Durante los años cincuenta del siglo veinte Almería fue territorio de encuentro de algunas experiencias artísticas de vanguardia, ente ellas la fotografía. Un grupo de jóvenes fotógrafos fundaron la revista «Afal» (1956-1963) para divulgar una obra que tenía escasa presencia en la prensa de entonces.
Eran una suma de individualidades que coincidían en la voluntad de renovar la fotografía española, testimoniar la realidad de aquellos años y aportar una nueva visión del país desde la fotografía social.
Sus planteamientos heterogéneos se enfrentaban al pictorialismo español de la época y a la fotografía propagandística del franquismo. Fue una excepcional aportación a la historia de nuestra fotografía documentalista desde un neorrealismo mezclado con las influencias de Cartier-Bresson, Robert Frank y Wiliam Klein.
El subdesarrollo en todas sus expresiones, el éxodo campo-ciudad, la educación religiosa durante el nacionalcatolicismo, la llegada de las primeras oleadas de turistas… fueron algunos de los temas captados por los fotógrafos de Afal. Era la imagen de una España doliente que la dictadura quería ocultar.
En aquel grupo de jóvenes vanguardistas estaba Carlos Pérez Siquier, quien acaba de morir en su tierra a los noventa años.
Con motivo de una exposición del grupo Afal en el CAAC de Sevilla en 2006, Pérez Siquier definía a este grupo (en el que estaban Schommer, Pomés, Maspons, Cualladó, Massats) como Los Rolling Stones de la fotografía.
Del neorrealismo al pop art
Pérez Siquier comenzó con la fotografía en el taller de carpintería de su padre, en la buhardilla de la calle del Minero. Antes de dedicarse profesionalmente a la fotografía fue administrativo en un banco y en sus días libres hacía fotos para Turespaña.
Una de sus primeras aportaciones a la historia de la fotografía española fue como seleccionador de los cinco «Anuarios de la Fotografía» que la editorial Everest publicó durante los años setenta.
La serie con la que consiguió atraer todas las miradas fue la dedicada en 1956 al deprimido barrio almeriense de la Chanca, donde el fotógrafo vivió hasta los veintiséis años. Fue antes de que Juan Goytisolo dedicara uno de sus primeros libros al barrio.
Las fotos de La Chanca se expusieron en París, pues en España era muy difícil que la censura aprobara mostrar unas fotografías en las que se daba una visión muy real de la España deprimida.
Con el tiempo la serie se convirtió en un referente de la fotografía social española, aunque tardó veinte años en publicarse en forma de libro. Como anécdota, Pérez Siquier se reencontró en 2020 con la «Niña blanca» de once años que el fotógrafo captó en el umbral de la puerta de su casa en 1957.
Aunque sus primeros trabajos los hizo en blanco y negro, ya en los años sesenta comenzó a experimentar con el color, realizando una obra entre el documentalismo y el arte pop que tiene una de sus manifestaciones más expresiva en la serie «La playa», en la que introduce una visión irónica y satírica sobre el naciente fenómeno del turismo. Un libro con las fotografías originales y otras inéditas se publicó en 2019.
En 1962 repitió en color la serie dedicada a La Chanca. A través del color el fotógrafo manifestaba su respuesta al tiempo presente, al momento histórico que le había tocado vivir y a la geografía en la que había nacido. De ahí los saltos estilísticos de su trayectoria y la búsqueda de una estética personal.
Una de sus series más originales es «Los trabajos encontrados», productos de la creatividad popular. Otros de sus libros a destacar, «Trampas para incautos», «La Briseña, «Mi sombra y yo»
Pérez Siquier fue galardonado en 2003 con el Premio Nacional de Fotografía. Algunas de sus obras forman parte de las colecciones permanentes de museos como el Reina Sofía de Madrid, y en 2017 se inauguró en Olula del Río (Almería) un museo que acoge su legado fotográfico y sus documentos, carteles, catálogos, libros y diapositivas. También sus cámaras.