En el Día Internacional de la Mujer hablamos también de mujeres y discapacidad. Ese problema que acompaña a la mujer sine die, que rara vez se comenta y que siempre se evita. Es conveniente recordar que fue España quien acogió el I Congreso Internacional de Mujeres y Discapacidad. Era un ocho de marzo de 2003. Entonces se nos recordaba que las mujeres con diversidad funcional vivían con una doble discriminación y exclusión; las propias de tener una discapacidad y las únicas por ser mujer.
En 1997, se realizó un Manifiesto Europeo de las Mujeres con Discapacidad de Europa en donde se puso de manifiesto la invisibilidad que hasta el momento había tenido que considerar el género en el tratamiento de las mujeres con una discapacidad. En este sentido, se hablaba de violencia de género. Esa que cruelmente sucede y en silencio pocas veces se reconoce y se denuncia. Pero, ¿qué hay de todo eso que se dijo hace catorce años?
Si nos vamos más atrás, el modelo social de la Discapacidad fue una denominación del académico Mike Oliver, en el Reino Unido, quien hablaba de los Principios Fundamentales de la Discapacidad como resultado de la filosofia del Movimiento de Vida Independiente elaborado por la Union of Physically Impaired against Segregation que data del año 1975.
Somos ciudadanas de pleno derecho y en ello estamos a la hora de exigir, no pedir, igualdad de oportunidades en relación al resto de las personas y debemos tener al alcancer la accesibilidad universal; es decir, dirigir y controlar la propia vida en igualdad de condiciones que el resto.
En este punto tendríamos de nuevo que hacer una reflexión en torno a la palabra que tan mal define a las personas con diversidad funcional. Son discapacitadas, sí, personas con discapacidad pero no están incapacitadas para asumir lo que hoy se sigue denominando rol femenino. Eso supone que las mujeres con una discapacidad pueden crear una familia, pueden tener hijos, pueden adoptar hijos, pueden ser responsables de una familia, pueden trabajar dentro y fuera del hogar, pueden compatibilizar estudios con trabajo, en definitiva, pueden.
Hoy, en marzo de 2017 seguimos enfrentándonos a unas dificultadades que nadie si no las ha padecido se imagina. El acceso a la vida y a las posibilidades hace que la capacitación de la mujer con discapacidad tenga que ser no solo demostrada sino que las desventajas son mucho más acusadas. La igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad se recuerdan siempre en las disposiciones de la Convención de Derechos Humanos sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer destinadas a salvaguardar los derechos de las niñas y de las mujeres con discapacidad.
El riesgo al que están expuestas sigue siendo el mismo que el del resto de las mujeres pero con un añadido más: la violencia de género, el abuso, el abandono, el trato negligente, los malos tratos, la explotación; son parte de las cuestiones que hoy se siguen sin contemplar porque sin educación, la mujer no puede elegir, solamente se conforma y ya no digamos si padece una discapacidad.
El reciente congreso internacional de Mujer y Discapacidad celebrado el pasado 28 de febrero en la ciudad de Ávila, cuyo lema fue «Cruzando fronteras», se hizo eco de la nula o poca atención que todavía tienen las mujeres con una discapacidad y la violencia que seguía estando presente en el día a día. ¿En qué seguimos siendo diferentes? Las mujeres con discapacidad se ven privadas y en muchos casos, se les limita el acceso a la educación por tanto, el índice de analfabetismo es mucho más alto en mujeres que en hombres con idéntica situación. Al estar menos cualificadas y encima, padecer una discapacidad, la tasa de paro es mucho más alta.
En muchas ocasiones, se ven privadas de tener una familia y se las llega a considerar que son asexuadas. Primero por su propia familia, y después por la sociedad que llega a frustrar la ilusión de ser algún día madres. Su dependencia con respecto a su pareja les hace no tener control afectivo y llegan a ser las más vulnerables a la hora de recibir malos tratos tanto físicos como psíquicos; ambos se callan o no se denuncian por miedo a perder a la pareja que las cuida. Cuando están enfermas el personal sanitario se dirige siempre a la persona que acompaña a la mujer con discapacidad, ninguneando a la misma y haciéndola sentir que depende absolutamente hasta de su propia salud. El acceso a la ginecología no se contempla muchas veces y llega a ser un problema si la mujer no puede acceder como las demás al «burro», por poner un ejemplo.
Todo esto supone que las mujeres con discapacidad sigan teniendo en el año 17 dificultad para defenderse, para expresarse, para acceder a la información, tienen mayor dependencia hacia el agresor, tienen baja autoestima, miedo a denunciar, tienen falta de credibillidad, y así un largo etcétera que nos hace pensar que algo no está moviendo a pesar de los movimientos sociales, las reivindicaciones y la exigencia del derecho a ser una persona como las demás.
El CERMI procuró en el II Plan Integral de Acción de Mujeres con Discapacidad 2013-2016, el impulso de las políticas públicas de género y discapacidad. En él se recogía la necesidad de llevar a cabo acciones concretas y específicas para fomentar la igualdad entre ambos sexos para que las mujeres con discapacidad pudieran participar de la vida social.
En el día en donde se habla de mujeres que han hecho historia, todas sin dejar una, son parte de la historia. De la historia de la superación personal, de una única experiencia que les hace ser aún si cabe, más grandes. La educación permitiría que muchas accedieran al conocimiento y por tanto, podrían elegir. Y también, el resto, sabría cómo dirigirse a ellas, y cómo tratarlas. Son iguales, se lo aseguro; tan solo tienen una discapacidad pero también poseen una resiliencia que les hace salir adelante airosas de casi cualquier situación.
Recordamos el teléfono del maltrato. El teléfono para personas con discapacidad auditiva, para mujeres que hoy, todavía ocultan que están siendo maltratadas. Si nos lees, si te duele, ¡llama! No deja rastro en la factura. Todos podemos ayudar divulgando que la discapacidad es una condición que se ve o no, pero detrás está la persona, la gra persona que cada día se levanta y dice, ¡vamos!.
A todas las mujeres con discapacidad, ¡gracias por darnos cada día ejemplo!
Hoy no es vuestro día, son todos los demás queridas.