En la noche del 22 al 23 de mayo de 2018 ha muerto a los 85 años Philip Roth, uno de los gigantes de la literatura estadounidense de todos los tiempos.
Tras su primer éxito en 1969 – “El lamento de Portnoy”, una comedia sexualmente explícita sobre un joven judío-estadounidense obsesionado con la masturbación y con su madre, y a lo largo de toda su vida, Philip Roth ha tratado temas muy diversos: desde la vida de las familias judías en el país que les acogió durante la Segunda Guerra mundial, hasta el sexo, el fanatismo y los excesos humanos, en ficciones mayoritariamente coronadas con prestigiosos premios y siempre con el aplauso de la crítica más exigente.
Su “Pastoral americana”, Premio Pulitzer de ficción 1998, es probablemente la más reconocida de sus obras y el Premio Franz Kafka al conjunto de su obra, recibido en 2001, el más importante de los recibidos. También recibió otros galardones premios en Estados Unidos y Europa y el Príncipe de Asturias ern 2012. Fue uno de los eternos aspirantes al Nobel, su nombre figuraba todos los años en la lista de candidatos.
Según el New York Times, Philip Roth deja un legado literario de primera magnitud compuesto por cuentos, ensayos y sobre todo novelas. Su trilogía americana, editada a finales de los años 1990, le situó definitivamente entre los más grandes del Olimpo literario. Además de “Pastoral americana”, escribió otras varias obras maestras: “Goodbye, Columbus” , “El escritor fantasma”, “La gran novela americana”, “Mi vida de hombre”, “Contravida” …La última, “Némesis”, publicada en 2010. Hace seis años, cuando cumplió 79, para sorpresa de colegas y críticos literarios anunció que se retiraba definitivamente del mundo de las letras.
Nieto de inmigrantes judíos del este de Europa, Roth creció en Newark, Nueva Jersey, y su vida y origen judíos fueron fuentes constantes de material en su obra. The Observer afirma que es el escritor judío-estadounidense que “hizo que la ficción judía se convirtiera en mayoritaria, permitiendo a los escritores judíos centrarse en algo más que ser simplemente judíos”. La puritana América hablaba de pornografía, de misoginia, de judaísmo obsesivo, de anti-judaísmo y finalmente de genialidad. Philip Roth se convirtió en un personaje famoso al que reconocían por la calle, como confesaba sin pudor: “He conocido la gloria literaria, la gloria sexual e incluso la gloria de que me creyeran loco. He recibido cientos de cartas semanales, algunas incluían fotografías de chicas en bikini. Tuve muchas ocasiones de echar a perder mi vida”.
Lector de Kafka y Flaubert, escribió decenas de novelas en las que siempre sobrevuela un humor muy peculiar, con el que se burla de ese país que es el suyo, “embriagado de sí mismo, de su materialismo y sus prejuicios”: “Estoy en primera línea de una fábrica de ficciones”, declaraba a Le Nouvel Observateur en 2007. En sus ficciones, Philip Roth intenta escapar a la dependencia física, a la enfermedad, a la muerte, y hace profesión de libertad.
“La capacidad de evitar ser encasillado y la universalidad de su mensaje explican el éxito de Roth”, que se inventa dobles –“Mi psicoanálisis me ha sido más útil como escritor que como neurótico”- a los que encarga ocuparse de sus angustias; personajes que se le parecen, como el famoso Nathan Zuckerman (“¿Qué soy realmente aparte de lo que puedo imaginar?”), escritor judío neoyorquino, su alter ego durante treinta años, la criatura de papel que había nacido en “The Gost Writer” (“El escritor fantasma, 1979) y a la que mató en “Exit Ghost” (“Exit el fantasma”,2007), “su libro más triste, un condensado de desilusiones de un hombre que piensa en su final”.