Se cumple el centenario del nacimiento del iniciador del boom de la novela latinoamericana
Hay una leyenda que cuenta que un día los principales escritores del boom latinoamericano se comprometieron a dedicar cada uno de ellos una novela a uno de los dictadores que habían detentado el poder en diferentes países del subcontinente. Así es como habría nacido uno de los arquetipos más fascinantes de la literatura contemporánea, protagonista de obras como “El otoño del patriarca” de García Márquez, “Conversación en la catedral” de Vargas Llosa, “El recurso del método” de Alejo Carpentier… y “Yo el supremo”, de Augusto Roa Bastos.
La novela de dictador es un subgénero con larga tradición en los países iberoamericanos. Algunos especialistas citan a “Tirano Banderas” (1926) de Valle-Inclán como la novela precursora de esta modalidad que dos décadas más tarde (1946) Miguel Ángel Asturias continuaría con “El señor presidente”. Sea como fuere, de entre todas esas obras “Yo el supremo” ha quedado para la historia como uno de los grandes hitos de la literatura universal. Y es por méritos propios porque se trata de una de las grandes novelas del siglo XX en lengua castellana. Su autor, el paraguayo Augusto Roa Bastos, hubiera cumplido cien años el día 13 de este mes de junio de 2017. Murió en abril de 2005 a causa de una caída en su domicilio, un accidente envuelto en una sórdida historia relacionada con su compañera Cesarina Cabañas, que terminó con la condena de ésta a seis años de cárcel. Roa Bastos dejó un legado de narraciones no muy amplio pero de una calidad exquisita.
Una vida en el exilio
De baja estatura, tímido y humilde, casi la mitad de la vida de Roa Bastos (murió con 88 años) transcurrió huyendo de las dictaduras de Natalicio González y Alfredo Stroessner, primero en un exilio bonaerense en el que se decidió su vocación literaria y luego, cuando Argentina se sumió en la dictadura de Videla, abandonando este país para refugiarse en Francia, donde ejerció como profesor de Literatura Iberoamericana en la Universidad de Toulouse. Casado con la española Iris Jiménez, el Gobierno de Felipe González le concedió la nacionalidad española en octubre de 1983. Había participado como combatiente en la guerra del Chaco cuando era un adolescente y desarrolló una carrera de periodista en Paraguay, ejerciendo como corresponsal en Londres del diario “El País” de Asunción durante la Segunda Guerra Mundial, de cuya experiencia extrajo algunos de sus relatos.
Hijo de una familia muy pobre, Roa Bastos había nacido en Asunción y fue criado en Iturbe del Manorá, en el departamento de Guairá, un territorio en el que la cultura y la lengua guaraní eran predominantes. Premio Cervantes en 1989, comenzó a ser conocido en el mundo de las letras de su país a raíz de la publicación en 1953 de “El trueno entre las hojas”. El éxito internacional le llegó en 1960 con su novela “Hijo del hombre” en la que el tema central lo ocupa la epopeya colectiva de la guerra del Chaco en la que Paraguay se enfrentó a Bolivia entre 1932 y 1935, una disputa artificial que encubría en realidad un conflicto entre la Standard Oil y la Royal Dutch por la explotación de la zona.
De profundas connotaciones religiosas (el hijo del hombre es un Cristo casi hereje tallado por un lutier de guitarras que vive en lo profundo de un bosque para ocultar su lepra) la novela está narrada con un estilo en el que Roa Bastos experimenta con la mezcla de los idiomas castellano y guaraní (“esa lengua gutural y melodiosa como el canto de los pájaros”) en una serie de historias que recuerdan algunos pasajes del Nuevo Testamento. El escritor asume la realidad guaraní de su país mezclando además la mitología indígena con la historia, la religión con las creencias populares, la épica con la lírica de América Latina. El crítico y escritor chileno Fernando Alegría afirma que “Hijo del hombre” fue la novela inaugural del boom latinoamericano.
