¿Eugenesia o puro racismo?

Roberto Cataldi[1]

La eugenesia goza del descrédito que le alcanza al suicidio, la eutanasia o el aborto. Prácticas con una larga historia que arranca en la antigüedad y llegan remozadas a nosotros por medio de la ciencia.

Como ser, en Esparta se abandonaba a los recién nacidos y solo sobrevivían los más fuertes. Platón opinaba que la reproducción humana debía ser controlada por el Estado. Clásicamente la eugenesia era negativa y coercitiva, ya que limitaba los derechos reproductivos en beneficio de la salud genética de las generaciones futuras, a diferencia de la que se persigue con fines terapéuticos. El tratamiento preventivo de las enfermedades hereditarias hoy es el principal objetivo. La discusión bioética incluye el diagnóstico preimplantatorio y prenatal, las intervenciones en la línea germinal, la ingeniería genética de mejora, entre otras prácticas dilemáticas.

Es probable que la idea de mejorar la raza humana haya estado siempre presente. Pero lo cierto es que existe una delgada línea roja que separa la eugenesia legítima del sentimiento exacerbado racial como ideología llevada a la práctica.

En la Argentina, la intención de eliminar a los indígenas y el control de los inmigrantes fueron dos hechos enmascarados por el relato oficial. El combate de la población indígena no sólo se hizo con fines de seguridad, era necesario arrebatarles las tierras. La Ley de Enfiteusis y la Campaña del Desierto permitieron los más grandes negocios de tierra que se tenga memoria, así nacieron las grandes fortunas. Una corrupción documentada, que salpica a políticos como Rivadavia y Roca, entre otros, pero también a los terratenientes que se hicieron de las tierras fiscales y conformaron la oligarquía. Sarmiento y Alberdi querían poblar el país con inmigrantes europeos pero les inquietaba la calidad de la población que llegaría y, las élites locales se sentían amenazadas.

El golpe de Estado que derrocó al gobierno de Hipólito Irigoyen en 1930, fue la primera ruptura del orden constitucional, estableciendo una dictadura militar cuyo gobierno provisional recibió con prontitud el reconocimiento de los Estados Unidos e Inglaterra. El golpe liderado por el general Félix Uriburu, secundado por civiles opositores del conservadurismo y un reducido grupo de oficiales entre los que se encontraba el capitán Perón, fortificó las relaciones que ya existían entre los eugenistas argentinos y el fascismo italiano, al punto de convertirse en una sólida alianza.

El italiano Nicolás Pende hablaba de “biología política” y pensaba que había que clasificar a toda la población para detectar aquellos individuos que por su condición no debían procrear, él veía necesaria esa prohibición para proteger a la raza de las distintas taras y, justo en ese año viajó a la Argentina invitado por Mariano Castex, partidario de esas ideas. Pero también en ese mismo año el presidente de facto Uriburu, envío en misión oficial a Italia a los médicos Arturo Rossi y Octavio López para estudiar las políticas eugénicas que se aplicaban en la Italia de Mussolini. Un par de años después se fundó la “Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social”, sostenida económicamente por el Estado argentino hasta que pasó a formar parte del mismo.

La eugenesia y el darwinismo social coincidieron en una particular visión, donde los valores eran invertidos y se echaba mano de cierta ética utilitarista para legitimar sus intenciones, así surgieron leyes electorales, registros de inmigrantes, mendigos, vagabundos y prostitutas. El croata Juan Vucetich, empleado de la policía bonaerense, no sólo creó la dactiloscopia, pues, fue socio fundador del Museo Social Argentino, institución que se convirtió en un centro eugenista que procuraba determinar qué características debían poseer los “extranjeros deseables”. Entonces estaba de moda la biotipología. En efecto, las características del cuerpo humano así como las del espíritu se consideraban fundamentales.

En esos años era frecuente el calificativo de “judío conspirador”, a la vez que se procuraba diferenciar a los negros de los mulatos, los mestizos y los criollos. La raza amarilla también era motivo de preocupación por considerarse una amenaza para la superioridad de la raza blanca. Muchos intelectuales fueron atrapados por las teorías de Darwin, asimismo por las ideas de Cesare Lombroso, quien profundizó sus estudios en la psiquiatría criminal.

La visita de los científicos Guglielmo Ferrero y Gina Lombroso (hija de Cesare) en 1907 a Latinoamérica y, a la Penitenciaria Nacional de Buenos Aires, dio pie a una interesante bibliografía sobre la implementación que aquí tuvieron las teorías deterministas del padre de la criminología. Lombroso era judío, socialista y ferviente positivista, que decía profesar “la religión de los hechos”, y terminó enfrentado con la Iglesia Católica que sostiene el libre albedrío: el hombre es libre de elegir entre el bien y el mal. El adjetivo “lambrosiano” hoy significa querer identificar a un delincuente por su cara… Siendo joven frecuenté los libros de José María Ramos Mejía y su discípulo José Ingenieros, dos talentosos médicos psiquiatras que cultivaron el ensayo social y que desarrollaron parte de su tarea en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ramos Mejía provenía de una familia acomodada con gran influencia social y política. Ingenieros, en cambio, era un inmigrante italiano, para algunos el primer intelectual moderno de la Argentina.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, distintos experimentos y estamentos eugenistas fueron desactivados en muchos países, pero eso no ocurrió en la Argentina, ya que se habrían mantenido durante los dos gobiernos de Perón. Educación e Inmigración estaba en manos del escritor antisemita Gustavo Martínez Zubiría, reemplazado por Oscar Ivanisevich, y a éste lo sucedió Santiago Peralta, quien era partidario de impedir la entrada de judíos al país. Carlos Bernardo de Quirós fundó la “Facultad de Eugenesia Integral y Humanismo” en el Museo Social Argentino, única en el mundo. Quirós sostuvo que tanto Francia como Inglaterra eran focos disgenésicos, criticaba el uso de la minifalda y trató de ridículos a Los Beatles. Otros eugenistas de nota fueron Ramón Carrillo y Eugenio Galli, ambos con gran prestigio profesional.

