Versión rioplatense del español

Andrés Montesanto¹

Ultimamente se puede ver por la Televisión Española y otros canales, un aumento de películas argentinas que obviamente no están dobladas, pero que a algunos españoles les cuesta comprender ciertas frases.

Como en el Reino de España coexisten varias lenguas oficiales, quizás sería oportuno incluir la lengua rioplatense (no hay que olvidar que argentinos y uruguayos, además del Río de la Plata, el mate, el tango y Gardel, comparten la misma versión del español), como otra lengua oficial. Ante la sonrisa de algún lector, quisiera comentar que, a este ritmo, pronto los inmigrantes argentinos superarán en número a todos los hablantes del euskera.

Hecha esta reivindicación, intentaré dar unas elementales nociones de esta versión del idioma, nacida posiblemente en el ansia de independizarse de la corona y de su lengua. Una sociedad que se perfilaba culta, no podía hablar una de las tantas lenguas indígenas porque carecían se estructura gramatical. El francés o el inglés, usual entre la clase dirigente, fueron descartados por razones prácticas. Así que se decidió tunear la lengua ya impuesta por los conquistadores, tarea a la que contribuyeron los millones de italianos que arribaron a esta costas, que hablaban en cocoliche.

La innovación fundamental de la gramática fue meterse con la segunda persona. Lo del tu no les cayó bien. Recuperaron el vos, pero con un enfoque íntimo y meloso, dotándolo de una mayor proximidad. No sólo el pronombre, las formas verbales del presente de todos los verbos se adaptaron también, dotándolas de acentuación aguda. Por ejemplo, el «tu eres», se convirtió en vos sos, «tu amas», vos amás, sentís, querés, deseás, flipás, soñás y odiás.

En las del pasado fue suficiente agregar una ese final, «tu amaste», quedó como vos amastes, sentistes o quisistes. Siempre endulzado con todo el azúcar que se le niega al mate. En el futuro no fue necesario intervenir.

Resumiendo, para la segunda persona del singular, al tiempo presente se le dio la acentuación del futuro, lo que explica porqué los argentinos siempre se han adelantado a los demás. O eso creen.

Este esfuerzo intelectual dejó agotados a los miembros de la Academia de la Lengua Rioplatense, porque al plantearse reemplazar al «vosotros» y sus verbos, simplificaron la jugada utilizando el ustedes, con los verbos en tercera persona del plural. La intimidad que se logró con el interlocutor, se convirtió en prudente distancia con el grupo. «Vosotros sois», se reemplazó con ustedes son, ustedes aman, sienten, quieren, desean, flipan y odian. Hay que reconocer que se ha ganado en practicidad y simpleza.

Además han mezclado los verbos y sustantivos como cuando se mezclan las cartas antes de repartirlas. Hoy diríamos personalizar el lenguaje. Por ejemplo, a «beber» le dicen tomar, a «tomar» comer, a «coger» agarrar (el verbo castizo lo utilizan para el pecado). A la concha, caracol, ya que en lugar del caparazón de un molusco los hombres nombran así al objeto de sus deseos sexuales. A la pija, cheta, lo otro es para el órgano masculino. A encamar, internar, revolcarse con otra persona en una cama es encamarse. Al bus urbano, colectivo, al interurbano micro, al metro subte y al taxi tacho.

A la falda, pollera, al sujetador corpiño, a la braga bombacha (igual que unos pantalones amplios sujetos a los tobillos, de origen turco, que utiliza la gente de campo). A los calcetines zoquetes, al jersey pulóver, a la cazadora campera y a la chaqueta saco.

En esta sesuda revisión del idioma, se empoderó a las preposiciones. Un sustantivo cambia completamente de significado según el acompañamiento. El ejemplo más típico es el «pedo», que además de la conocida ventosidad puede traducirse así: al pedo, en vano; de pedo, casualidad; por los pedos, ajustadamente; año del pedo, muy antiguo; como el pedo, pésimo; estar en pedo, borracho o loco; ni en pedo, jamás; nube de pedos, fantasía; un pedo embotellado, horrible; a los santos pedos, rapidísimo; cagar a pedos, fuerte reprimenda; un pedo en una canasta, efímero; como pedo de vieja, intrascendente; cuando los pedos se tiraban con honda, súper antiquísimo.

Pero hay más. Los habitantes de la ciudad de Buenos Aires, llamados porteños, porque la ciudad era, y sigue siendo, la puerta del país (algunos la consideran la puerta del mundo), incorporaron una jerga de origen carcelario llamado lunfardo. Este lenguaje que usaban los ladrones, fue adoptado hasta por los sectores más cultos y se difundió por todo el mundo a través de las letras de los tangos, que como se sabe nació en ambientes orilleros.

