Dice Andrés Trapiello en “Las armas y las letras”, su estudio sobre la literatura de la guerra civil española y el exilio, que las verdaderas “novelas” de esta guerra son las memorias, los diarios, los ensayos, los libros de historia.
Han sido estos géneros los que han recogido los acontecimientos de la contienda, pero hay algo de cierto en la afirmación de Trapiello porque algunos lo han hecho con un lenguaje tan próximo a la literatura que a veces dudamos de si lo que se cuenta en estas narraciones pertenece a la realidad o a la ficción.
La mejor prueba de este acercamiento de la verdad histórica a la literatura se encuentra en “La forja de un rebelde”, la trilogía de memorias noveladas que el escritor Arturo Barea escribió desde su exilio en Londres y que antes que en español fueron publicadas en inglés (“The Forging of a Rebel”), entre 1941 y 1946, traducidas por la austriaca Ilsa Kulcsar, la segunda esposa de Barea, a la que conoció en el Madrid sitiado de la guerra civil.
Tal fue el éxito de la obra que en dos años ya había sido traducida a diez o doce idiomas. No hubo ninguna versión española hasta el año 1951, cuando Santiago Rueda publicó en su editorial Losada de Buenos Aires una edición que en España circuló clandestinamente y que aquí no se distribuyó hasta 1978. Fue en estos ejemplares en los que leí por primera vez esta obra deslumbrante. Como curiosidad, la traducción al español tuvo que hacerse desde la versión inglesa, pues el manuscrito de Barea había sido destruido. La primera edición de una editorial española fue la que en 1985 publicó en tres entregas la editorial Plaza y Janés.
Acaba de aparecer ahora una nueva edición de “La forja de un rebelde”, publicada por Cátedra, que incluye en un solo volumen “La forja” (1907-1914), “La ruta” (1920-1925) y “La llama” (1935-1939), las tres partes en las que Barea concibió esta crónica autobiográfica de corte barojiano (con reminiscencias de Galdós), que reconstruye desde su biografía la vida española desde comienzos del siglo hasta el fin de la guerra civil.
Esta nueva edición de Francisco Caudet tiene además el mérito de estar precedida de una extensa introducción y de un pródigo caudal de citas a pie de página que contextualizan la obra, el periodo histórico, la cultura de la época y las peripecias biográficas que Arturo Barea narró con inspirado pulso literario.
En todas ellas laten los sentimientos con los que el escritor se aferra a lo más puro y noble de su pasado para reafirmarse en su insegura situación de exiliado.
A pesar del tiempo transcurrido desde su publicación el interés de “La forja de un rebelde” no ha decaído con el paso del tiempo y constituye, además, un camino ejemplar de iniciación a la literatura.
Las dos primeras partes de “La forja de un rebelde” están dedicadas a la infancia y a la juventud, fundamentales en la formación de la conciencia social del protagonista y en las que sitúa las raíces de la catástrofe que se avecinaba. La tercera, tal vez la menos literaria pero la más rica como testimonio documental, se centra en la guerra civil.
A lo largo de la trilogía Barea reconstruye el proceso histórico, económico y social que desembocó en la guerra desde la perspectiva de un testigo de los hechos, al tiempo que analiza la estructura política y social de la España de la época. Barea dijo de sus memorias que en ellas únicamente había tratado de registrar “la vida tal como la he visto, vivido e intuido entonces, y la historia de mi adaptación a aquella vida”.
Literatura española del exilio
Junto con Max Aub, Francisco Ayala, Ramón J. Sender, Manuel Andújar y Paulino Masip, Arturo Barea es uno de los representantes de quienes se vieron obligados a escribir en el exilio lo mejor de su obra.
Arturo Barea (Badajoz, 1897-Faringdon, 1957) fue un niño pobre del Madrid de los primeros años del siglo XX, una ciudad a la que su madre había llegado desde Badajoz con cuatro hijos de corta edad después de quedarse prematuramente viuda. Un tío adinerado pagó su educación en un colegio católico privado, aunque su muerte impidió a Barea continuar su formación.
Su infancia a orillas del río Manzanares, donde su madre trabajaba como lavandera, es evocada en “La forja de un rebelde” junto a los escenarios del Puente de los Franceses, la Pradera de San Isidro y el Puente de Toledo, por donde el niño Barea correteaba con los amigos y los vecinos de la humilde barriada madrileña de Lavapiés. Después, también por los paisajes del Campo del Moro, Príncipe Pío, Las Vistillas y el Parque del Oeste, lugares de su infancia y de su adolescencia que más tarde fueron escenarios de sangrientos enfrentamientos en la guerra.
Durante el servicio militar Barea estuvo destinado en Marruecos y participó en la batalla de Annual en 1921. Esta experiencia fue decisiva para determinar su militancia política en el socialismo en tiempos de la República.
Licenciado, trabajó como empleado de banco, administrativo de la Hispano-Suiza, ejecutivo de una oficina de patentes y llegó a abrir una fábrica de juguetes que lo llevó a la ruina. Se casó muy joven con Aurelia Grimaldos, con quien tuvo cuatro hijos y de la que se separó.
Durante la guerra civil trabajó en la Oficina de Prensa y Propaganda del Gobierno republicano y en 1938 se exilió en Londres, con Ilsa. Allí trabajó como crítico literario y periodista en el Servicio Latinoamericano de la BBC, donde firmaba sus crónicas radiofónicas con el seudónimo Juan de Castilla (en sus colaboraciones radiofónicas en el Madrid republicano firmaba con otro seudónimo, ‘La voz incógnita de Madrid’). Estas grabaciones de la BBC, registradas en discos de 78 rpm, fueron destruidas, aunque Nigel Townson las publicó en 2000, en la editorial Debate, junto a otros ensayos, cartas y artículos de Barea para “La Nación” de Buenos Aires, en dos tomos con el título de “Palabras recobradas”. Radio Nacional de España conserva una de aquellas grabaciones, probablemente la última que se emitió antes de su muerte. El éxito de estos programas hizo que la BBC lo enviase en 1956 a Argentina, Chile y Uruguay en una gira por centros culturales en los que leía sus textos a un público iberoamericano extasiado por la personalidad y los relatos de Barea.
Las Publicaciones Antifascistas de Cataluña editaron su primer libro “Valor y miedo” en 1938, cuando Barea ya había salido de España. Es un libro de relatos cortos y estampas solanescas, sobre la vida en el frente y la retaguardia durante los primeros años de la guerra, la obra de un escritor principiante en la que ya se percibe su talento literario. En “La forja de un rebelde” se narran todos estos avatares y otros muchos de la vida de un escritor cuya carrera quedó truncada por la guerra y el exilio.
Además de “Valor y miedo” y “La forja de un rebelde”, Arturo Barea escribió dos ensayos literarios, “Lorca el poeta y su pueblo” y “Unamuno”, y también “La raíz rota”, una narración en la estela de las dos primeras.
A su muerte, su esposa Ilse reunió en “El centro de la pista” los cuentos dispersos que había publicado en varias revistas, y recientemente se han conocido cartas inéditas del escritor a su familia y a sus hijos, a los que no volvió a ver desde que salió de España.
Magnífica reseña de una gran obra, gracias.
Sin duda una buena noticia esta nueva edición de la obra de Arturo Barea. Como bien escribe el autor, Arturo Barea participó en el desastre de Annual, en su segunda parte ‘La ruta’ cuenta su experiencia en Marruecos, una de las mejores referencias escritas de nuestra presencia en la zona, y que, ya auguro, será muy tenida en cuenta el próximo año cuando se cumpla el centenario de estos hechos históricos.