Siempre he creído firmemente que el franquismo murió con Franco el 20 de noviembre de 1975 (porque entiendo al franquismo como la dictadura de Franco) y que el proceso de transición desde su dictadura hasta el Estado social, democrático y de Derecho, hasta la consolidación de la democracia en España, se completó el día 28 del mes de octubre del año 1982, cuando tuvo lugar la histórica victoria electoral del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Con ese triunfo en las urnas, y con el ejercicio práctico del poder a cargo de los principales herederos de los derrotados en la Guerra Civil, las incertidumbres a las que el proceso transformador todavía no había puesto fin se redujeron a su mínima expresión. Se puede decir que desaparecieron tanto el temor a que el Ejército devolviera al país a su reciente pasado grisáceo de cuartel como a que el propio país, en realidad un país de países, fuera capaz de estructurarse y dar cumplida respuesta a las exigencias más importantes de los nacionalistas no españolistas.
Es evidente, por último, que ni la dictadura acabó el 20 de noviembre del año 75 ni la Transición tomó el relevo de aquella ese mismo día, que ambos periodos de alguna manera se entremezclan como se entremezclan todos los periodos históricos, o casi todos. Pero es innegable que la dictadura de Franco acabó aquella jornada, y con ella el franquismo, y que el proceso de transición a la democracia solo a partir de ese 20 de noviembre se pudo ya escenificar sin la rémora que suponía la espera del llamado hecho biológico, es decir, de la muerte del autócrata. Quien, por cierto, estoy convencido de ello, sabía perfectamente en su agonía que el futuro del país que había gobernado sin un átomo de compasión iba a seguir los derroteros que él había contenido durante su larga dictadura.
No parece razonable considerar que porque durante el tardofranquismo, aquella fase final y crítica de la autocracia del general Francisco Franco, se dieran ya los condicionantes básicos sobre los que se asentará el proceso de transición desde una dictadura unipersonal, bajo la que se acomodaron los distintos grupos ganadores de una guerra civil, hasta una democracia formal sustentadora de un Estado social, democrático y de Derecho, no parece digo que sea prudente afirmar que la Transición como periodo histórico comenzó ya en aquellos años finales de la década de los años 60 del siglo XX. Y no lo parece, o no me lo parece a mí, por cuanto considero que aquella crisis constituye el antecedente esencial del proceso histórico que sucedió al franquismo.
Aquella crisis irreversible, que fue debida al crecimiento mal reprimido del disentimiento y a la descomposición interna del régimen salido de la Guerra Civil, es el antecedente de la Transición, es una de sus causas, entendidas estas como condiciones de probabilidad, pero no es parte del periodo mismo. Y no lo es porque el periodo mismo fue el recorrido histórico que desembocó en un conjunto de pactos entre Gobierno y oposición.
[Adaptación de uno de los textos que componen mi libro La Transición, publicado en 2017 por Sílex ediciones.]