Un estudio de la Universidad de Vic y la Universidad Central de Catalunya, publicado en la revista Plos One, afirma que el 14 % de los europeos mayores de 65 años padece una discapacidad.
Los datos corresponden al estudio de diecisiete países europeos en donde se han podido contrastar los perfiles de cerca de 34.000 personas con el fin de detectar las diferencias que existen entre unas regiones y otras de Europa (área nórdica, central, este y sur).
Entre los países con menor tasa de discapacidad entre ancianos, prevalecen los nórdicos, Dinamarca y Suecia, con tan solo un 9.4 % de personas con discapacidad frente a los ciudadanos del este cuya prevalencia es del 16.6 %, seguidos de los del área central, 13,6 % y del sur, 13,1 %.
Es significativo señalar que España se encuentre junto con Polonia, Bélgica, Portugal, Estonia y la República Checa entre los países con mayor porcentaje de pacientes con discapacidad sobrevenida, entre los 65 y los 75 años siendo las mujeres las más afectadas por enfermedades que cursan con discapacidad. Personas físicamente inactivas, con problemas psicológicos o cognitivos, con un nivel educativo más bajo, procuran este tipo de patologías en cuanto a sus limitaciones funcionales se refiere.
El caso español
El caso español es drástico dentro de los países europeos porque la tasa de envejecimiento es muy superior al de los países nórdicos y la esperanza de vida, también. En veinte años España será el país con menor esperanza de vida del planeta ya que el 40 % de la población tendrá más de 65 años y por tanto, habrá muchas personas más con discapacidad, situación que hoy no contemplan.
Muchas de los individuos que llegan a padecer una discapacidad han tenido en los años anteriores situaciones invalidantes referidas a patologías tales como la fibromialgia, las enfermedades reumáticas, cáncer y otras patologías que les ha mantenido con una calidad de vida mermada. Al llegar a la jubilación se encuentran con una posición distinta que les invita a caer en depresión, a moverse menos o a tener pocas o ninguna expectativa de vida.
Entre los cambios que pueden alterar la salud, está el haber fumado treinta años atrás y haber bebido todos los días durante al menos 25 años. Al jubilarse, la persona comienza a tener el desgaste producido por estos hábitos y comienza a tener enfermedades crónicas que debutan en la sexta década de la vida, tales como las patologías coronarias, pulmonares y otras que tienen que ver con el sistema inmunológico.
Vivir con una discapacidad es un cambio poco atractivo en esa edad y la adaptación es mucho más compleja que si sucede en los primeros años de vida. Tanto la flexibilidad como la adecuación de lo que queda conforme a lo que está por venir, hace que los sujetos se reinventen con la discapacidad y esta no sea invalidante.
La idea siempre es la misma y supone sensibilizar a las personas mayores sobre la importancia de la actividad mental y física para sostener el envejecimiento de forma activa y que la repercusión de una posible discapacidad por sus enfermedades no sea la causa de dejarles postrados en una cama. Una mayor concienciación en las décadas anteriores acerca de la salud, la dieta y el ejercicio harán sin duda, disponer de los beneficios de haber vivido bien y de mantenerse en forma en la vejez.