La Virgen con el Niño y ángeles, considerada una obra maestra de de Jean Fouquet, artista francés del primer Renacimiento, se exhibe por primera vez en España, como obra invitada del Museo del Prado.
Se trata del panel derecho del conocido ‘díptico de Melun’, uno de los escasos ejemplos existentes de pintura francesa del siglo XV. En el Museo del Prado se exhibirá temporalmente junto a la recién adquirida Oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans, (1405-1408) posible obra de Colart de Laon. Durante su estancia, La Virgen con niño y ángeles del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, enriquecerá las colecciones de pintura francesa del Prado.
Una obra excepcional y muy singular, primero porque el pintor Jean Fouquet, está considerado como el pintor y miniaturista más prestigioso del siglo XV en Francia y segundo por el hecho de ser única en el conjunto de su obra, gracias al efecto que consigue con el manejo del color y el tratamiento de los volúmenes.
Etienne Chevalier, tesorero de los reyes de Francia Carlos VII y Luis XI, encargó a Jean Fouquet un díptico, que permaneció en la iglesia colegial de Nôtre Dame de Melun hasta que a finales del siglo XVIII fue dividido. El panel izquierdo, adquirido por la Gemäldegalerie de Berlín, muestra al donante arrodillado, acompañado por su patrón san Esteban, mientras que el panel derecho, propiedad del Real Museo de Bellas Artes de Amberes, representa a la Virgen de una manera sorprendentemente original en el contexto de la pintura francesa de la época.
En esta tabla de La Virgen con el Niño y ángeles, verdadera obra maestra del siglo XV, Jean Fouquet evidencia de forma singular las distintas influencias que contribuyeron a la gestación de su arte. La iconografía y ángeles rojos y azules, reflejan la tradición nórdica y la estructura de la composición manifiesta su conocimiento del arte flamenco y del Quattrocento italiano. La utilización del color y los efectos de luz, como el reflejo de la ventana sobre la superficie pulida de las dos bolas del trono, remiten a Jan van Eyck. La construcción geométrica del espacio y su gusto por las formas puras, como la cabeza oval de la Virgen o la redondez de sus senos, evocan las obras de Paolo Ucello y de Piero della Francesca.
Fouquet representa aquí a María como Madona de la leche, en posición frontal, ante un trono. La corona de perlas y piedras preciosas, que descansa sobre su cabeza sujetando un velo transparente, la identifica como reina de los cielos. Lleva una capa de armiño y un vestido de seda gris, que destaca su cintura estrechísima, mientras que el corpiño abierto deja ver uno de sus senos. La Virgen sostiene a su hijo desnudo sobre su rodilla izquierda. La posición del niño, vuelto hacia el lado izquierdo de la tabla, le conecta con el díptico izquierdo original, en el que aparece el donante arrodillado con el rostro vuelto hacia la derecha, donde se encuentra Jesús. María, con su piel blanca como el marfil, encarna el ideal de belleza de la época, casi sin cejas, con el nacimiento del cabello muy hacia atrás y unos rasgos, que según la tradición, serían los de Agnes Sorel, la amante del rey Carlos VII , bellísima amante real, la primera en la historia reconocida oficialmente. Sorprendente también la modernidad en el tratamiento de la obra.
El pintor Jean Fouquet, (Tours, h. 1420-1481), fue el mejor pintor y miniaturista francés del siglo XV, muy reconocido en su época. Fue mencionado por Antonio Averlino, en su Trattato dell’arquitettura (1460-1465), como uno de los artistas capaces de realizar el ciclo de pinturas del palacio que se proponía construir para Francesco Sforza, duque de Milán hasta 1469, en su ciudad ideal, la “Sforzinda”. Averlino conoció a Fouquet en Roma, donde el pintor de Tours había hecho el retrato del papa Eugenio IV, fallecido en 1447, destinado a la sacristía de la iglesia de Santa María sopra Minerva.
Fouquet, además de como retratista tuvo fama como pintor del natural, es decir como pintor de paisajes, objetos y figuras directamente, sin recurrir a modelos. Un adelantado de la pintura al aire libre. Ocupó en su tiempo un lugar preeminente comparable al del maestro Rogier van der Weyden, una vez desaparecidos los Massacio, Masolino, Domenico Veneziano, Fra Angelicoy Andrea del Castagno.
En el Museo del Prado hasta el 25 de mayo.