Juan José Arreola en mis recuerdos

Conocí al escritor mexicano Juan José Arreola, nacido en Jalisco en 1918 y fallecido en 2001 en la ciudad de México; en tiempos que era una celebridad.

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Juan José Arreola

Sus libros: Confabulario (1952), La feria (1963), Bestiario ( 1972), y sus ensayos ya habían sido consagrados y su obra, aunque no extensa, había alcanzado los premios literarios mas renombrados, era además una figura mediática dada su participación en la televisión, en el programa “Arreola y su mundo”, durante la década de los años noventa.

Lo conocí por una amiga mexicana que era amiga de de Arreola.

Yo vivía en el barrio Cuauhtemoc, el vecindario de las calles con nombres de ríos. La casa y oficina de Arreola estaba a pocas cuadras y fui en ocasiones a estudiar y preparar clases con mi amiga, ya que las dos éramos profesoras de literatura y dábamos clases.

Arreola sabiendo que estábamos en la salita venía a vernos cuando se desocupaba de sus actividades. Le gustaba platicar cono nosotras. Lo primero que me dijo (sabiendo que era actriz), fue que él había querido ser actor. Había trabajado en teatro, en su pueblo de Zapotlán y en el D.F. Sin embargo fue la carrera de escritor y editor la que le dio renombre.

Parecía un mimo, recordaba a Marcel Marceau, delgado, eléctrico en sus movimientos y muy expresivo, tenía una capacidad histriónica muy grande. Su programa en televisión tenía gran audiencia, era muy popular y en ese aspecto, era como un actor o referente cultural con vasto público.

Hablábamos de teatro, de Jean Louis Barrault y mi experiencia en sus clases magistrales en París. Recordamos París y luego Arreola mencionó Buenos Aires y algunas películas argentinas, tenía una extraordinaria memoria y comenzó a recitarme un poema de Leopoldo Lugones, yo lo acompañé con otro de Ramón Lopez Velarde, el poeta mexicano de Suave Patria. Arreola, admiraba a Velarde, un poeta que el consideraba muy “vital pero lleno de muerte”. Y lo relacionó con Lugones, quien se suicidó. Arreola comenzó a hablar del amor y la muerte en estos poetas, consideraba que todos los poetas del mundo plasmaban a su manera este sentimiento. Que una cosa era el sentimiento y otra el acto carnal, tan cerca de lo animal que nada o poco tenía que ver con el amor…

“El amor es la liberación del yo, de la cárcel del yo, porque nos salimos de nosotros hacia la otredad: el tu”. Copié aquella frase en mi cuaderno y alguien golpeó la puerta y vino a buscarlo.

Mi amiga y yo nos quedamos flotando en la salita, en medio de libros, palabras y la presencia de Arreola.

En otra ocasión, le comenté lo mucho que me había gustado Confabulario, un libro único, condensación de imágenes y conceptos. Extrañamente, tanto Arreola como Juan Rulfo (los dos de Jalisco y cuates), tenían una obra breve pero muy precisa y total. Aunque eran amigos eran muy diferentes, Arreola extravertido y Rulfo tímido. Arreola hizo referencia a esa amistad, y a su “amistad” con Borges. Había conocido a Borges en California, luego lo encontró nuevamente cuando el escritor argentino visitó México.

Sabiendo que había sido su alumna, me contó una anécdota referida a la ceguera de Borges. Según Arreola, Borges no sentía la ceguera porque había sido paulatina, ya que perdió la visión gradualmente y distinguía algunas formas, por ejemplo, el sombrero que Arreola llevaba, Borges se lo pidió y como un niño, se lo ponía y se lo sacaba. En verdad, nunca vi a Borges referirse a su ceguera con tristeza y muchas veces Borges parecía un niño grande. Arreola me confesó que con Borges sintió enseguida una “amistad”, los dos compartían el amor por el ajedrez, por Lugones y Lopez Velarde, entre otras afinidades.

Sin más, Arreola me recitó “Poema de los dones de maestría”.

Los tres estábamos emocionados, una luz rosada entraba a la salita, era la luz de rosa mexicano…

Arreola conocía tanto la literatura latinoamericana como la Mexicana, y sus observaciones sobre el Modernismo, Rubén Dario, Othón, Lugones eran muy valiosas…

Me confesó, también, lo mucho que admiraba a Borges, la influencia que había recibido de él. Me comentó el cuento “El Aleph”, cuento donde Borges recuerda el amor difunto de Beatriz Viterbo y sus humillaciones. Arreola consideraba que Borges era un amante desdeñado.

Yo en ese momento no dije nada pero no lo creo, Borges tuvo desengaños pero siempre vivió como “enamorado”. Compuso libros con varias mujeres que siempre lo acompañaban, de algunas se enamoró y fueron su inspiración.

“Amadas invisibles” mencionaba Arreola, yo creo que la gran amante de Borges, fue la literatura.

¿Y para Arreola? ¿Quién fue su gran amante? Arreola sentía admiración por las mujeres, era un ferviente guadalupano, un adorador de la Virgen de Guadalupe. “como buen mexicano soy guadalupano, sin otra razón que la fe”….Y yo lo comprendía y nos reíamos.

Mientras caminaba por la salita, unía un tema con otro: la mujer y el hombre no eran iguales por su propia naturaleza… “las mujeres viven mas en la fantasía, son abanderadas de si mismas” y apareció la divina Sor Juana Inés de la Cruz… “Détente sombra de mi bien esquivo” que el nos recito con placer.

Otra vez, hablamos de sus actividades, del bullicio y tráfico del México D.F., de la Casa del Lago donde él fue director y se convirtió en un centro cultural, donde participaba en mesas redondas y conferencias, de sus desayunos en el Hotel Camino Real (su otra oficina), del momento de popularidad que vivía, de si yo sabía jugar al ajedrez… hasta que alguien le avisaba de una llamada telefónica urgente o una entrevista.

Arreola prodigaba su presencia y escucharlo era embeleso y una permanente provocación. Juglar, poeta, amante del libro y la palabra, ¿caballo o alférez? Yo diría “Rey”, sin jaque mate.

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