Era la época de revolución artística en París, la efervescencia del arte cinético, del op-art, del arte abstracto, de discusiones y cambios, era el París del 68.
Estaba invitada y toqué timbre en un déposito de los suburbios parisinos, la puerta estaba abierta y me encontré con Julio Le Parc al lado de una escultura lumínica sosteniendo el gran objeto, mientras Tomasello y Hugo Demarco revolvían una olla de salsa de tomate para los tallarines. Era el GRAV (Groupe de Recherche d’Art Visuel), los artistas protegidos de la galerista Denise René, agrupados por “l’enfant terrible argentin Le Parc”.
Aquel almuerzo fue maravilloso, todos hablaban de imágenes, arte, huelgas, de los “múltiples” que eran duplicaciones de piezas únicas accesibles al gran público, mientras Le parc esperaba ansioso al ingeniero que iba a explicarle el mecanismo para mover el objeto que había creado. Estaba obsesionado con esa idea y entre tallarín y tallarín preguntaba cuándo vendría el ingeniero. Finalmente llegó y Le Parc se dedico a él, ensimismado por los juegos de balance y movimiento de su obra.
El grupo me explicaba, yo lela estudiante, lo que se veía cuando se viaja en tren, el fenómeno óptico, la velocidad, la superposición de imágenes, la fragmentación visual, lo que capta nuestro ojo. Alucinaba entre esos artistas alucinados. Era una “nueva manera de ver”. Hoy, esa “nueva manera de ver” se impuso. El maestro Le Parc es famoso mundialmente, su obra ha conquistado la acción, el movimiento, la luz y al público que participa fascinado de sus obras y de sus instalaciones.
Cuando el GRAV se pronunció con su Manifiesto acentuó la importancia de la participación, el hecho que el espectador se involucre con la obra era centro de su estética. Estos artistas, a la cabeza con Le Parc, eran vanguardistas en estudios cromáticos y lumínicos, y en el movimiento de las piezas dentro de una estructura, sus efectos y contrastes ópticos.
El GRAV marcó una época, partiendo de los dictámenes de Vasarely, pero encontrando nuevos senderos. Fue sin duda, Le Parc quien impulsó y promovió estos conceptos hasta sorpresivas consecuencias, desarrollando una trayectoria artística de importantes proporciones y consituyéndose en un artista innovador que ha explorado diversos aspectos, y ha logrado integrar: el cinetismo, el op-art, el cromatismo y el conceptualismo, en su obra.
En esta exposición de cien trabajos del maestro, llevada a cabo en el Museo de Arte Pérez de Miami-PAMM, pudimos apreciar el itinerario artístico, aunque falten algunas obras intermedias, están las que han sido hitos en su carrera. Las instalaciones permiten gozar la integración de sus estudios de luz, movimiento y color que se conjugan de manera lúdica al espectador.
Julio Le Parc nació en Mendoza, Argentina, en 1928, estudió Bellas Artes en Buenos Aires y en 1958 viajó a París donde actualmente vive. En el París del 68, ya tenía renombre no solo por el Manifiesto del GRAV, sino por su estética comprometida con el público, por la visión innovadora y por su actividad socio-política, apoyando las causas contra el totalitarismo y las injusticias.
Premiado en 1966 en la Bienal de Venecia, comienza a exponer, en el Museo de Arte Moderno de París y luego en los grandes museos de Europa, Latinoamérica y Japón. En 1987 recibe el Premio de la Bienal de Cuenca, España, entre varias distinciones, y en 2004, presenta en Italia Verso la luce, un magno evento. Su labor plástica continua, alcanzando un lugar destacado en la historia del arte contemporáneo y latinoamericano.
En las tres secciones de esta gran muestra puede verse la evolución estética y sus búsquedas experimentales. En la sección From Surface to Object, el color juega con los equilibrios y desequilibrios visuales, las escalas cromáticas se despliegan en “la Gran Marcha”, en guardas de vibrantes colores concatenadas en una recorrido hiperbólico.
En la segunda parte Displacement, Contortions, Relieves; Le Parc nos invita a vivir sus instalaciones, invadiéndonos de luz y movimiento, experimentando en interacción lo lumínico y lo cinético. Muchas de estas piezas se presentan por primera vez en un museo de Estados Unidos. Entrando en las cámaras oscuras, los destellos guían al espectador, quien de pronto se encuentra envuelto en luces y reflejos. Una atmósfera poética se vislumbra en estas obras que van mas allá de la mera experimentación, son movimientos lumínicos que desencadenan vibraciones de luz y ráfagas místicas.
La última sección nominada Play & Politics of Participation, provoca la imaginación del lector y lo incita al juego en interacción con la obra, convocando al espectador como parte del objeto de arte, en una dialéctica visual, táctil, y corporal.
Esta interacción, esta colaboración de obra-espectador, sitúa a Le Parc como precursor de una nueva concepción dinámica en la relación arte-lector. Aunque siempre ha existido ese entrecruzamiento entre creador y observador, en este caso, el artista provoca al espectador a involucrarse no solo con una actitud visual sino anímica, corporal y reflexiva. Le Parc desea combatir la dependencia, la pasividad y el condicionamiento al que suele estar sujeto el público.
El impacto de Le Parc en el arte no solo latinoamericano sino europeo aún no ha sido profundamente estudiado, pero su obra abre tantos senderos como las luces de sus artefactos móviles impactan nuestra retina. Su dimensión artística crece con el tiempo porque las vías abiertas de la estética de Le Parc se visualizan en múltiples direcciones.
Le Parc se refiere a su obra “como experiencia o una simple actividad humana”, considera que “la belleza es arbitraria”, pero su obra trasciende para llevarnos a vivencias mágicas y analíticas con la luz, el color y el movimiento, en una revelación de lo bello como fuente de energía, reflexión y armonía cósmica.