Roberto Cataldi[1]
Las noticias y los relatos que aparecen en los medios revelan hoy más que nunca que en la trastienda se cocinan conflictos de intereses y que nada es como parece.
La noticia, es decir, la información sobre algo que resultaría importante divulgar, está sujeta a la óptica del periodista o del medio y pasa por diferentes avatares. La publicación decide qué tiene valor informativo o interés de divulgación, e incluso las redacciones logran imponer agendas a contramano de la realidad. Algunos recurren al escándalo porque saben que tendrán rápida acogida en los medios.
El relato o la narración detallada de un hecho se presta a manipulaciones, al punto que muchas veces es lo más parecido a un cuento, pero no en el sentido que le damos en literatura. De todas maneras, el periodista en su metier vive el día a día, por lo tanto carece de tiempo suficiente y no metaboliza la información. El novelista, en cambio, tiene la ventaja de poder metabolizarla. En ambos está presente la perspectiva personal, de forma manifiesta u oculta.
Noticias y relatos son materia de discusión, y lo curioso es que muchos de los que polemizan lo hacen sobre bases falsas, no se preocupan por indagar acerca de la veracidad de las fuentes, y se aferran a esos contenidos como si se tratase de escritos revelados.
Hoy ya no importa la veracidad. En efecto, ya no cuenta que el relato, la noticia o la información sean veraces. Claro que no se trata de una novedad como algunos sostienen, tal vez por desconocimiento de la historia o quizá procurando exhibir una sagacidad intelectual que los ubique en la primera línea. En toda época sucedió, lo que pasa es que ahora se tornó mucho más visible. Bástenos el ejemplo de la política, donde lo primordial es llegar a los sentimientos del votante, no importa de qué forma, pues, aquí los principios y las normas morales llegan a ser un estorbo. Hace unos años, frente a una votación importante, no recuerdo qué se trataba, el jefe de la bancada del partido que gobernaba declaró en los medios que los diputados no eran “libre pensadores”, sino que debían someterse a la disciplina del partido (…)
Las opiniones individuales son desechadas sólo por ser individuales, se imponen las mayorías, que no suelen ser mayorías absolutas, y que además arrastran la culpa de su apoyo irresponsable a los totalitarismos del Siglo XX. Hasta se habla de la legitimidad de ciertos discursos que destilan demagogia por los cuatro costados y, yo me pregunto, quién en su sano juicio puede creer en las promesas de estos políticos. Los gobernantes, que carecen de tiempo para gobernar porque justamente viven en permanente campaña, no les interesa solucionar los problemas vitales de la gente, mucho menos los de las poblaciones vulnerables. Esta realidad es secular. La Roma imperial ha sido la gran maestra, fuente de permanente inspiración, revelando que los fines de los que pretenden manejar la cosa pública siempre son los mismos, por supuesto que hubo y habrá excepciones, pero son muy pocas y de ninguna manera invalidan la regla.
Evgeny Morozov, un intelectual de izquierda nacido en Bielorrusia y formado en la Europa del Este, sostiene que para analizar y explicar el mundo actual hay que remitirse a la guerra, sin duda un factor tradicional, inmutable y determinante. Dice que en los 70 Silicon Valley hizo una alianza con algunos intelectuales para intentar captar el zeitgeist o espíritu de la época, ya que ellos tenían libros y conferencias para que se convirtiesen en portavoces de la causa, promoviendo mini-relatos cuyo contenido sería falso pero que son efectivos al punto que ocupan el debate durante más o menos dos años y, luego salen con otra historia.
La Web 2.0, la economía colaborativa, la economía solidaria, y así sucesivamente. Toda esa estructura está montada en las tecnologías digitales de la información que dan lugar a un negocio incalculable por la enorme masa de dinero que mueve. El objetivo es generar dependencia en los usuarios.
