«La Venus de las pieles» (La Venus à la fourrure) del director franco polaco Roman Polanski, brillante adaptación de la obra teatral de David Ives inspirada en la novela homónima del escritor austriaco Sacher-Massoch ha cerrado este sábado la competición oficial del festival de Cannes, que concluirá el domingo con la proyección fuera de concurso de «Zulu», un thriller francés rodado en inglés en Africa del Sur, y con el esperado Palmarés.
Es la tercera vez en su prolífica filmografía que Roman Polanski adapta una obra teatral. Recordemos antes «Carnage» (Un dios salvaje) basada en la obra de la francesa Yasmina Reza, o «La muerte y la doncella» a partir de la obra del dramaturgo chileno Ariel Dorfman. Se trata en esta ocasión de una obra teatral con sólo dos personajes, magistralmente interpretados por Mathieu Amalric y Emmanuelle Seigner. Por su excelmente puesta en escena como por sus actores, la película de Polanski es también una seria aspirante a figurar en el Palmarés.
La acogida en las sesiones de prensa ha sido sin embargo mitigada pues algunos le reprochan de haber hecho un ejercicio de estilo sobre teatro filmado. Un proceso que me parece injustificado, ya que la puesta en escena de Polanski es rigurosamente fluída y cinematográfica, al filmar ese huis clos en el interior de un teatro parisino, en donde se enfrentan en un mano a mano un director y una actriz que acude para una prueba.
El guión, como la obra teatral en que se basa, están inspirados en la novela de Sadech-Massoch, célebre escritor del siglo XIX , de cuya obra procede la denominación de masoquismo, donde se relata la relación que se establece entre Severin y Wanda, cuando él le cuenta un sueño que tuvo inspirado en el cuadro de Tiziano «La Venus en el espejo».
En la película el actor Mathieu Amalric es un director de teatro que está a punto de volver a su casa, cuando irrumpe en el teatro (el teatro Hebertot de París) una exuberante y vulgar actriz que llega con retraso para una prueba en el papel de Vanda en «La Venus de las pieles».
Si al comienzo la chica se expresa con un vocabulario vulgar y suplica al director unos minutos de su tiempo, cuando finalmente empieza a interpretar el papel, se produce en ella una verdadera metamorfosis. Su dicción, su sensualidad y sensibilidad dejan boquiabierto al director, con el que va a ir creando esa misma relación de dominante y dominado que existe en la novela de Massoch.
Teatro, ficción y realidad se confunden. Los diálogos de la obra teatral se mezclan con las replicas entre ambos personajes. Polanski con buen sentido del humor, libra un sutil juego de espejos, al filmar esa relación de seducción y de poder hombre- mujer, director- actriz, dominante y dominado.
Si Mathieu Amalric por su baja estatura tiene cierto parecido con Polanski, y Emmanuelle Seigner es la esposa en la vida de real del director franco polaco, Polanski ha negado en sus declaraciones en Cannes que esa ficción tenga nada que ver con su propias inclinaciones o experiencias personales: «Lo que me interesó en esa historia era la comicidad de la obra teatral» afirmó Polanski.
Nebraska
En competición hay que destacar asimismo «Nebraska» del norteamericano Alexander Payne, un simpático road movie, que cuenta como un anciano que por momentos pierde la razón, se empeña en ir a cobrar un premio de un millón de dólares que afirma haber ganado. En realidad se trata de una mentirosa publicidad de esas que llegan cada día por correo, en donde se afirma que «usted es el ganador… » a condición de ganar un concurso que nunca ganas.
Un tema que recuerda el de «Una historia sencilla» de David Lynch, presentada en Cannes en 1999, aunque el tratamiento de Payne es diferente y con una mayor carga de humor. El viejo senil pero testarudo se empeña en recibir su premio y uno de sus hijos cede a su demanda para protegerlo.
La relaciٕón de los dos hijos con el padre y con la madre es abordada con emoción y humor en este clásico road movie, de brillante fotografía en blanco y negro. Los hijos y la esposa acompañan finalmente al anciano en esa travesía de los Estados Unidos, con buenos momentos de comedia irónica, pero un poco larga en sus casi dos horas de metraje.
Only lovers left alive
En la recta final de la competición hemos visto también «Only lovers left alive» del norteamericano Jim Jarmusch, que ha sido acogida con división de opiniones. Se trata de una simpática comedia negra cuyos personajes son vampiros perdidos en el siglo XXI, que han atravesado todas las épocas.
Un excelente casting con Tom Hiddleston, Tilda Swinton y John Hurt, sirven esta película en la que Jarmusch visita con nostalgia el mundo de la música y de la literatura a través de los siglos y buen número de citas cultas, y algunos chistes, pero con un guión que a fín de cuentas resulta poco consistente para un largometraje. No quedan artistas que se arriesguen a asumir sus delirios, viene a decirnos Jim Jarmusch, con este guiño al cine de vampiros.
De su filmografía, a menudo brillante, prefiero películas como «Ghost dog, la via del samurai», «Broken flowers» o «Stranger than paradise».
Decepción también por las películas de dos directores que eran muy esperados en Cannes: con «La inmigrante» el norteamericano James Gray firma un melodrama a la antigua, con la muy llorona actriz francesa Marion Cotillard, en uno de esos papeles de mujer víctima y pecadora que alimentaban antaño los seriales. Una inmigrante polaca que llega al Nueva York de los años veinte y es engañada por un proxeneta. Decepción doble con el actor Joaquin Poenix al que admiramos en películas anteriores de ese mismo director, como «Two lovers».
El danés Nicolas Winding Refn, quien cautivó en Cannes con «Drive» en 2011, ha reincidido ahora con el mismo actor canadiense Ryan Gosling, pero en esta ocasión con un hiperviolento y sádico thriller rodado en Tailandia «Sólo Dios perdona». Su cuidada dirección de fotografía que busca crear una sórdida atmósfera, está al servicio de una historia de violencia y venganza carente de interés. Triple decepción pues incluso Kristin Scott Thomas, brillante actriz en tantas ocasiones, resulta aquí caricatural.
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