Durante el tercer gobierno de Perón, Ivanisevich retornó al Ministerio de Educación, lo recuerdo con nitidez porque entonces yo era un recién egresado de las aulas universitarias y, era vox populi su intención de combatir a la izquierda, por eso este cirujano de origen croata persiguió a los melenudos, los que usaban barba y tenían bigotes prominentes. Ya en 1976, con los militares afincados en el poder, sus ideas tuvieron una fuerte aceptación.

Antonio-Vallejo-Nájera ¿Eugenesia o puro racismo?
Antonio Vallejo-Nájera

En España, Juan Antonio Vallejo-Nájera, primer catedrático de psiquiatría que tuvo la universidad, y de quien leí en mi juventud su obra más difundida: Locos egregios, fue un eugenista con ideas peculiares, pues consideraba al comunismo una “enfermedad no hereditaria”, prevenible apartando a tiempo los hijos de sus padres. No sé si los militares del Proceso Argentino llegaron a leerlo, pero no hay duda que cumplieron con esa teoría secuestrando hijos de subversivos y entregándolos a familias “bien constituidas”. Para él los comunistas revelaban inferioridad mental y calificaba a los que militaban en las filas del marxismo de “psicópatas antisociales”.

El egregio catedrático, cuya fama pude comprobar en mis años de Madrid, creía que la perversidad de los regímenes democráticos favorecía el resentimiento, promocionando a los fracasados sociales con políticas públicas, a diferencia de los regímenes aristocráticos donde sólo triunfan los mejores. En cuanto a la mujer, llegó a decir que a ésta se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas (…). Por lo que he leído tenía un hervidero de ideas, pensaba que para mejorar la raza era necesario militarizar la escuela, la universidad, el taller, el café, el teatro, todos los ámbitos sociales. El problema racial de la península obedecía a que había demasiados Sanchos y pocos Quijotes, y manifestaba que la purificación de la raza exigía que resurgiese la Santa Inquisición, con la noble misión de perseguir a los que corrompían la “raza española”, en buen romance: los antipatrias, los anticatólicos, los antimilitares. Eran años de la España de Franco.

En Inglaterra Winston Churchill fue uno de los principales eugenistas, ya en 1910 siendo Ministro del Interior propuso esterilizar a 100 000 “degenerados mentales” y enviar a otros miles a campos de concentración. Los “débiles mentales” constituían un peligro social. Asimismo fue el inspirador ideológico de la “higiene racial”, llevada a la práctica con sumo esmero por Adolf Hitler y sus acólitos. Su relación con Mussolini es histórica, le profesaba admiración al italiano y solo admitió que se había convertido en un criminal cuando atacó a Inglaterra.

A Hitler, en su momento también le dispensó no pocos elogios. Churchill habría sido el primero que utilizó las armas químicas contra los kurdos iraquíes, decidió la invasión de Gallípoli a través del estrecho de Dardanelos que terminó siendo una carnicería, fue indiferente ante la hambruna que costó la vida de millones de indios bengalíes y, también fue responsable de los “bombardeos de terror” a la población civil alemana. La historia escatima todos estos hechos y, nada impidió que en 1953 le concedieran el Premio Nobel de Literatura y que fuera nombrado ciudadano honorario de los Estados Unidos. Recuerdo que mi padre admiraba a Churchill, lo elogiaba como escritor y estadista, y le gustaba leer los cinco tomos de sus Memorias de la Segunda Guerra Mundial, aunque no dudo que ignoraba estas acciones.

Jean Marie Le Pen, patriota de la extrema derecha y reconocido antisemita, dice que la mayoría de los inmigrantes que llegan a Francia son musulmanes, pertenecen a una religión con vocación de conquista y la solución sería el Ébola, un virus que puede generar una catástrofe (…). Los políticos oportunistas y cínicos como Le Pen, Trump, Orbán, entre otros, fomentan el odio racial, lo que les permite cosechar no pocos votos.

En fin, en este juego de la memoria y el olvido, es imprescindible hurgar en el pasado. Soy consciente que esto puede genera fastidio en aquellos que contra el viento y la marea defienden el status quo, es natural, al fin y al cabo defienden sus intereses. Spinoza decía que para no repetir el pasado había que estudiarlo, y Shakespeare añadía que el pasado es un prólogo…

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)
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