Bástenos observar a niños y jóvenes estudiantes y no estudiantes, incluso gente de edad provecta, que han desarrollado una verdadera adicción a Facebook, Twitter, los videojuegos, y otros medios que ocupan el centro de sus vidas. Estas personas a menudo no saben lo que sucede en el mundo, ni siquiera lo que pasa en su barrio o en su familia. Viven distraídos y son presa de la ficción y del mundo digital. Eso sí, están convencidos de que el mundo en que viven es el real, y sus opiniones como sus acciones son acordes con esta anomalía.
Morozov sostiene que para entender lo que está sucediendo con este capitalismo digital que actúa como si fuese un casino, es necesario mirar a Wall Street, al Pentágono, las finanzas, la geopolítica y el imperialismo. No tengo dudas que allí residen las grandes trampas del mundo actual que ha privilegiado la especulación financiera por sobre la producción real, constituyendo un nuevo paradigma que beneficia a unos pocos y perjudica a las mayorías, pero sostengo que además hay otras trampas no muy bien dilucidadas y que convendría desenmascarar.
Indignados, nihilistas, ácratas, globalifóbicos, activistas antisistema, ciudadanos de a pie, todos reclaman introducir la verdad y la justicia en el sacrosanto orden establecido, que sería el único posible. Vuelven a aparecer los exégetas del azar, la lotería social, la providencia y las diferentes escatologías, según la capilla ideológica o intelectual a la que uno recurra. El sistema todo lo permite, menos la resistencia o la rebelión. La democracia se impone pero sin lugar para la disidencia. La censura fue, ha sido y es una constante de control social, y los más astutos la emplean con sutileza, estigmatizando al que ejerce la crítica y procurando alimentar el rumor que silencie el valor de la crítica.
Gilles Lipovetsky señala que la Modernidad se construyó en la Ilustración alrededor de la tecno-ciencia, el libre mercado y la democracia, y que en la “hipermodernidad” de nuestros días se profundizan estos tres ejes frente al despotismo y el oscurantismo. A mi entender, estos últimos reaparecen una y otra vez pero con máscaras diferentes.
Byung-Chul Han, retomando la idea hegeliana del amo y el esclavo, piensa que hoy el esclavo ha optado por el sometimiento. En aras de la “eficiencia” el neoliberalismo ha conseguido imponer de manera global la eufemística flexibilización laboral, alienta el canibalismo competitivo e implementa la desregulación, los despidos masivos, mientras tanto, los organismos internacionales prestan dinero a cambio de almas humanas, según el filósofo surcoreano. Estos organismos les exigen a los países que contrajeron deudas exorbitantes que de antemano se sabía que no podrían pagar y que, para peor esos pueblos no usufructuaron de los préstamos, que paguen, aunque sea a costa del hambre de los inocentes. Ante una nueva elección de gobierno, los jefes de las agrupaciones políticas alimentan el clientelismo, tejen alianzas, reparten anticipadamente los cargos del Estado como si fueran de su propiedad y, se esfuerzan por tranquilizar a los financistas cuya mirada está puesta en los negocios que harán con los dineros públicos, porque no seamos ingenuos, éstos siempre persiguen los dineros públicos, de eso se trata y no de otra cosa. Allí reside el leitmotiv, término que se le atribuye a Wagner para referirse a la música que acompaña a cada personaje, aunque en este caso lo empleo deliberadamente para designar el motivo recurrente.
El Estado jamás fue el lugar de la transformación social, de la emancipación de la gente, ni del futuro de los pueblos, es, simplemente el reaseguro para que nada cambie y, de producirse cambios, nunca serán grandes cambios, en todo caso nos recordarán la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, “Il gattopardo”. Frente a estas tramposas y crueles reglas de juego, el individuo inicia una carrera alocada sin darse cuenta que al final del túnel solo le aguarda el agotamiento y la depresión, no la luz. Han piensa que existe una relación directa entre Eros y Logos, y que el Logos sin el Eros es pensamiento puro. Coincido con él, la solución pasa por el amor, uno de los grandes misterios junto con la vida y la muerte. El amor nos permite descubrir al otro, sin embargo tengo la impresión que Tánatos tendría supremacía sobre Eros y Logos. En fin, no hay que ser muy inteligente ni perspicaz para advertir que algo profundo y siniestro está sucediendo.
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)