Lo feo como fenómeno social

Un ensayo analiza la fealdad desde consideraciones ajenas a los modelos artísticos

En 2007 Umberto Eco publicó el ensayo “Historia de la fealdad”, continuación de otro aparecido unos años antes con el título “Historia de la belleza”. En la introducción Eco dejaba claro que los conceptos de belleza y de fealdad a lo largo de la Historia han dependido de los diferentes contextos, tradiciones y culturas en las que se sitúan las obras de arte a las que se refiere a lo largo de estos libros.

Porque los dos ensayos del semiólogo italiano tratan exclusivamente de la belleza y la fealdad en el mundo del arte. Pero las consideraciones de Umberto Eco en estas obras mueven a reflexionar sobre lo bello y lo feo no sólo como categorías artísticas, sino sobre esa amplia gama de consideraciones que van de lo social y lo cultural a lo religioso y lo económico.

También de cómo en la cultura occidental lo bello y lo feo han sido identificados con el bien y el mal, otorgando a las personas atributos internos según su belleza o su fealdad.

Esto aún se mantiene con fuerza en el cine, donde los personajes positivos suelen ser guapos y los negativos casi siempre feos. Este tipo de reflexiones llevan a preguntarse, por ejemplo, por qué los nazis consideraban arte degenerado la estética del expresionismo alemán que impregnó la cultura europea de entreguerras, siendo uno de los movimientos estético-artísticos más valorados del siglo XX.

Henderson-fealdad-cubierta Lo feo como fenómeno socialPartiendo también del mundo del arte, la profesora británica Gretchen E. Henderson aborda el cambiante concepto de fealdad desde parámetros extra-artísticos en su obra “Fealdad. Una historia cultural” (Turner), donde hace un recorrido por la historia y la evolución de este término, polémico en cuanto a su significado real porque varía de unas culturas a otras y de unas a otras épocas.

En Occidente el concepto de belleza obedece a un canon que tiene su origen en la Antigua Grecia, reforzado en el Renacimiento. De ahí que, añadida la condición cristiana de la sociedad europea, en el arte la belleza se identificase preferentemente con las representaciones religiosas y mitológicas. Con el Bosco y Goya ya se representaban escenas protagonizadas por seres feos y monstruosos pero el cambio estructural no se produjo hasta bien entrado el siglo XIX, cuando artistas como Gustave Courbet comenzaron a pintar escenas de la vida cotidiana en las que incluían a personajes feos. En el XX, Kandinski reivindicó la fealdad como alimento para la supervivencia del arte.

Actualmente artistas contemporáneos han incluido en sus obras elementos como sangre (Phil Hansen), orina (Andrés Serrano), excrementos (Chris Ofili, Piero Manzoni), incluso cadáveres (Damien Hirst) para reforzar de forma material el feísmo de sus creaciones.

En este ensayo la profesora Henderson fija las nociones de belleza y de fealdad y su evolución a lo largo de la Historia, desde parámetros individuales y colectivos.

Los personajes y los grupos

Julia Pastrana, una india mexicana que vivió entre 1834 y 1860, era conocida en su época como “La mujer más fea del mundo”. Formaba parte de un espectáculo itinerante que la exhibía como fenómeno de feria en Europa y América. Tenía una mandíbula prominente, su rostro era deforme y su cara y todo su cuerpo estaban cubiertos de pelo.

Se casó con su agente, Theodore Lent, quien vendió su cadáver y el de su hijo recién nacido (ella murió en el parto) a la Universidad de Moscú, aunque después los recuperó para exhibirlos embalsamados en museos, circos y parques de atracciones, un negocio que continuó en diferentes manos hasta la década de 1970, cuando pasaron a formar parte del Instituto de Medicina Forense de Oslo, que en 2012 los devolvió a México.

Los casos de Julia Pastrana y Grace McDaniels (1888-1958), quien también fue la “mujer más fea del mundo” de su época, son algunos de los que Gretchen E. Henderson trata en un capítulo de este libro dedicado a personajes reales y de ficción (como el Polifemo de Homero y la “Vieja grotesca” del cuadro de Quinten Massys) que pusieron las bases de lo que se considera fealdad extrema. Sin embargo, el concepto de feo en los casos de Pastrana y McDaniels hubiera tenido ya en su época una consideración distinta si se hubiera conocido, como hoy, que sus deformidades eran consecuencia de la enfermedad que padecían, una hipertricosis con hiperplasia gingival. El conocimiento por los espectadores de esta enfermedad hubiera provocado compasión en vez de las risas y las burlas que acompañaban a cada exhibición.

Así ocurrió con aquellas personas que sufrieron heridas que deformaron su rostro durante la Primera Guerra Mundial, los gueules cassées o “caras rotas”, que desataron reacciones que los identificaban con el heroísmo, el sacrificio y el orgullo nacional y dieron lugar a una estética que impregnó el arte y la literatura de la época (una reciente novela de Pierre Lemaitre convertida en película, “Nos vemos allá arriba”, trata también el tema). Lo cual demuestra que lo feo refleja en muchos casos la perspectiva del observador más que las cualidades de lo observado.

De las consideraciones personales, Gretchen E. Henderson pasa a estudiar la fealdad como atributo de grupo, ya sea de clase, raza, género, sexualidad, nacionalidad u otras categorías sociales, a las que se convierte en chivos expiatorios a través de la consideración de feos. Estos presupuestos derivaron a veces a tratar como “malditos” a aquellos grupos que no compartían los mismos valores o que eran reputados como inferiores, como los negros. En una investigación conocida como “Test de los muñecos” los niños americanos calificaban de “feos” los muñecos de color negro que, por otra parte, eran idénticos a los de color blanco que les mostraban a la vez.

Gretchen E. Henderson termina su ensayo analizando cómo los sentidos condicionan la consideración de lo feo y lo bello. Cómo la vista influye en la diferente apreciación de Frankenstein por las personas que se asustan de su presencia porque lo ven y los que, como los ciegos, sólo lo juzgan por su voz. De qué manera un mismo sonido como el tema “Purple Haze” de Jimi Hendrix es música para unos mientras para otros es sólo ruido. O por qué el sabor de los insectos resulta exquisito para algunas civilizaciones.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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