Los alimentos funcionales llamados suplementos en el comercio actual ejercen su actividad en múltiples sistemas, especialmente el gastrointestinal, cardiovascular e inmunológico. Por ello, ni deben ser recomendados por un vendedor de herbolario ni debe usted ocultarle a su médico de familia que los toma. Estos suplementos se comportan como potenciadores del desarrollo y actúan como moduladores del metabolismo de los nutrientes, de la expresión génica, del estrés oxidativo y de la esfera psíquica; por tanto, no es baladí que los ingiera.
La construcción de alegaciones sanitarias dirigidas al consumidor deben cimentarse siempre tanto en el conocimiento científico como en una debida regulación legal. Es preciso por tanto, encontrar biomarcadores eficientes del efecto biológico, analizar las posibles interacciones y realizar estudios válidos en humanos antes de recomendar cualquiera de estos productos. El objetivo prioritario, sin embargo, debe ser obtener una nutrición adecuada a la persona; es decir, suficiente para que tenga una mayor calidad de vida y prolongue su bienestar la mayor cantidad de años posibles.
La promoción actual de la salud en torno a lo conceptuado como «natural» no obedece a ser más sano o ser mejor. No es posible que a los niños no se les vacune como si estuviésemos en el siglo XV y les expongamos a enfermedades que hoy en día siguen causando la muerte, como tampoco es posible que le demos bebidas energéticas a un anciano porque la cantidad de sodio añadida es tan alta que puede hacer un cuadro cardiovascular indebido.
No todo lo que se anuncia bajo el amparo de ECO, BIO o NATURAL es bueno, y no todo lo que se vende bajo el paraguas de una farmacia, herbolario o, actualmente supermercados, lo es tampoco. Todo, hasta lo que consideremos poco importante, afecta a nuestra salud.
Las fobias sociales en torno al colesterol, a la fibra, a los ácidos grasos poliinsaturados, al aceite de oliva, etc., obedecen a la moda de comer sano, ingerir lo adecuado, no abusar de lo que se vende como «malo» para la salud. Las denominaciones también influyen a la hora de comprar lo que es bio, eco o demuestra ser mejor para la salud, cuando no existen estudios científicos que avalen que un tomate ecológico sea más sano que uno que dispensa un productor que utiliza plásticos.
Comer sin gluten no es mejor que comer con gluten, simplemente no es necesario si no se es celíaco. No tomar sal o potasio no es mejor, puede entrar en coma si se lo autoretira y puede interaccionar en su metabolismo. Tomar bebidas energéticas no es mejor para mantenernos alertas, porque puede provocar un paro cardíaco y tomar bebidas isotónicas contribuye a aumentar los niveles de sodio en sangre. Así, un largo etcétera de cosas que compramos, nos tomamos y consideramos que son buenas para la salud.
La solución siempre pasa por una buena dieta adecuada a la edad y al nivel de actividad de la persona. La persona no se debe dejar amedrantar por modas ni por consejos de una persona conocida a la que le ha ido bien un tratamiento conceptuado como natural. Los efectos favorables de muchos alimentos para el perfil lipídico pasarían solamente por ingerir durante la semana pescado azul, aceite de oliva virgen extra, nueces, frutos secos variados, legumbres, manzanas, moras, cebada, avena, zanahorias, champiñón, ajo y cebolla. En cuanto al efecto antioxidante, tanto el tomate, como los arándanos, el ajo, la manzana o el limón actúan efectivamente sobre el estrés oxidativo. Como efecto antimicrobiano, los arándanos, el té verde, el ajo y la cebolla, y como efecto antiproliferativo, las naranjas, berenjenas, espinacas, soja, repollo, coles, coliflor, perejil, brécol, té verde y de nuevo ajo.
Esta evidencia científica en torno a los alimentos saludables que no están procesados y son frescos puede utilizarse sin control alguno, porque no son perjudiciales para la salud. Es preciso siempre adecuar lo que se ingiere al perfil del paciente y ver si tiene implicaciones en sus enfermedades crónicas tanto cardiovasculares, como cáncer, obesidad, diabetes, síndrome metabólico, enfermedades autoinmunes, etc.
Un desequilibrio nutricional, el abuso de la fitoterapia considerada natural, y la ingesta sin control de varios elementos que no conoce el médico de familia, pueden interaccionar con la medicación que sí debe tomar el paciente para lograr mantener su calidad de vida. Verduras, frutas, hortalizas, pescados, lácteos fermentado, aceite, frutos secos y poca carne es un seguro de vida para las personas en general, y para las de cierta edad, en particular.