Relaciones entre América Latina y el Caribe (ALC) y la Unión Europea (UE) (y 5)

Transcurrido un tiempo suficiente desde la celebración de la Tercera Cumbre UE-Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) en Bruselas los días 17 y 18 de julio, en el marco de la quinta presidencia española del Consejo de la UE, es razonable hacer un balance, lo más objetivo posible, de dicha Cumbre.

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En el centro el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante la cumbre UE-CELAC © Agencia Brasil

Sobre la declaración final

Como en todas las cumbres internacionales, la Declaración final de la que nos ocupa es, en gran medida, una declaración de intenciones en lenguaje diplomático.

En los primeros artículos hay una apelación constante a los valores compartidos y a las Cartas y Declaraciones de las Naciones Unidas (ONU) con el compromiso para combatir la discriminación y la violencia de género y para promover los derechos laborales según los Convenios de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) y los derechos indígenas de acuerdo a las declaraciones de la ONU.

Novedoso es el artículo diez que reconoce que la «esclavitud y la trata de esclavos, que incluye la trata trasatlántica, fueron tragedias atroces en la historia de la humanidad, no solo por su aborrecible barbarie, sino también por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la esencia de las víctimas, y que la esclavitud y la trata de esclavos constituyen un crimen de lesa humanidad».

Como también lo es, en una Cumbre eurolatinoamericana, el artículo once por su oposición al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba.

Y también lo es el artículo trece sobre las Islas Malvinas, tomando nota la UE de la posición de la CELAC, basada en la importancia del diálogo y el respeto al Derecho internacional en la solución pacífica a las controversias.

Y el artículo quince, cuya negociación fue muy difícil, que expresa la preocupación por la guerra de Ucrania, apoyando una paz justa y duradera y la iniciativa sobre la Exportación de Cereales por el Mar Negro.

La Declaración continúa con consideraciones sobre la Agenda 2030, la colaboración para un nuevo pacto financiero mundial, cómo hacer frente al cambio climático, sobre el derecho al acceso al agua y la cooperación internacional postpandemia, hasta el artículo veintiocho que hace referencia a la contribución potencial de la agenda de inversiones Global Gateway en América Latina.

Otros temas que aparecen en la Declaración son la transformación digital, la fabricación de vacunas, el comercio abierto y justo o la corrupción.

Se valora la diplomacia de la Asamblea parlamentaria Europea-Latinoamericana (EUROLAT) y la Asamblea Parlamentaria Paritaria África, Caribe y Pacífico-UE (ACP-UE) y de la misma manera, la labor desarrollad por la Fundación ALCUE.

Toman nota del Foro UE-ALC y de la mesa redonda de empresarios, celebradas antes de la Cumbre, muestran su preocupación por la situación en Haití, por el proceso de paz en Colombia o por las negociaciones sobre Venezuela en México.

Y llegamos el final, con el artículo 41, importante porque casi justifica la celebración de la Cumbre, y que dice así: «Reconociendo nuestro interés estratégico común para mantener una colaboración de alto nivel periódica entre la UE y la CELAC, acordamos celebrar cumbres cada dos años (la próxima tendrá lugar en la región CELAC en 2025) y reuniones ministeriales de Asuntos Exteriores para impulsar nuestros compromisos comunes. Esperemos seguir estudiando la aplicación de la Hoja de Ruta birregional 2023-2025, presentada en esta Cumbre (y que se adjunta a la Declaración). Se establecerá una instancia de coordinación consultiva entre la UE y la CELAC para velar por la continuidad y el seguimiento entre las reuniones de alto nivel y para preparar y organizar reuniones ministeriales de Asuntos Exteriores UE-CELAC».

Lo que se ha dicho

En el artículo anterior de la serie señalábamos que la Declaración tenía aspectos considerados decepcionantes y otros considerados positivos.

Entre los primeros: la no mención de la autonomía estratégica abierta, el tratamiento del acuerdo UE-MERCOSUR, la confusión entre intereses y valores y la imposibilidad de incluir un plan de actuación propiamente dicho sustituido por una elemental hoja de ruta.

Y entre los segundos, nos referíamos al mecanismo de consultas y coordinación para preparar futuras reuniones, a la estrategia de inversiones Global Gateway, al triunfo del pragmatismo, a la recuperación de América Latina y el Caribe en la política exterior de la UE o a la inclusión de nuevos temas que hemos señalado antes.

Entre los días 24 y 28 de julio se celebró un curso de verano en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en Santander, organizado por la Fundación Carolina (FC) y la UIMP, con el patrocinio del Gobierno de Cantabria y el apoyo del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), titulado «América Latina y la UE, socios de un mundo en cambio, Una nueva etapa en las relaciones UE-CELAC».

En una de sus sesiones -sigo nota de prensa de la FC- se defendieron opiniones interesantes pensando en el futuro de las relaciones, entre las que destacamos ahora las dos siguientes: Josep Borrell, alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, insistió en que si bien la cumbre UE-CELAC puede considerarse un «éxito diplomático», aún «queda mucho por hacer». En cuanto a la autonomía estratégica señaló que «es hacer que las dependencias no amenacen a los otros».

Por su parte, Carlos Andradas, rector de la UIMP, puso énfasis en la importancia de la educación en el marco de las relaciones birregionales y en la necesidad de fortalecer la cooperación entre instituciones educativas.

