Paul Auster publica su mejor novela, una larga y ambiciosa narración sobre la juventud que cambió el rumbo de Norteamérica en los años sesenta
Cada cierto tiempo, aproximadamente cada lustro, el mundo literario anuncia el nacimiento de una nueva gran novela americana, un nuevo “Último mohicano” (James Fenimore Cooper), una nueva “Letra escarlata” (Nathaniel Hawthorne), un remozado “Moby Dick” (Herman Melville), en fin, otro “Gran Gatsby” (Scott Fitzgerald). Un término, el de “nueva novela americana”, inventado por cierto ya en 1868 por John William de Forest y al que Philip Roth rindió homenaje en 1973 con una titulada precisamente así, “La gran novela americana”.
Se dice que las características que tienen las que son consideradas como tales son un afán de totalidad, una extensión considerable y la intención de reflejar la complejidad social de una encrucijada histórica concreta. Una de las últimas fue “Libertad” de Jonathan Franzen, en 2010. Siguiendo este juego, la nueva gran novela americana sería sin duda “4321” (Seix Barral), la última de Paul Auster.
Cuatro protagonistas distintos y un solo nombre verdadero
Desde las primeras páginas de esta novela el niño Archie Ferguson tiene claro que la vida se compone de lo que es real y de lo que no lo es. En esto último se incluye aquello que sólo es fruto de la imaginación y de los sueños, lo que no forma parte de la vida de verdad. También es en esa irrealidad donde hay que poner lo que pudo haber sido y no fue. Todo eso no es la vida real y Archie sabe ya que sólo lo que pasa de verdad es lo que cuenta.
En el proceso de creación de una novela todo escritor idea varios finales para su historia, diversas formas de manejar las situaciones que desarrollan las relaciones entre sus personajes, las distintas maneras de llegar a un desenlace. Luego elige las que cree convenientes para que resulten más verosímiles o más adecuadas a sus propósitos narrativos y desecha las demás. Una de las interpretaciones posibles de “4321” es que el autor ha decidido no prescindir de ninguna y adjudicarlas a personajes diferentes que podrían ser el mismo; de hecho, los cuatro protagonistas de la novela tienen el mismo nombre. De esta forma, la realidad y la irrealidad forman parte de la misma historia: lo que no le ocurre a un personaje pero podría haberle ocurrido, le ocurre a otro que lleva su mismo nombre.
El jardín de los caminos que se bifurcan
Como su título sugiere, en “4321” (Seix Barral) Paul Auster va contando las historias de cuatro personajes que más tarde serán sólo tres que terminarán siendo dos y finalmente uno. Lo que causa perplejidad al lector desde los primeros capítulos es que todos ellos tienen el mismo nombre, Archie Ferguson, y los mismos orígenes familiares, la misma novia (Amy Schneiderman) y similares amigos, aunque sus propias vidas y las de sus allegados sean algo diferentes.
Una estructura literaria que al principio puede parecer algo complicada pero que se va aclarando a medida que se avanza en la lectura. El nexo que une a todos los protagonistas es una anécdota que se cuenta al principio de la novela, para luego ser olvidada, pero que adquiere todo su significado en las últimas páginas, por lo que es aconsejable llegar hasta el final, por intrincada que a veces nos resulte una lectura tan extensa (son casi mil páginas) donde prácticamente no sobra nada. Bueno, tal vez están de más los demasiado prolijos detalles de las revueltas universitarias de Columbia de 1968, los detallados desarrollos de los partidos de baseball, sobre todo para quienes no somos aficionados a ese deporte, o la larga lista de actores y actrices que compartieron reparto en las películas de Charles Aubrey Smith. Tal vez alguna de las narraciones de los Archie escritores, incrustadas como historias dentro de la historia.
En las páginas de “4321” Paul Auster recorre con sus personajes la década de los años 50 y sobre todo la de los 60, cuando los protagonistas estrenan juventud, un periodo no muy extenso pero que cambió la historia de los Estados Unidos. Por edad y condición (nació en Newark en 1947, como sus protagonistas), es un periodo que Auster vivió en los mismos escenarios en los que se desarrollan los acontecimientos de su novela, por lo que no es descartable un cierto contenido autobiográfico (algunos de sus personajes son también escritores que llegan a publicar novelas, aficionados al cine y a determinados deportes, como él) o un conocimiento muy cercano a algunos hechos que se cuentan (las muertes de su padre y de su abuelo), y su generación es la misma que protagonizó los acontecimientos que cambiaron América en esa década de los 60.
La guerra de Vietnam como telón de fondo de las protestas estudiantiles y sociales de aquellos años, pero también otros grandes acontecimientos (los asesinatos de John y Robert Kennedy y de Martin Luther King, los disturbios racistas, la construcción del muro de Berlín, la Guerra de los Seis Días, la Primavera de Praga, la carrera espacial) y también los pequeños (la muerte del poeta Frank O’Hara y el suicidio de Hemingway, los crímenes de Charles Manson, el asesinato de un joven durante un concierto de los Rolling Stones en Altamont)… todos ellos, junto a las relaciones sexuales de los protagonistas en todas sus variantes (el sexo es una presencia permanante a lo largo de la novela), van conformando una nueva ideología y otra toma de conciencia en los jóvenes norteamericanos crecidos a la sombra del estado de bienestar y de la sociedad de consumo. Y por eso todo parece indicar que los nuevos protagonistas de ese futuro que comienza en la década de los setenta, con el final de la guerra y con las nuevas ideas surgidas de la protesta y el inconformismo, ya no repetirán los errores de los últimos veinte años. ¿O sí?.
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