Para la presente disertación, sin duda motivo de sombría inquietud acerca de las pulsiones que laten en los recovecos ocultos de la naturaleza humana, me he hecho valer de tres imágenes de archivo de ajusticiados pertenecientes a contextos históricos y geográficos diferentes, a la vez que de cuatro referencias bibliográficas, en concreto El Suplicio del Aroma de Sándalo de Mo Yan, La Fiesta del Chivo de Vargas Llosa, Las Lágrimas de Eros de Georges Bataille y el de Voices from S21 de David Chandler, además de otra como es el Nouveau traité de Psychologíe, (Tomo II) de Georges Dumas.
Jose MessonLa primera imagen representa al expedicionario José Messon, luchador antitrujillista quien, tras haber sido herido de bala en una pierna, fue trasladado a la prisión llamada la Cuarenta, en donde bajo las órdenes de Ramfis Trujillo fue sentado en “el trono” (rudimentaria silla eléctrica de la Cuarenta) y torturado hasta la muerte. Los entresijos de la dictadura de Trujillo han sido magistralmente descritos y documentados en la novela La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa.
La segunda imagen representa a un ajusticiado anónimo de la prisión que los Jemeres Rojos de Camboya tenían para sus disidentes internos del partido en donde eran sometidos a brutales torturas mortales y en donde se calcula que fueron asesinadas 12 273 personas aproximadamente, proceso metódicamente documentado por David Chandler.
La tercera, fechada en Pekín a principios de 1900, representa el ajusticiamiento chino público denominado Ling-Chi o muerte por los mil cortes y en el que el desenlace fatal solía acontecer tras un largo proceso de agonía hábilmente prolongada por los verdugos.
Si he reunido las tres imágenes al hilo de una sola disertación, es porque creo que precisamente a través del análisis de la mirada de estos tres ajusticiados se nos hace posible un viaje no solo hacia el componente tenebroso que se agita en la condición humana, sino también hacia los mismos confines del nihilismo más Sartriano o en otros términos hacia la nada más absoluta.
En las tres instantáneas, los tres seres humanos comparten lo que perfectamente conocen como el final de su existencia, que además de ser algo ya pavoroso en sí, aún lo es mucho más el que lo hagan desde una metódica y calculada barbarie a manos de sus semejantes.
Es ahí quizá donde radica la infracción más grave; si de entre todos los seres vivientes existentes se pueda dar una empatía capaz de entender tan atroz sufrimiento, el único capaz de albergarla es el ser humano y de entre estos, es, aparte de los demás asistentes a la ejecución, el propio verdugo, quien mediante sus gestos premeditados para originar el mayor dolor posible, ha de recurrir a la empatía del saber ponerse en lugar del sufrimiento de la víctima para poder así , y desde esa posición, calcular como podría llegar a hacer aumentar su sufrimiento sin que ésta pierda el conocimiento.
Creo que las dos primeras imágenes que expongo reflejan perfectamente la mirada del “horror vacui” a la que hago referencia. Se trata de la imagen viva del terror supremo, de las pupilas dilatadas al máximo, de la perplejidad absoluta ante la barbarie sin parangón a la que las víctimas están siendo sometidas, y por otra parte, creo que podemos asistir a un atisbo de esas miradas hacia la propia nada; no aparecen sorpresas de última hora, no se suspende el procedimiento, no emerge barrunto alguno de esperanza por parte del torturador, todo el proceso no ha de tener consuelo, se encamina hacia la extinción, hacia la eternidad de su inexistencia, hacia la única conclusión posible y que tiene origen en el más atávico de nuestros temores, el de la muerte.
El proceso solo se resuelve con la muerte del condenado. Y es anterior a ello cuando surge el terror, cuando se atisba hacia el abismo de la barbarie y el abismo no devuelve más que el reflejo. Así, una mujer que va a ser sometida a la tortura en Tuol Sleng, siente tal pánico que a un descuido de su torturador se ahorca rápidamente colgándose con su Krama *(Pañuelo Camboyano) desde la reja de la ventana más cercana, o los que van a ser torturados, ante la irremisible inminencia del proceso y casi sin darse cuenta terminan por hacerse sus necesidades. Sus miradas imploran al verdugo, buscan su humanidad, pero esos ojos ajenos exhalan el vacío.
