Jorge Molder: máscaras y autorrepresentaciones

Como en el caso de Cindy Sherman, el fotógrafo portugués Jorge Molder (Lisboa, 1947) utiliza en sus fotografías únicamente su cara y su figura cuando en ellas incluye el cuerpo humano.

Pero esa es la única coincidencia con la obra de la artista norteamericana, ya que Molder afirma que su fotografía es totalmente diferente, empezando por asegurar que en su obra está ausente cualquier tipo de militancia. Molder es el modelo de sus fotografías de la misma manera que los actores son los personajes de la obra de teatro de un dramaturgo.

El retrato y la máscara: variaciones sobre la verdad

En el Círculo de Bellas Artes de Madrid puede verse estos días una exposición retrospectiva de Jorge Molder que abarca los últimos 25 años de su producción, desde 1990, en cuyas series se puede constatar que a lo largo de todo este tiempo se ha mantenido fiel no sólo a una continuidad estética sino también conceptual. Con el título de “rico pobre mendigo ladrón” (así, en minúscula y sin comas) esta amplia muestra recoge todos los temas y obsesiones del fotógrafo portugués, empezando por sus autorretratos, a los que prefiere denominar auto-representaciones, porque lo son, no sólo de su rostro y de su cuerpo sino también de sus expresiones, de su fisonomía y de su gestualidad, que lo presentan unas veces como héroe y otras como antihéroe.

Molder-Moh Jorge Molder: máscaras y autorrepresentaciones

Esta presencia constante del artista en su obra, con su rostro de frente y de perfil, con su silueta y con su sombra, con su reflejo en el espejo, la dota de una inquietante perturbación porque, fiel a sus principios filosóficos (Molder se formó en los estudios de Filosofía y sugiere que la fotografía podría considerarse como una rama de esta ciencia), de lo que trata es de reflejar al artista en el espectador, al yo en el otro, el yo que es uno frente a sí mismo y frente a los demás para conseguir una multiplicidad dispersa de yoes.

Vemos el rostro y vemos sus inscripciones. “No soy yo, no es nadie, es una especie de ser intermedio entre yo y el otro; es al mismo tiempo nadie y todo el mundo”, dice el fotógrafo sobre sus auto-representaciones. “Vemos el cuerpo y vemos sus declinaciones… A veces unos recorren a los otros (las manos recorren el rostro). En otras ocasiones unos son los otros (las manos tapan el rostro)” escribe José Manuel Mouriño en el catálogo de la exposición. Con sus auto-representaciones Molder quiere manifestar también el desamparo del hombre frente al mundo.

Pero la filosofía no es el único referente de la obra de Jorge Molder. En ella están también presentes el cine, la literatura, el teatro, el arte… dispersos en series que nacen unas de otras, en las que reutiliza elementos de unas en otras y cuyos títulos remiten a un cierto misterio: “Esto”, “La escala de Mohs”, “Points of no return”, “Call for papers”, “Pinocchio”, “El origen de las especies”, “Nox”, “Pequeño mundo”, “Anatomía y boxeo”. Títulos que Molder retoma de películas o de libros, de recuerdos infantiles, de citas eruditas…

Otro de los temas de Jorge Molder es el de las máscaras. Los colores que se imprimen en una máscara la dotan de expresiones distintas, que despiertan en el espectador sentimientos diferentes. En esta serie el payaso es uno de los grandes temas, en cuanto que la máscara del payaso es su propia piel. A través de la máscara del payaso se proyectan todas las escalas humanas, a las que Molder compara con las diferentes durezas de los minerales que clasificó en 1812 el científico alemán Friedrich Moh (por eso esta serie la titula “La escala de Mohs”). En ella aparece Jorge Molder maquillado como un payaso, pero también hay un muñeco, el muñeco de un payaso, para transmitir la idea de que si el humano hace de muñeco, también el muñeco puede hacer de humano.

Aprehender el tiempo

La captura del tiempo es otro de los temas más logrados de Molder. En su serie “El pequeño reloj” retoma un trabajo anterior (“Línea de tiempo”) en el que recrea una acción acentuando los valores simbólicos del tiempo como “espacio de tránsito”, relacionando una imagen fotográfica con la siguiente y con la anterior y aprovechando la cultura visual del espectador adquirida en el cine y la televisión, que entiende de elipsis y de flashbacks, de fundidos y de yuxtaposiciones.

Utilizando estos elementos Molder muestra la casa de sus progenitores, donde él mismo vino al mundo; una casa ahora vacía de vida, de objetos, pero llena de luces y de sombras. Como el despacho del padre, deshecho, muchos años después de su muerte, lleno de polvo y suciedad. Es aquí cuando se funden los temas anteriores de sus series. El rostro, su rostro, se transforma con el tiempo pero, aunque distinto, sigue siendo el mismo rostro. Porque un rostro, cualquier rostro, posee muchos otros rostros.

También el rostro se transforma con el gesto, unas veces de manea voluntaria y otras obligado (el gesto del dolor); y también con la mueca, que unas veces es también obligatoria, corresponde a un rechazo o a una repulsión, y otras es voluntaria, para manifestar una intención cómica, satírica o grotesca.

  • Comisario: João Pinharanda
    Organiza: Fundação EDP
    Reseña de la exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en mayo de 2015
Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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