Para aproximarnos, vamos por las personas. Las mujeres son minas (¿será por la obsesión de los hombres a penetrar en ellas?), minusias, percantas o papusas. Si es de de las provincias, china. Su figura se la conoce como percha, y si es baja, petisa. Los tipos son puntos, si son ricos, bacanes y los nuevos ricos, piojos resucitados. Si son mendigos, linyeras, cirujas o crotos. Si es un chulo, cafisio; y si juega a los caballos o pingos, es un burrero. Si es gay, trolo. Los chicos son pibes o pendejos y los viejos jovatos. Si es listo y simpático, piola; experimentado, canchero; fanfarrón cancherito; un impostor es un chanta. Los padres son los viejos y los abuelos los nonos.

La cabeza, se conoce como balero, mate, cucuza, azotea o bocho (este último se refiere más al contenido). Los cabellos, piolines, pirinchos o chapas. La boca, trucha; los brazos remos; las piernas gambas y los pies pezuñas. El corazón, bobo y la barriga busarda. Lo que se suele llamar culo, es el orto, tanto el enfoque anatómico como el figurado como suerte.

A los gilipollas, boludos o pelotudos. A las odiosas, conchudas. Acá hay que hacer una aclaración, hay algunas palabras que varían completamente su significado según el contexto. El ejemplo más claro en boludo. Si al cruzar por un paso de cebra, un taxista no lo respeta y casi me pisa los mocasines, le grito ¡Qué hacés, boludo!, y si al llegar a la acera opuesta me cruzo con un amigo que hacía tiempo no veía, le digo ¡Qué haces, boludo! Intente el lector repetir esta frase saludando a su pareja e increpando el vecinito que le está rayando el coche con el pedal de la bici.

El llamado de atención se conoce como ¡guarda!, el policía es cana, botón o taquero; el militar milico, y la mili es la colimba; el ladrón chorro, y el soborno coima o cometa. Un revólver es un bufoso. Trabajar es laburar; financiar o contener, bancar y todo lo falso o ilegal, trucho. El dinero es la guita; un peso es un mango, mil, una luca y un millón, un palo. Si son muchos pesos, un toco o un fangote. Especular es bicicletear, y el vendedor de dólares negros, un arbolito.

Un ligue es un levante o un fato, los cuernos guampas y ser sorprendido in fraganti se conoce como cazado en orsay. Eludir es gambetear y huir es piantar (que también se aplica a la locura). Un apartamento para encuentros, un bulín, y si es modesto pero con gusto, mistongo. La cama, es la catrera. Vestir bien es empilchar; seducir o convencer, chamuyar; y acariciar, franelear. Engañar es engrupir; denunciar, botonear; y si se señala públicamente, escrachar.

Los argentinos son muy observadores, eso se traduce por los verbos que usan. Pispear es atisbar, si se insiste, vichar; si se fija la vista, junar; y si se hace con atención, relojear.

Un borracho es un curda, y un haragán un fiaca. El que molesta, un hinchapelota; y el que se encuentra con los calzoncillos bajados, se dice que tiene los lienzos a media asta. El oficio más antiguo del mundo se conoce como changuear, aunque changa o changuita se llama a una chapuza. El prostíbulo es un quilombo (viene de los refugios de los esclavos brasileños fugados), que también se asigna a un desorden mayúsculo.

Los españoles son gallegos y los italianos, tanos. Un buen tipo es un gaucho y uno muy jodido, un guacho.

Bien, pero esto no es todo. Para que el lector tenga una idea de lo que son capaces de hacer los rioplatenses, en este caso con el idioma, se les dio por hablar al vesre. Esto es, invertir el orden de las sílabas de algunas palabras: vesre se traduce como revés. Interesante ¿no?

Y así tenemos como loco se dice colo, macho choma, o marido dorima. Bacán se vuelve camba, cancha chacan, punta tapún y botón tombo. Abajo ajoba, conmigo congomi, trabajo jotraba y cuarenta tacuaren. Vieja javie, mujer jermu, gente tegen (hay un cuento muy popular con esta palabra), hotel telo, pensión siompe, uruguayo yoruga y gallego yoyega.

Pagar se vuelve garpar, caminar namicar, hembra brame, bigote tegobi y amigo gomía. Zapato se traduce como timbo.

Creo que está suficientemente sustentado el pedido de que se incorpore el rioplatense a la lista de lenguas oficiales del Reino de España.

  1. Andrés Montesanto, médico jubilado y escultor argentino, residente en Málaga, ha publicado recientemente su primera novela, Buscando a Elena, en Versión Original Subtitulada (en argentino con las palabras del lunfardo traducidas).
  2. Artículo propuesto para nuestros lectores por nuestro colega José Antonio Sierra.
editor
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1 COMENTARIO

  1. Tenemos una lengua española tan rica e idónea para su correcta pronunciación y escritura que no merece estas deformaciones. Naturalmente apreciando al pueblo argentino pues se impone su idiosincrasia, sin embargo, el propio pueblo español que debería cuidarlo a ultranza, lo deforma.

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