Se han puesto también de manifiesto otras muchas cosas. Veamos algunas:

Esta Tercera Cumbre UE-CELAC cuenta con un largo historial de cumbres eurolatinoamericanas desde la primera cumbre UE-ALC de Rio de Janeiro en 1999 hasta la sexta cumbre celebrada en Madrid en 2010, siguiendo con la primera y segunda cumbre UE-CELAC en Santiago de Chile y Bruselas en 2013 y 2015 respectivamente, a las que siguieron una reunión informal en Berlín en 2020 y varias reuniones ministeriales en Santo Domingo en 2016, Bruselas en 2018 y Buenos Aires en 2022.

En términos económicos y de cooperación tampoco se ha producido un abandono, como afirma la retórica al uso para justificar la importancia de las relaciones eurolatinoamericanas.

La Cumbre nos deja también una nueva agenda de inversiones, en el marco de la Estrategia Golden Gateway, de 45.000 millones de euros hasta 2027 en sectores como la transición verde, la transformación digital y el desarrollo humano; iniciativa que ha sido muy bien valorada por los agentes económicos, como por ejemplo, la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe.

Al respecto, Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de la CAF, ha afirmado que «Europa y América Latina y el Caribe son compatibles en sus valores, su visión del desarrollo y su comprensión del mundo. Somos un producto común de la historia».

Incluso se mantienen esperanzas de que se firme el acuerdo con el MERCOSUR antes de que acabe la presidencia española.

Quizás el tema más polémico que planeó sobre la Cumbre fue la condena de la invasión rusa de Ucrania, adoptándose un acuerdo que, cuando menos, trataba de respetar las posiciones de los países latinoamericanos.

Sin embargo, parece haber acuerdo en que las cosas han cambiado. La Declaración indica que la era de la relación neocolonial, la imposición, la fuerza, la amenaza y la coacción, han terminado, para dar espacio al diálogo, el respeto y la comprensión.

El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en la rueda de prensa final, dijo que la UE aspira a darle un nuevo ímpetu a las relaciones birregionales; Josep Borrell estimó que se recupera el impulso diplomático «para evitar otra década perdida» y Javi López, copresidente de la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana (EuroLat), en su decimoquinta asamblea, afirma que se abre una nueva etapa en las relaciones «caracterizada por un mayor diálogo, por una institucionalización más fuerte de nuestros vínculos, y por la voluntad de abordar, juntos, los grandes retos globales que hoy nos interpelan como el cambio climático, las amenazas a nuestras democracias, o el cuestionamiento del derecho internacional».

Por otra parte, la Cumbre ha sido importante para posicionar a la CELAC con su propio peso continental e internacional.

Como se puede apreciar, hay opiniones para todos los gustos, así que me referiré a continuación a algunas valoraciones de especialistas en el tema.

Alejandro Frenkel (Universidad Nacional San Martín, Argentina) en «La Cumbre UE-CELAC: ¿Un acercamiento sin acuerdos?», publicado en la revista Nueva Sociedad, se refiere a la carencia palpable de acuerdos y proyectos tangibles.

La Cumbre puso de relieve las diferentes preocupaciones de ambas regiones. En definitiva, se reanudan los encuentros entre mandatarios latinoamericanos y europeos con lo que se fortalece el diálogo para afrontar cuestiones que atañen a ambas regiones, pero también se pone de manifiesto que hay prioridades no compartidas y que la falta de acuerdos sustantivos basados en una mayor horizontalidad sigue siendo una deuda pendiente en la agenda birregional.

Detlef Nolte y María Victoria Álvarez (Instituto alemán de Estudios Globales y Regionales-GIGA) han afirmado que es una Cumbre entre luces y sombras y que dejó una sensación «agridulce» pues «demostró que las dos regiones están lejos de tener una visión estratégica común». Señalan además la desunión y la heterogeneidad latinoamericana.

Carlos Malamud (Real Instituto Elcano, España) se ha referido a la evidente voluntad de profundizar la relación birregional con un mayor interés europeo y menor latinoamericano, a causa de la fragmentación. Por ello están importante que se cierre el acuerdo con MERCOSUR.

Y me referiré también a la opinión del presidente chileno Gabriel Boric: «Europa, América Latina y el Caribe, no quieren depender de nadie. Ni de Estados Unidos ni de China» y el expresidente Ricardo Lagos, en La Tercera de Chile opinando que conviene tener a la UE como socio cercano, dado el complejo escenario global.

Como no puede ser de otra manera, me referiré a la importancia que tiene que en los acuerdos birreginales participe la sociedad civil, incluidas empresas, universidades y centros de estudios y análisis.

Como dice Érika Rodríguez Pinzón (investigadora y asesora especial de Borrell), en Latinoamérica son las sociedades y no solo los gobiernos los que piden construir una relación a largo plazo con la UE. No me cabe la menor duda que el Pacto Verde Europeo es un gran motor de cooperación. De ahí que los foros, a propósito de cualquier Cumbre, se organicen con objetividad, señalando con claridad los criterios de participación y representatividad.

Tomás Mallo Gutiérrez
Americanista. Investigador en instituciones como Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos, Comisión Europea, UNESCO y Fundación Carolina. Autor de numerosos libros y artículos sobre América Latina y sus relaciones con España.

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