Porqué persistir en colaborar y no morir en el intento
Google compró la empresa británica Deepmind Technologies dedicada a la ‘Inteligencia Artificial’ en 2014, pasándose a llamar Google Deepmind. Los proyectos: AlphaGo (el programa Go venció a Fan Hui campeón de Go) o WaveNet (instruye a las máquinas a hablar simulando la inflexión de la voz humana) se han convertido en eventos reseñados para el resto de la población mundial, legos o expertos. La ‘Inteligencia Artificial’ está de moda.
El funcionamiento de este tipo de programas de ‘inteligencia artificial’ se basan en la imitación de una ‘red neuronal’, tecnología conocida con anterioridad, aunque agrega una importante y significativa novedad: las máquinas pueden aprender en base a los datos, al BigData. Y datos, Google, los tiene todos.
De Internet y de sus Redes Sociales estamos conociendo el valor de las acciones colectivizadas, aquellas que habiendo sido particulares y/o privadas son ahora colectivas. Y durante este salto hercúleo no solo ponemos nombre sino intentamos definir la ‘Inteligencia Colectiva’ que ya el anarquista Piotr Kropotkin insinuó en su obra “El apoyo mutuo”, también idea fundamental en su teorización. Esta idea positiva queda devuelta a una sociedad inmersa en la batalla del consumo de dispositivos móviles. Es la misma idea en la práctica, pero en efecto, desconociendo su significado e implicación no solo computacional sino sociológica.
Aunque a riesgo de introducir un ‘sesgo cognitivo’, mi idea de ‘inteligencia colectiva’ supone tener que aceptar el debate entre ‘autorreferencialidad’ y ‘referencialidad’. Hasta ahora se nos ha instruido en la necesidad: de apropiarnos particularmente de todo el conocimiento y en demostrarlo, de particularizar el éxito como sentido a la vida de uno o una, de mostrarnos arrogantes socialmente como fin, de apropiarnos sin mesura de bienes tanto materiales como intelectuales, de competir por parecer particularmente mejores… Y la ciencia ha fundamentado con teorías el respaldo de lo particular: darwinismo, teoría de sistemas, psicologismo filosófico, y por tanto el empirismo basado en David Hume… Y en este sentido, quienes se autorreferencian, quienes se interpretan a sí mismos en base a las anteriores necesidades, pueden estar invalidando o falseando este afán moderno por consumir dispositivos conectados a Internet si su fin es reflejarse a sí mismos en los destellos de las pantallas. En este caso, la pantalla pasa a convertirse en la versión moderna del ‘espejo mágico’ de “Blancanieves” de los hermanos Grimm. Recordemos que el espejo o mejor dicho el uso masivo del mismo fue un efecto de la revolución industrial en el S.XIX cuando, en este caso Occidente, pudo incorporar esta tecnología en sus viviendas.
Continuando con el ‘sesgo cognitivo’, la referencialidad podría significar instruirnos no solo en el conocimiento sino: en la ‘adhesión social’, en saber generar vínculos mutualistas con otros tanto para el beneficio biológico como conductual y político-social, en valorar la empatía como forma de acceder al conocimiento en y con otros, en disponer de recursos emocionales en este sistema de interacción para incluir todas las aptitudes, en entender esta ‘llave’ emocional en el acceso al conocimiento y los recursos,… Y en definitiva en aprender a colaborar. Aunque sin poder darse tiempo para superar el pecado de la ‘autorreferencialidad’ el resto del terreno es baldío.
En el afán de las prisas y de lo rápido un amigo con cierta ironía me insinuó: “la nada tiene prisa”. También este mutualismo puede comenzar a construirse definiendo el ‘tiempo social’. Tiempo y espacio siempre van juntos, y si el tiempo social distribuye métricamente una acción en un espacio social es porque otros pueden dar instrucciones participando en esa distribución. A veces, merece la pena convertir ese denominado aburrirse de esperar en ‘tiempos y espacios contemplativos’. Nadie comienza una fiesta sin sus anfitriones.
Y ahora que nos hemos puesto a ‘contar’ y a contabilizar, alguien tendrá que ‘poner el cascabel al gato’ y decir qué precio tiene realmente los datos que alimentan la ‘BigData’ si queremos ir hacia una ‘economía del BigData’ y demandar que la ‘Inteligencia Artificial’ es propiedad de la ‘Inteligencia Colectiva’. Quizá sea la excusa perfecta para no seguir riñendo a las niñas y a los niños por el tiempo que usan ‘fabricando’ gratis datos para otros en Internet.