Rusia: elecciones y conservadurismo del siglo XXI

Victoria esperada de Rusia Unida y baja participación. Más del 52 por ciento de los potenciales votantes de las elecciones parlamentarias rusas no acudió a la cita. Y si acudió fue para apoyar una determinada idea de gobierno. Porque la mezcla de crisis (sanciones económicas del exterior, conflictos de Crimea y Ucrania), más una cierta estabilidad interna, confluyen en un sistema productor de conservadurismo social que beneficia al Kremlin.

El partido que respalda a Vladimir Putin (RU) obtuvo en torno al 54 por ciento de las papeletas electorales  de las listas partidarias, a las que habrá que sumar los que sean elegidos individualmente (sistema de voto mayoritario) en 225 distritos. Por el momento, entre los 14 partidos que compitieron electoralmente, además de RU, únicamente el Partido Liberal Democrático de Vladimir Zhrinovski (aquel ultraderechista excéntrico), el Partido Comunista de la Federación Rusa y el Partido Rusia Justa, obtuvieron porcentajes (entre el 15 y el 8%) que les permiten tener representación. Esos tres partidos responden conscientemente al concepto de “oposición leal”, en la que se mezclan los comunistas de Guennadi Ziugánov y los ultranacionalistas de Zhirinoski. Los demás, por el momento, quedan fuera de la Duma, aunque puedan obtener algún parlamentario aislado en la elección individual.

Recesión y menor nivel de vida

La preocupación mayor de los ciudadanos (ahora) no es que las cosas vayan mejor, sino que no empeoren”, declara Marina Krasilnikova, de Levada, organismo de análisis sociales y políticos (La Libre Belgique, 17-18 de septiembre). Para los rusos, la recesión tiene que ver con las crisis exteriores ya citadas, pero también con la bajada de los precios del petróleo, que –todo el mundo lo sabe- no dependen del Kremlin.

El PIB cayó un 3,7% en 2015. Esa cifra negativa pasará del 4% en 2016. Pero cuando hace un año y medio visité Moscú por última vez -el conflicto con Ucrania ya estaba sobre la mesa- no vi tantos signos de pobreza callejera como en París, Bruselas o Madrid.  Y percibí una mejora de las infraestructuras  y del nivel de vida (con relación a mi visita anterior, en 2007). Según define mi colega belga Sabine Verhest (en LLB, ya citado), el panorama del ciudadano ruso común “no es particularmente risueño, ni verdaderamente siniestro”.

Expresión militar, diplomacia y acomodo social

De fronteras para afuera, como potencia militar y diplomática, Rusia se ve a sí misma menos débil que hace unos años. Y Putin tiene la voluntad de mostrar que ha roto algún tipo de frustración geopolítica heredada de la desaparición de la URSS. Esa idea de ruptura conlleva una política militar más agresiva, que se ha manifestado en Crimea, Ucrania y Siria. También en algunos elementos que parecen revitalizar el viejo espíritu de la guerra fría (aunque Rusia no es la única responsable de ese relativo retorno a la guerra fría). Sin embargo, el efecto -al menos para su opinión interna- es positivo y  muy distinto al impacto contrario que tuvieron las dos guerras chechenas (desde 1994 hasta principios del siglo XXI).

Crimea vuelve a estar en poder de Rusia (aunque no se reconozca internacionalmente) y la intervención en Siria puede terminar impulsando allí algún tipo de paz. Esa es la perspectiva optimista desde Moscú. Y la voz del Kremlin vuelve a ser respetada, según lo ven también muchos rusos.

Además, la nueva generación urbana parece menos inclinada a las protestas, entre otras cosas porque pueden resultar arriesgadas personalmente. No parece que vaya a haber grandes manifestaciones por la limpieza (más o menos dudosa) de las elecciones, como hace tres o cuatro años. Sí,  hay protestas puntuales, pero no están al nivel del pasado cercano. Alexei Petrov, vicedecano de la Universidad de Irkutsk, le ha dicho a la corresponsal de El País (17 de septiembre) que “la generación que ha madurado con Putin se ha criado como si estuviera en un invernadero”.

Según la politóloga María Lipman, el ajuste económico está siendo asumido por las familias y los individuos, que –sencillamente- tampoco esperan mejora alguna de ninguna fuerza de oposición.  Pero según Lipman, “no son zombis, idiotas, ni ingenuos”. Son conservadores, sencillamente. Para esa franja mayoritaria, “el statu quo es mejor que el cambio, hasta en período de recesión. Y por ahora, el cambio puede resultar problemático”.

