Los peces de la amargura: tiempo etarra de plomo y muerte

Si como dicen los entendidos leyendo la novela Ulises, de James Joyce, se podría llegar a conocer la ciudad de Dublín, también podría decirse que leyendo Los peces de la amargura, del escritor Fernando Aramburu, podría llegar a conocerse, con una realidad bastante aproximada, lo que fueron los años etarras de plomo y muerte tanto en el País Vasco como en otros lugares de España.

los-peces-de-la-amargura_fernando-aramburu Los peces de la amargura: tiempo etarra de plomo y muerte
Portada de Los peces de la amargura, del escritor Fernando Aramburu

Nos encontramos ante un libro duro, muy duro, escrito por un hombre que vivió la realidad vasca de los años etarras de plomo y muerte, un tiempo en el que la banda terrorista ETA mataba en aras “de la liberación de Euskal Herria y por la expulsión de las fuerzas españolas de ocupación”.

Y mientras esto sucedía, una parte de esa sociedad vasca miraba para otro lado tras cada asesinato, porque al parecer el asunto no iba con ellos. No es de extrañar que ese gran periodista vasco que es Gorka Landáburu, quien sufrió atentados etarras en propia carne y al que dejaron mutilado, dijera en el documental El padre de Caín, referente al tema, que viendo como las persianas se cerraban al paso de cada cortejo fúnebre “sintiera vergüenza de ser vasco”.

Y Los peces de la amargura son el reflejo fiel, en papel tintado, historia tras historia, de lo que fue y significó aquel cortejo fúnebre. Historias ficticias, sí, pero tan próximas a la realidad que los que vivimos aquellos años, sobre todo desde la óptica periodística, podríamos decir que son la crónica anunciada de una realidad y una época de aquellos años y afortunadamente finiquitada, ya que al parecer ETA no quiere matar más.

No es de extrañar que el periodista y académico Arturo Pérez Reverte haya escrito con respecto al libro en El Semanal: “Créanme: no hay discurso de político ni información de prensa alguna que logre transmitir de forma tan contundente, estremecedora, el hecho de haber vivido y vivir la realidad vasca. La de verdad. La que nunca hay cojones para expresar en voz alta”.

Una realidad que en forma literaria vamos conociendo a través de diferentes historias como Los peces de la amargura, donde un hombre, destrozado por la situación de su hija, inválida por un atentado, se aferra a cualquier cosa para seguir viviendo. O esa Toñi de Madres, a la que la banda terrorista le mata al marido por venganza de otra muerte, ya que el hombre simplemente era guardia de tráfico en su pueblo; pero era un español, al parecer motivo más que suficiente para los de la marietta. Y encima la Toñi tiene que aguantar el menosprecio de alguna vecina que ya le había advertido de lo que podría suceder… En Maritxu conoceremos cómo una madre tendrá que viajar en autobús por tierras de Burgos para visitar a su hijo etarra encarcelado, un valiente gudari o soldado vasco al que enarbolarán en pancartas como un héroe en su pueblo, ya que para él y los suyos lo que cuenta es “la patria de los vascos”.

En la historia Lo mejor eran los pájaros, conoceremos cómo una madre cuenta a su hijo, todavía en su vientre cómo siendo niña la sacaron un día del colegio de monjas durante la clase y nadie se atrevía a decirle la verdad, que no era otra que el asesinato de su padre; una niña de 14-15 años, que solo pretendía ser una más entre sus compañeras…

Informe desde Creta es una espléndida historia contada durante un veraneo en Grecia por una esposa que un día se topó en el banco con un tipo muy raro, taciturno, solitario, poco hablador, con un miedo infernal a entrar en una sala de cine… Con el tiempo descubrirá que el hoy su fantástico marido fue siempre así porque a los nueve años vio cómo ETA mataba a su padre en San Sebastián en la parte trasera del Victoria Eugenia, cuando iban a entrar al cine e iban cogidos de la mano…

Un enemigo del pueblo es un daguerrotipo, una foto en sepia teñida de sangre de lo que pudo significar en el País Vasco ser un traidor a la causa etarra. El pobre Zubillaga jurará una y mil veces que él no delató a nadie, pero su pecado fue tener una carpintería, su lugar de trabajo, en un local pegado donde la policía descubrirá un arsenal de armas… La suerte estará echada no solo para él, sino también para toda su familia, a la que negarán incluso venderle provisiones el alimento diario.

Estas, y otras historias más, conoceremos en Los peces de la amargura, de un Fernando Aramburu que lleva más de 30 años viviendo en Alemania, pero un vasco que vivió en primera línea aquellos terribles años de plomo y muerte de una banda asesina que se llevó por delante la vida de más de 800 personas. A algún que otro joven de hoy que tanto habla de etarras nobles y arrepentidos, no les vendría mal echar una hojeada a algo que, desgraciadamente, ha sucedido, llevándose por delante a tantas vidas…

 

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha seis libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», y «Memoria Histórica. Para que no se olvide». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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