En cuanto a la tercera imagen, la referente a la ejecución por los mil cortes (Ling Chi), proceso prodigiosamente descrito por Mo Yan en su libro El Suplicio del Aroma de sándalo, alude a una tortura de la China imperial en la que el verdugo, sumo conocedor de las artes de prolongar la vida del condenado y de reanimarlo en sus pérdidas de conocimiento, hace por mostrar su arte a través de ir cortando sucesivas partes del cuerpo del reo para ir situándolas delante de él en cestas mientras se halla atado a unos postes y para que pueda asistir al terrible espectáculo de la degradación de su cuerpo. Según Mao San, en una alguna dinastía China se llegó a perfilar la figura del verdugo como la de una especie de maestro con verdaderos conocimientos de cirugía y de anatomía para poder hacer sufrir al condenado durante largo plazo y que guardaban una relación directa con su prestigio como verdugo y con su capacidad de llevar a cabo un castigo ejemplar que estaba sancionado por el propio emperador. Cabe decir asimismo que de no poder hacerlo así, era el propio verdugo el que podía sufrir ese mismo castigo.
En el Ling-Chi, además del terror de la ejecución se añadía la creencia taoísta de entonces por la que si el cuerpo era separado en varias partes, nunca podría renacer en la otra vida, lo que era especialmente temido.
Además, curiosamente, podemos observar en esta imagen que se contempla una expresión de éxtasis místico, como muy hábilmente describe Bataille en su libro Las Lágrimas de Eros y que además ha sido captada en un cuadro por el pintor español Gutierrez Solana. Erróneamente Bataille la describe como la ejecución de Fu-Zu Li, un joven que presuntamente había cometido un delito de Lesa Majestad, pero posteriormente se ha podido comprobar que se trataba de un joven parricida. Y aquí es cuando emerge otra inquietante controversia, que ha llevado a la reflexión por parte de Georges Dumas en su antiguo Nouveau traité de psychologie (Tomo 2) y en el que trata específicamente de asociaciones sensitivo-motrices; si por una parte se puede observar en la víctima una expresión de éxtasis que también se puede captar en muchas pinturas antiguas de corte religioso en que se muestra a mártires sufriendo torturas, por otra parte del trabajo de Dumas se puede inferir la posibilidad de que en el apogeo máximo del dolor, la expresión facial sensitivo-motriz se pueda corresponder precisamente con una expresión de éxtasis religioso y de aparente contemplación del más allá. Si en la actualidad no se puede determinar con certeza, puede ser que sea porque de esta expresión y de su etiología carezcamos de los registros apropiados en la Era moderna.
Además de estas consideraciones de Bataille, creo que podríamos tener en cuenta el aspecto de shock y de trauma por parte del ajusticiado, el hecho de que como medida de gracia y en determinados casos se subministrara a los condenados un preparado de opio antes de la ejecución, o el de que en el caso concreto de esta fotografía, pudiera existir un grado de enajenación por parte del ajusticiado, habida cuenta de que se trata de un parricida, pero teniendo presente el que esta expresión mística se solía dar en los ajusticiados por Ling-Chi con una cierta aunque escasa frecuencia, creo que esto último habríamos de descartarlo.
Por último cabe resaltar que la tortura persigue la sombra de la humanidad como el síntoma de esa evolución ontogenética que nunca llegó, repitiéndose así etapa histórica tras etapa hasta llegar a nuestros días y sin viso de extinción alguna. Hoy por hoy, las sociedades continúan impasibles frente al dolor del prójimo y especialmente si se siente ajeno, ya sea por su religión, su cultura, su raza o su localización geográfica y a lo largo de ejemplos que podremos seguir viendo mientras vivamos.
- horror vacui, literalmente miedo al vacío
Fantastico articulo y las fotos son estremecedoras. Que horror!
Gracias Javier por abrirnos los ojos, aunque con el dia a dia, pronto se nos olvidan estas cosas desgraciadamente.