Supremo roa bastos
Para escribir “Yo el supremo” Roa Bastos investigó en más de 20 000 legajos y documentos desde los que elaboró una narración colectiva centrada en la historia de un dictador del siglo XIX, José Gaspar Rodríguez de Francia, quien gobernó Paraguay desde 1811 hasta su muerte en 1840. En la novela se destacan las injusticias, la explotación, las persecuciones y los asesinatos de opositores al régimen en un clima de represión generalizada. Pero Roa Bastos trata de penetrar también en la personalidad del hombre que vertebró la identidad nacional del Paraguay transformándolo en un estado autónomo. Rodríguez de Francia fue un tirano, rehén de unos sueños de grandeza que convirtió en pesadillas de terror. Educado por los jesuitas, el despótico dictador heredó el espíritu anticapitalista de la Compañía y pretendió proteger su territorio a través de un gobierno paternalista de principios que pretendía influidos por la Ilustración.
En “Yo el supremo” Roa Bastos explora el estado patriarcal penetrando en los intersticios históricos de una dictadura del siglo XIX que es al mismo tiempo trasunto de dictaduras más recientes: “El Supremo es aquel que lo es por naturaleza. Nunca nos recuerda a otras, salvo a la imagen del Estado, de la Nación, del Pueblo, de la Patria”. Lo hizo desde la intertextualidad de registros literarios diversos, desde el monólogo interior hasta las circulares, arengas, edictos y deturpaciones como el “Cuaderno privado” del dictador o los apuntes que toma su secretario Patiño, convertidos en una narrativa literaria de excelencia.
Incendios
Las dos novelas que hemos citado, “Hijo del hombre” y “Yo el supremo”, son las mejores obras de Roa Bastos, y su enorme calidad hizo que sus lectores siempre esperaran con ansiedad nuevas novelas del autor, sobre todo porque “Yo el supremo” se publicó cuando contaba con poco más de cincuenta años, una edad en la que algunos grandes escritores dieron sus mejores obras. Sin embargo, aunque su obra no se reduce a esas dos grandes novelas (es autor de seis libros de relatos, teatro para niños, guiones de cine y varios libros de poemas) su limitada producción obedece a un elevado grado de autoexigencia.
Después de publicar “Yo el supremo” Roa Bastos estuvo trabajando en “El fiscal”, una novela con la que se especuló hasta que él mismo confesó que había quemado el original por no estar satisfecho con el resultado. Mil quinientas páginas y tres años de trabajo quedaron reducidos a cenizas. Al parecer era esta de quemar una actividad habitual en Roa Bastos, según una confesión que hizo en tres artículos publicados en junio de 1989 en el diario madrileño “El País” con el título “La quema de una novela”: “…enamorado de la perfección, mágica e inalcanzable como un espejismo, suelo destruir, quemar o arrojar en basureros insondables esas sombras inciertas y fallidas de los primeros originales (…) Tuve que destruir una novela inédita anterior a “Yo, el supremo” (…) quemé también unos 30 libros de cine (…) y una historia de la colonización judía en Argentina (…) quemé El fiscal porque tuve la ominosa sensación de que se trataba de una gran obra abortada”.
Roa Bastos no sólo destruyó obras que no llegó a publicar sino que repudió algunas de las publicadas, como “Hijo del hombre”, de la que llegó a hacer una segunda versión.
Ahora, cuando se cumple el centenario de su nacimiento, es una buena ocasión para degustar una prosa cuidada, en efecto, hasta en sus mínimos detalles, y gozar de una de las mejores literaturas que se hayan escrito en lengua castellana. Y que este rescate sirva como homenaje a Roa Bastos, tratando de imaginarlo durante la redacción de la obra maestra que es “Yo el supremo” cuando, aquejado de una enfermedad en las vértebras, se ataba a una silla con prótesis de almohadones para soportar el dolor mientras escribía.