En un momento en que la profesión periodística pasa por todo tipo de avatares, desde las reducciones de plantilla en los medios a la desaparición de muchos de ellos o la competencia de las llamadas redes sociales, fuentes que al parecer son los nuevos manás de la información por las que circulan millones de mensajes o informaciones que a veces no se sostienen tras un mínimo análisis profesional, viene al pelo la lectura de este libro, Los elementos del periodismo que, editado en España por Penguin Random House Grupo Editorial, se propone, según sus autores, acercarnos a “todo lo que los periodistas deben saber y los ciudadanos esperar”.
Los elementos del periodismo, portadaPorque lo cierto es que a fin de cuentas los periodistas nos debemos a los ciudadanos, que son los que sustentan, con su estipendio, nuestro quehacer diario al adquirir periódicos y o revistas, ver la televisión, escuchar la radio. De ahí que haya que decirles la verdad del momento, salga el sol por donde salga, aunque a veces no les guste a algunos.
Y eso es lo que han hecho después de años de estudio e investigación sobre la profesión y su relación con la ciudadanía los dos periodistas norteamericanos autores de la obra, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, ambos con una larga trayectoria profesional en su país, estableciendo una serie de principios que vienen a constituir la esencia del periodismo, la misma que anima a los ciudadanos a exigir una información de calidad que les permita valerse y decidir por sí mismos acerca de cualquier materia, después, eso sí, de haber sido informados adecuadamente, cosa que no siempre sucede.
A través de sus 271 páginas, y encuadrado en diez capítulos, los autores acercan al lector a temas que le atañen directamente al ser cliente de un medio, sea el que fuere, tales como para qué sirve hoy en día el periodismo, la búsqueda de la verdad a la hora de informar, para quién trabajan los periodistas, la verificación de las informaciones, la independencia que se le supone a los periodistas, cosa que a veces dista mucho de la realidad, la vigilancia que los medios deben ejercer sobre el poder establecido al tiempo que ser capaces de dar voz al que no la tiene o el periodismo como foro público, entre otros temas. Todo ello, partiendo de la base de que “Los humanos han intercambiado un conjunto similar de noticias a lo largo de la historia y en las diversas culturas”, según palabras de Mitchell Stephens en su obra History os News: From the Drum to the Satellite
La historia nos ha demostrado que cuanto más democrática es una sociedad, más noticias genera. Así, la primera democracia, la griega, confiaba en lo que se podía llamar un “periodismo oral”, que tenía lugar en el mercado de Atenas. Los romanos, por su parte, anotaban diariamente por escrito lo que acontecía en el Senado y en la vida social y política, anotándolo en el “acta diurna”. La Edad Media trae el autoritarismo, menguando la información que se conocía a través de juglares y trovadores. Lo que se podría considerar el periodismo moderno arranca en el Siglo XVII a través de las conversaciones que se mantenían en lugares públicos, principalmente en los cafés de Inglaterra, costumbre que posteriormente pasaría a las tabernas norteamericanas. La gente necesitaba saber, y los viajeros escribían en dichas tabernas lo que iban viendo por el mundo en unas hojas que les proporcionaba el dueño para poder ser leídas por los clientes.
“Y en cuanto a los hechos acaecidos en el curso de la guerra, he considerado que no era conveniente relatarlos a partir de la primera información que caía en mis manos, ni como a mí me parecía, sino escribiendo sobre aquellos que yo mismo he presenciado o que, cuando otros me han informado, he investigado caso por caso, con toda exactitud posible”. Este párrafo, que podía parecer estar escrito por un periodista la semana pasada en la guerra de Siria, fue escrito sin embargo en el Siglo V a. de C. por Tucídides, y pertenece a la introducción de su Historia de la guerra del Peloponeso, según podemos leer en la página 99 de Los elementos del periodismo. Es decir, que la búsqueda de la verdad ha sido una impronta a lo largo del tiempo.
Pero también es cierto que a la altura de nuestros días, cuando las televisiones y radios están retransmitiendo noticias las 24 horas del día, todos acabamos “bebiendo del mismo abrevadero”, según ha afirmado Geneva Overholser. En parte por la fusión de empresas periodísticas, otras por falta de personal o por eso que se ha dado en llamar el reporterismo electrónico. Ya no hay tiempo para nada, por lo que debido a ello, “En cuanto una historia sale del cascarón, toda la manada reacciona igual”. Lo tenemos en nuestros medios españoles, que no son diferentes a los demás en este aspecto. Sea el tema que sea –el caso Diana Ker es un ejemplo-: cientos de medios informando sobre si el móvil funciona, no funciona, si alguien vio a la china, le pareció verla, periodistas desplazados al lugar, metidos en el agua en busca del realismo que en algunos casos más que de periodismo de investigación podríamos estar ante un periodismo de exhibición.
Entre muchos temas tratados en sus páginas, el libro en cuestión se hace eco de un caso sucedido en Estados Unidos que se hizo mundialmente famoso, como fue el asunto del expresidente Bill Clinton, y la becaria Mónica Lewinsky, un escándalo sexual del que se hicieron eco miles de medios de comunicación, algunos de los cuales, por su seriedad, llegaron a estar en una situación incómoda, ante unas revelaciones explosivas que ellos no podían verificar, sobre todo cuando se trataba de fuentes anónimas. Pero no obstante ello tres medios informativos se atrevieron a publicar que, según había manifestado un tercero, había presenciado un encuentro íntimo entre el Presidente y Mónica Lewinsky, una noticia que posteriormente resultó ser falsa… Pero en torno al tema una periodista consiguió tener en pantalla durante dos horas en directo a Mónica Lewinsky hablando de las más puras intimidades de la pareja, mientras la becaria conseguía una publicidad fabulosa para vender su libro… Y es que el tema sexual, bien adobado, es oro molido en algunas televisiones.
Ante las llamadas fuentes anónimas, que unas veces pueden resultar sinceras y ciertas y otras intentar darnos a los periodistas gato por liebre, debemos adoptar una posición escéptica frente a este tipo de situaciones. Debido a la mucha tinta que corrió con respecto a este y otros temas en los que contaban y mucho los informantes anónimos, los periodistas de aquellas tierras adoptaron un lema que puede resultar curioso, pero convincente: “Si tu madre te dice que te quiere, compruébalo”. Posiblemente la madre de cada cual quiera mucho a su hijo, hija, pero por comprobarlo no se pierde nada…