de consagrar en sus liturgias.

¿Qué es lo que ha pasado?

«El problema se origina por la ausencia de divisas para importar productos, materia prima y otros bienes, y por los precios controlados durante años con elevada inflación», de más de 20 por ciento anual y de más de 30 por ciento en los alimentos, dijo León.

Las empresas «han reducido su oferta al no disponer de capacidad productiva ni posibilidad de que sus precios sean compensados ante la inflación», sostuvo el experto.

Pero el economista Jesús Faría, diputado del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), sostuvo que «dentro de la estrategia desestabilizadora de la derecha, dirigida y alentada desde el gobierno de Estados Unidos, la guerra económica asume un papel muy especial».

«A la luz de una correlación de fuerzas que no le favorece en lo inmediato, la contrarrevolución (sectores contrarios al proceso que lideró el presidente Hugo Chávez hasta su muerte y que hoy encabeza el mandatario Nicolás Maduro) apuesta ahora por el desgaste de mediano plazo», sostuvo Faría.

Otro diputado oficialista, Alfredo Ureña, estimó que «Venezuela no tiene un problema de escasez sino de acaparamiento, y no lo tiene de inflación, sino de especulación».

Ureña recalcó que «la oposición juega con los alimentos de los venezolanos, pero hay respuestas del Estado. Por eso hubo la reunión con Polar», el grupo empresarial privado que lidera la producción de alimentos industriales y cerveza.

Maduro se reunió en mayo con los directivos de Polar y acordaron facilitar el flujo de divisas, objeto de control del Estado desde hace 10 años, para que la gran agroindustria pueda producir al máximo de su capacidad.

En Venezuela rigen además controles de precios y tarifas. El Ministerio de Alimentación y el gigante estatal petrolero PDVSA importan y distribuyen, a precios subsidiados, alimentos por valor de cientos de millones de dólares.

En sus visitas de mayo a Argentina, Bolivia, Brasil y Uruguay, Maduro pactó asimismo nuevas compras de alimentos para paliar el desabastecimiento.

Portavoces del Estado sostienen que Venezuela importa entre 30 y 50 por ciento de los alimentos que consume. Gremios de empresarios dan cifras cercanas a 70 por ciento. El ministro de Economía, Nelson Merentes, ha destacado que «la población ahora tiene más ingresos y con su consumo se incrementa la demanda».

Según el economista Ángel Alayón, a partir de 2008, tras expropiar o recuperar centenares de predios agrícolas, el Estado expropió una docena de empresas agroindustriales y de provisión de insumos al agro: «En todas la producción ha caído significativamente, sin que las privadas restantes puedan abastecer el mercado», argumentó.

A la falta de alimentos se ha ido sumando la de otros bienes como repuestos para maquinaria y vehículos, materiales para empaques de papel, metal y plástico, medicinas e insumos de la industria farmacéutica y química y, de manera notoria en las últimas semanas, materiales para productos de higiene y limpieza.

La Asamblea Nacional legislativa, de mayoría oficialista, aprobó en mayo un crédito adicional de 79 millones de dólares para que el gobierno importara con urgencia millones de unidades de papel higiénico, toallas sanitarias, pañales desechables, jabones de tocador y pasta dentífrica.

A juicio de León, «debe resolverse el tema de Cadivi –la oficina gubernamental que administra el control de cambios– y facilitar la importación de insumos para elaborar los bienes de primera necesidad, reducir la gran cantidad de restricciones al aparato productivo privado y en cambio presentar más estímulos a la producción interna».

Analistas políticos como Fausto Masó sostienen que Maduro deberá abrirse cada vez más a entendimientos con el sector privado para batallar contra la escasez, pues gremios empresariales advierten que ese problema crecerá si no se adoptan correctivos de urgencia.

En mayo, las autoridades se reunieron con representantes de empresas de los sectores automotor, de la salud y farmacéutico, abriendo una ronda de diálogos para conocer la necesidad de divisas y de insumos de las áreas productivas.

El ministro de Comercio, Alejandro Fleming, quien condujo esas reuniones, sostuvo que se debe hacer frente a sectores «parasitarios» que han constituido «empresas de maletín» que «distorsionan la economía». Esas empresas «chupan dólares», restando al sector productivo la oportunidad de captar divisas, añadió.

Según cifras oficiales, admitidas por gremios empresariales, las importaciones de bienes llegaron a 58.000 millones de dólares en 2012, de las cuales entre 18.000 y 28.000 millones fueron falsas, con compras sobrefacturadas.

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