Con el título “Black box” Hiroshi Sugimoto (Tokio, 1948) ha reunido fotografías de gran formato incluidas en algunas de las series que este artista japonés viene realizando desde hace cuarenta años.
Al entrar en la sala de exposiciones de la Fundación Mapfre el visitante se encuentra con las imágenes luminosas de “Theaters”, tomadas de “Salas de cine” y “Autocines”, dos series realizadas en 1976, que muestran los interiores vacíos, nítidos y espectrales de salas de cine cuya arquitectura se muestra a la luz cegadora y deslumbrante de pantallas blancas, resultado de la captación por el objetivo abierto de una cámara durante todo el tiempo que dura la proyección de una película (también de cines al aire libre).
Junto a estas primeras experimentaciones fotográficas se han instalado fotografías de una de sus últimas series, “Campos de relámpagos”, en las que Sugimoto congela la iluminación fugaz de un relámpago en un espacio oscuro y tenebroso.
El procedimiento utilizado fue el de registrar los efectos de las descargas eléctricas directamente en negativos fotográficos, sin utilizar ninguna cámara. En ambas series Sugimoto experimenta sobre la luz y sobre el tiempo, ya sea concentrando toda la duración de un film en un único fotograma o deteniendo la fugacidad de un relámpago.
La percepción del paso del tiempo a través de la congelación de un instante y la paralización del movimiento han sido dos de los elementos que han ocupado parte del trabajo de Sugimoto, que viene utilizando en su trabajo las mismas técnicas artesanales empleadas en los orígenes de la fotografía en el siglo XIX. “La historia de la fotografía-ha dicho Sugimoto en la rueda de prensa en la que presentó esta exposición- ha terminado cuando apareció la fotografía digital. El día que la policía rechazó la fotografía como prueba, se acabó la fotografía como verdad”.
Preocupado por la deriva de la naturaleza, en la serie “Dioramas” (1976-2012) muestra de manera hiperrealista escenografías del mundo animal, tratando de que lo inerte parezca vivo. Son fotografías tomadas de cuadros del Museo de Historia Natural de Nueva York y de animales embalsamados, que remiten a la ilusión de realidad, a la imagen falsa verosímil, y que inducen a una meditación sobre la naturaleza de la percepción y su relación con la ilusión óptica.
Sugimoto ha presentado a lo largo de su obra series fotográficas sobre el Arte, la Ciencia y la Religión. Con ellas el artista ha tratado de encontrar una explicación al mundo visible en relación con fuerzas invisibles.
Con “Retratos” (1994-1999), ampliamente representada en esta muestra, amplía esta trilogía temática a la Historia y realiza un viaje al pasado a través de figuras a las que fotografía en museos de cera como el de Madame Tussauds y en pinturas de grandes artistas (son, por lo tanto, imágenes de imágenes de imágenes). Estos retratos de Sugimoto resultan a la vez irreales y realistas, inquietantes, porque remiten a lo vivo y a lo inerte, y proponen también una profunda meditación sobre la percepción de la realidad y la ilusión de la mirada. Enrique VIII y sus mujeres, entre ellas Catalina de Aragón, Fidel Castro, Lenin, Juan Pablo II… adquieren un nuevo significado en las fotografías que Sugimoto tomó de las figuras de cera de estos personajes históricos.
Por último, en “Paisajes marinos” Sugimoto retrata el mar en calma, sin horizontes. Mares de todas las partes del mundo (algunas de las fotografías fueron tomadas en el País Vasco, Andalucía y Gibraltar), en los que la luz y la oscuridad introducen calma y misterio. Con esta serie, iniciada en 1980 y aún no terminada (recientemente estuvo en Tasmania haciendo nuevas tomas), Sugimoto consigue, según el fotógrafo Hasse Persson, una fotografía de gran profundidad espiritual.
Los paisajes marinos ponen el final a una exposición en la que la fotografía y el arte se funden en una única expresión de una gran belleza visual.
Un artista conceptual
En 1998 Hiroshi Sugimoto (Premio Hasselblad de Fotografía en 2001 y Premio PHotoEspaña 2006) presentó en Madrid (Fundación La Caixa) siete series de paisajes minimalistas inspiradas en el arte conceptual en las que había trabajado durante treinta años, a veces de manera simultánea, y que nunca dio por terminadas, una de las características de su trabajo.
El tema central es el concepto de identidad y diferencia, o lo único y lo múltiple. A través del blanco y negro, con el mismo formato y repetición temática, las imágenes de estas series de Sugimoto evocaban complejos significados que invitaban a la reflexión y a la utilización de vías de percepción diferentes a las de la mirada. Con sus fotografías Sugimoto quiere hacer pensar a través de imágenes, de reflexionar con la fotografía.
Decepcionado por el budismo y el marxismo (vivió largas temporadas en Rusia durante los años setenta), Sugimoto extiende su desencanto al mundo del arte, que en su momento lo rescató de una situación depresiva de la que salió gracias a su trabajo fotográfico, que compara a una sinfonía de Mozart: “Un gran número de elementos diversos que se funden en la hermosa unidad del conjunto”.
En la fotografía de Sugimoto están ausentes los seres humanos, sólo detectados a través de su huella, pero el artista consigue que lo inerte parezca vivo a través de imágenes construidas. Para Sugimoto, “hay una contradicción entre el hombre y la naturaleza, ya que el hombre destruye la naturaleza para construir su propia civilización”. El papel de la fotografía será, entonces, el de conservar la memoria de la naturaleza, de recordar lo que se ha perdido.
En 2005 Sugimoto presentó en la Japan Society de Nueva York, ciudad en la que reside desde 1970, su serie “Historia de la Historia”, en la que mostraba una colección de objetos y figuras del Japón antiguo mezcladas con sus anteriores series fotográficas sobre arquitecturas, pantallas de cine, artefactos y personajes encarnados en figuras de cera.
La reflexión que Sugimoto propone sobre la Historia es la de provocar en el espectador distintas lecturas de un mismo acontecimiento. Para ello utiliza elementos de la Historia que han tenido utilizaciones diversas a lo largo de los siglos. Así, un relicario de bronce del siglo XIII (periodo Kamakura), originariamente destinado a conservar las cenizas de Buda, adquiere ahora una forma de hoguera en la que se enmarca una fotografía del mar en calma. Esta serie termina con la maqueta de la capilla Go-O, construida en 2002 en lo alto de una roca en la isla de Naoshima, en el Mar del Japón, a imitación de los santuarios shinto del siglo XVI.
En la serie “Causa y efecto en blanco y negro”, de 2003, Sugimoto hace un recorrido a través de la historia de la formación del planeta Tierra a través de doce etapas, comenzando hace 600 millones de años con un mundo subacuático y terminando en el sueño de una tierra prometida poblada de pájaros paradisíacos, con el monte Fuji como fondo. La aparición de los primates o la explicación del universo según Einstein ocupan otras etapas de este recorrido.
Con frecuencia Sugimoto coloca las fotografías, llenas de símbolos y figuras de la mitología oriental, en pequeños cofres de madera iluminados y en urnas que encierran delicadas figuras de las diosas ‘shinto’.