La peregrinación del papa Francisco por Latinoamérica

Después de 27 años un papa visitó nuevamente Bolivia. En el marco de su primera visita oficial a Sudamérica, denominada “la gira del Pastor”, el papa Francisco llegó este pasado 8 de julio de 2015 procedente de Ecuador, escribe Omar Qamasa Guzman Boutier desde La Paz.

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El presidente boliviano Evo Morales y el papa Francisco saludan y visten un sombrero de sao típico del departamento de Santa Cruz. Foto: ANDES/AFP

En su primera gira por el continente, el papa Francisco visitó los tres países considerados más pobres del área: Ecuador, Bolivia y Paraguay.

La estadía del Papa en Bolivia presentó dos facetas; una en La Paz, ciudad sede de gobierno y otra en la amazónica Santa Cruz, a 1200 km. al oriente de La Paz. En la primera de estas ciudades, el mensaje de Francisco estuvo concentrado en temas de orden social, ecológico y político, mientras que en Santa Cruz, su mensaje tuvo una orientación más evangelizadora. En ambos facetas, sin embargo, la presencia del principal representante mundial de la iglesia católica mantuvo una orientación global, referida a defensa de la familia, al respeto de la persona y a la preocupación por las graves cuestiones socio-ambientales.

Con las autoridades civiles

Luego de su arribo al aeropuerto internacional “El Alto”, el papa Francisco se dirigió a la plaza Murillo, considerado el centro político de este país altiplánico, ya que en él se encuentran el Palacio de Gobierno, el Parlamento, la Cancillería y la Gobernación departamental. Después de sostener una breve reunión privada con el presidente boliviano, Evo Morales, el Papa Francisco celebró una misa en la Catedral, ubicada al lado del Palacio de Gobierno.

Evo Morales, visiblemente nervioso, escuchó la misa, junto a altos miembros de su gobierno. En la homilía, Francisco llamó a trabajar “por el bien común y no sólo por el bienestar material de la sociedad”, a respetar “a la persona humana” y a mostrar “mayor respeto por una ecología integral”; precisamente las tres áreas en las que el gobierno boliviano ha sido fuertemente criticado por la sociedad.

También hizo énfasis en la importancia de la fe, considerando que ésta “no se puede reducir al ámbito subjetivo”. En el pasado inmediato, varios fueron las críticas del gobierno boliviano a los miembros de la Iglesia católica, por considerar que esta institución debería evitar las observaciones al atropello a las libertades, a la falta de voluntad de diálogo que el gobierno de Morales muestra, ante conflictos sociales.

Finalmente, el papa llamó a no confundir el bien común con el bienestar material. Este último, según Francisco, “conduce al consumismo e incuba conflictos y la desagregación social, así como la corrupción”. Durante los últimos años, el gobierno boliviano ha mostrado precisamente los niveles de desarrollo del bienestar material como única fundamentación de los éxitos de su gestión. Paralelamente, sin embargo, se han incrementado las denuncias de corrupción que involucran a miembros del gobierno de diversos niveles de la administración pública, así como a militantes del partido de Evo Morales.

La evangelización

Los días 9 y 10 de julio, en la ciudad de Santa Cruz, las actividades del papa estuvieron orientadas a la labor evangelizadora. Con un fuerte énfasis en la familia como núcleo básico de la sociedad, las intervenciones de Francisco se apoyaron en numerosos pasajes de la Biblia, destacando en particular aquellos en los que reciben apoyo los más débiles.

También reconoció la importancia de la juventud, en el esfuerzo evangelizador que impulsa la iglesia católica y llamó a la tolerancia de la diversidad, principalmente, respecto a las diferencias culturales. Según manifestó, América Latina y dentro de ella Bolivia, “pueden crear la integración y la síntesis cultural”. Para ello subrayó la importancia del diálogo, como mecanismo de superación de las diferencias.

Aunque acompañado por reducidas delegaciones de los pueblos indígenas de Bolivia, durante la homilía que celebró en Santa Cruz, los esfuerzos evangelizadores no pudieron disimular cierto aire colonizador, a los ojos precisamente de los pueblos indígenas. El peso del recuerdo en estos pueblos, de hechos de violencia protagonizados por la iglesia católica en su afán de evangelizarles, llevaron al papa a reiterar su pedido de perdón “por los crímenes cometidos por la iglesia”, precisamente en nombre de la fe en este continente.

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1 COMENTARIO

  1. En la solicitud de perdón del papa «por los crímenes cometidos por la Iglesia», dudo entre el sentido de que una reparación demasiado tardía es como inexistente, porque la reparación misma es imposible (lo hecho, hecho está ) o en la percepción de que el pasado lejano corresponde a otro contexto y a circunstancias muy distintas, donde aquello que con ojos del presente es censurable o negativo, era legítimo y aceptable, y las ideas de libertad y tolerancia actuales en su modo del hoy – 2015- eran algo inexistente e inimaginado. Hay una distancia de siglos.
    La religión católica -sin duda- fue impuesta, con uso de la fuerza, en el Nuevo Mundo, por medio de la sociedad Ltda. de «Cruz y Espada», pero también ya era una realidad Carolingia, llevar la cruz en una mano y la espada en la otra: la fuerza militar detrás de la promoción de la fe.
    Todo ello derivado de la imposición surgida en el Imperio Romano y del absolutismo religioso que dominó con todo el peso e intolerancia posible en el Occidente, pero que en el Oriente también tenía la versión islámica, aunque no la única; ambas dimensiones en sus choques y roces modelaron a Europa. Y desde Europa -Colón y et alt mediante- todo ello fue acarreado al nuevo gran continente descubierto en 1492, aunque al principio -como sabemos- se creyó era la India, a la que se había arribado por una nueva ruta.
    A la «América» también nos llegó una Iglesia en la línea de contrarreforma, en lucha total contra la «herejía» del protestantismo, donde lo represivo se acentuó. La Iglesia miró al nuevo continente como el de la «esperanza católica», mientras en Europa la unidad monolítica religiosa de siglos católicos, se fragmentaba y se dispersaba.
    Y quizás nada de esto haya terminado definitivamente, pues resabios quedan, ya que se trata de procesos. Ahí subyacen bajos las formas y discursos del hoy, los modos, rituales y protocolos, etc., de otras épocas que creemos ya pasaron y a las que criticamos o condenamos luego de siglos, sin conciencia de que perviven bajo otras exteriorizaciones que aplaudimos como innovadoras.
    Cambiaron las formas -posiblemente- pero no demasiado el fondo. De los papas que he conocido desde los ’60 del siglo XX en adelante, me parece que el único comparativamente «revolucionario» ha sido Juan XXIII; sus sucesores más bien ha sido reaccionarios a su línea, con algunas luces diferentes en ocasiones, como en destellos.

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