Phoenix: metáfora de un amor y un país

Phoenix, película considerada (después de la excelente Bárbara) mala sin paliativos por una parte de la prensa internacional y como “la segunda entrega de los traumas que arrastran los alemanes desde la guerra de 1939-1945” por otra, del mismo realizador que aquella (Christian Petzold) y la misma pareja protagonista (Nina Hoss y Ronals Zehrfeld), es un melodrama inverosímil, angustioso y melancólico que, incomprensiblemente para mi, consiguió el Premio de la Crítica en el Festival de San Sebastián 2014.

image40-e1433257507481 Phoenix: metáfora de un amor y un paísEs evidente que seguimos conmemorando el 70 aniversario del final de la Segunda Guerra mundial, aunque eso no debería justificar cualquier ocurrencia. El guión de Phoenix se ha basado en la novela “Le retour des cendres” (El regreso de las cenizas) del casi nonagenario autor francés Hubert Monteilhet.

Regresada literalmente de entre los muertos, Nelly Lenz, cantante berlinesa judía, es la única de su familia que ha sobrevivido al internamiento en el campo de exterminio de Auschwitz. Ayudada por su amiga Lene, miembro de la Agencia Judía de ayuda a las víctimas del Holocausto, y con el rostro totalmente desfigurado por la tortura, inicia un regreso a la vida que debería culminar con su instalación en Israel. Sin embargo, una vez que los cirujanos han “recreado” (que no reconstruido) su cara, y prácticamente curada de las heridas físicas, las psíquicas son otra historia, Nelly decide buscar a su marido, un pianista del que continúa enamorada, pese a que su amiga le dice que fue él quien la entregó a la Gestapo y que, para más abundamiento, «se divorció de ella» el mismo día de su detención (divorcio unilateral evidentemente, como si ocurriera en Arabia Saudí o en Yemen).

Nelly encuentra a Johnny convertido en camarero del Phoenix, un cabaret de la zona de ocupación americana cuyas luces iluminan las ruinas fantasmales de una ciudad destruida por las bombas; aunque, evidentemente, Phoenix remite también al mito egipcio del ave que renace de sus cenizas, retomado en Grecia por Herodoto (según la leyenda, cuando el Ave Fénix sentía que estaba próxima su muerte se construía un nido de hierbas aromáticas, se metía en él y se exponía al sol hasta que el calor le quemaba completamente, reduciéndole a cenizas; tres días después resucitaba, y aquí enlaza también con la leyenda cristiana). Y, como no, todavía cabe una tercera interpretación: es igualmente la Alemania de posguerra, literalmente diezmada y arrasada, convertida en un Fénix por el nazismo y la Shoah, que debe reconstruirse a partir de los escombros y los traumas.

Hasta aquí, todo relativamente en orden. Es a partir de este momento cuando la narración adquiere tintes más que improbables y se hace difícil de aceptar: la pareja se reencuentra, el marido no reconoce a su mujer ni siquiera cuando se la lleva a su casa para “enseñarle” a comportarse como lo haría ella, y así decir que se ha salvado y poder reclamar la herencia que le corresponde de los familiares que han perecido en el genocidio.

Aunque decir que es improbable es quedarse muy corto: en una pareja se dan infinidad de detalles, sensaciones, incluso olores reconocibles. Es absurdo que convivan y no se reconozcan, que el hombre no sea capaz de adivinar al original en la “copia”. En mi opinión, llegados a este punto la historia pierde todo el interés y se convierte en una sucesión de situaciones ilógicas que van desde el montaje de la llegada de la cantante a una estación, donde espera un grupo de amigos, hasta la hermosa interpretación de Speak Low (el estándar de jazz compuesto en 1943 por Kurt Weill con palabras de Odgen Nash, que se estrenó en Broadway en el musical One Touch of Venus) durante la cual el pianista finalmente “reconoce” a su exmujer.

Mercedes Arancibia
Periodista, libertaria, atea y sentimental. Llevo más de medio siglo trabajando en prensa escrita, RNE y TVE; ahora en publicaciones digitales. He sido redactora, corresponsal, enviada especial, guionista, presentadora y hasta ahora, la única mujer que había dirigido un diario de ámbito nacional (Liberación). En lo que se está dando en llamar “los otros protagonistas de la transición” (que se materializará en un congreso en febrero de 2017), es un honor haber participado en el equipo de la revista B.I.C.I.C.L.E.T.A (Boletín informativo del colectivo internacionalista de comunicaciones libertarias y ecologistas de trabajadores anarcosindicalistas). Cenetista, Socia fundadora de la Unió de Periodistes del País Valencià, que presidí hasta 1984, y Socia Honoraria de Reporteros sin Fronteras.

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