Guatemala: el pasado en el presente

Ileana Alamilla[1]

El Informe Nacional de Desarrollo Humano 2015-2016 sobre Guatemala tiene un enfoque muy optimista, tiende a centrar la mirada en la lucha por el bienestar, en lugar de seguir insistiendo solo en temas de conflictividad, lo cual tiene un sentido positivo y, si tuviéramos líderes con conciencia, sería una buena guía para el diseño de lo que debería hacerse.

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Al echar una ojeada a los datos duros y puros y a los mensajes del estudio, lo que vemos en el pasado y en el presente es lo mismo. Y, lo que es peor, vislumbrando el futuro como una continuidad de la desigualdad y la inequidad en la que por siglos hemos vivido, si no hay quién asuma los costos de tomar las decisiones drásticas que implicarían revertir esa situación.

Una vez más se ratifica lo que varios estudios han revelado: la pobreza en el país se ha incrementado, la clase media se ha reducido y unos cuantos siguen enriqueciéndose. La pobreza, que dice el informe es multidimensional, es decir que puede analizarse desde la perspectiva de la alimentación, el acceso al agua, a la salud y la educación, el hacinamiento y el acceso al conocimiento, había tenido una reducción, pero ahora subió, y el 66.7% de los guatemaltecos viven en pobreza y, de nuevo, ese mapa coincide con el área rural y especialmente en donde vive la población indígena.

Y mientras los temas de coyuntura, de tecnología, de inversión en ciudades intermedias, son los preferidos de abordarse, la economía sigue la tendencia excluyente y las causas estructurales que provocaron un conflicto armado persisten y, según las cifras, se han agravado. ¿Hasta cuándo ese 53% de población que no logra cubrir el costo de la canasta básica alimentaria va a seguir pacientemente esperando que se atienda la enorme deuda social que se tiene con esas mayorías?

Si en ocho de cada diez hogares no se pueden cubrir de manera total los gastos que deben efectuarse para tener una vida digna, ¿cuál es la propuesta de los políticos y de los sectores empresariales para revertir o por lo menos paliar esa peligrosa realidad que se puede convertir en una convulsión social de enormes proporciones?

Encubrir la realidad, disfrazarla, mirar hacia otro lado se puede. Así hemos venido haciendo. Estos datos del informe del PNUD deben ser analizados en primer lugar por el Gobierno, para tener una brújula que evite que siga extraviado en aparentes atajos; por la clase política, para que las discusiones, proyectos y acciones sean coherentes con la realidad; por los tanques de pensamiento, para construir aceleradamente propuestas que contribuyan en la solución, o hacerlas llegar al centro del poder. Pero sobre todo, es el sector económico quien verdaderamente podría hacer la diferencia.

Este estudio que abarca de 1985 al 2015 es una alerta amarilla que no requiere decretar ningún estado de Excepción, sino que urge y demanda acciones concretas, la implementación de políticas públicas y la toma de decisiones sin retrocesos, para alejarnos de la peligrosa senda que nos está conduciendo al abismo.

La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2014 determinó que hubo un incremento de la pobreza y de la pobreza extrema; el Banco Interamericano de Desarrollo tiene un estudio reciente con datos similares. Y varios informes más alertan sobre el incierto futuro de la agricultura, sobre el incremento incesante de la canasta básica, cuyo efecto lo resiente esa mayoría de personas que viven agobiadas y sobre los efectos del cambio climático, sin que se preste atención alguna a estas alertas.

Estamos sobrediagnosticados, tal vez los estudios siguientes serán de cuántos de esos que están en la extrema pobreza se han muerto y cuántos han descendido a ese nivel, con lo cual, paulatinamente, se continuarán modificando negativamente las estadísticas de la pobreza en el país, aumentando ese inhumano costo social.
Guatemala, 8 de octubre de 2016.

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
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