Elecciones, prestigio exterior y rearme patriótico

Esta vez no parece que vayan a reproducirse las protestas de 2011 y 2012 por las irregularidades electorales. De nuevo algunas se han probado incluso mediante grabaciones de vídeo (crónica de Luis Pérez en TVE, 19 de septiembre). Según The Moscow Times, sin las presuntas manipulaciones el voto verdadero a favor de RU se situaría en torno a un 40% (14 puntos por debajo de la cifra oficial). Pero parece que esas irregularidades han sido menores que en 2011 y, además, hay una normativa más estricta sobre las manifestaciones y reuniones públicas. Organizar protestas es más difícil. No faltó la represión contra participantes en aquel movimiento de hace cuatro años. Y el rearme patriótico posterior a Crimea, junto al ‘éxito’ de la intervención en Siria, sirven de aliviadero: muchos ciudadanos perdonan al poder unas cuantas sombras y parte de sus penurias personales.

Relevo generacional y ortodoxia

La influencia recuperada de la iglesia ortodoxa actúa también como calmante. Eso permite a un obispo declarar (International New York Times, 15 de septiembre): “La voz de la iglesia y la de los políticos de Rusia, no de todos pero sí de la mayoría de ellos, es la misma”.

Oficialmente, la Federación Rusa sigue siendo un estado laico; pero la nueva ministra de Educación y Ciencia, Olga Vasílieva, es una teóloga especialista en la historia de la iglesia ortodoxa rusa en la época de la Unión Soviética. Su nombramiento reciente está en consonancia con los ‘anclajes espirituales’ (educación patriótica y moral)  definidos por Putin  (ver la crónica de Elena Vicéns, El País, 15 de septiembre).

Esos anclajes (viejos-nuevos) no contradicen, una cierta renovación interna. Más de la mitad de los parlamentarios serán novatos en la próxima Duma. Quizá Putin prepara su reelección en 2018 o su propia salida controlada, como ya hizo cuando dejó de ser presidente en 2008 (para regresar al cargo en 2012). Según Arnaud Dubien, que dirige el Observatorio Franco-Ruso en Moscú, se está produciendo “una renovación en el aparato del Estado” que confirman los nombramientos a nivel regional, entre los funcionarios del Kremlin y en las instituciones de la seguridad (en la FSB, que sucedió al KGB). Hay un cambio generacional, “la rotación más importante desde 2007”, según señala Dubien (L’Humanité, 16-18 de septiembre).

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Presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin. 

Un jefe carismático frente a los ‘agentes extranjeros’

La posibilidad de que vuelva a expresarse una potente oposición en la calle, se reduce también porque –a pesar de que baje el nivel de vida o de que pueda haber manipulación electoral- las organizaciones sociales se arriesgan a ser incluidas en el listado de ‘agentes extranjeros’ (según la ley), si reciben subvención o son relacionadas de algún modo con otros países. El último caso conocido es el del centro demoscópico Levada (La Vanguardia y El País, 7 de septiembre). Fue estigmatizado así días antes de que los rusos votaran. Para declararlo ‘agente extranjero’, las autoridades citaron –entre otros detalles- sus vínculos con universidades estadounidenses, en especial, pero también británicas, nórdicas y alemanas, así como su colaboración con el Instituto Gallup. Hasta citaron las becas de las que se habría beneficiado Levada.

Desde Levada, su director, Lev Gudkov, hace un análisis bastante directo (crónica de Vadim Kamenka en L’Humanité, ídem): “Está claro que el descontento social es fuerte, por la caída importante del nivel de vida en dos años (-20%), por la inflación que progresa, por el impacto que eso tiene en los salarios y en el poder adquisitivo de los rusos. El poder se prepara ante ese descontento y reaccionará con las fuerzas de seguridad. Eso se traduce en un reforzamiento de la censura y en el control de los medios de comunicación”.

Ese control, que no es absoluto pero sí muy extenso, alcanza también otras áreas de la comunicación hasta más allá de las fronteras de la Federación Rusa, a través de medios como Rusia Today (RT), la agencia Sputnik, etcétera. Claro que Rusia –hay que recordarlo- no es la única potencia que crea una televisión mundial en distintos idiomas para expresar su influencia en el debate mediático planetario.

En cualquier caso, es innegable que -a pesar de todos los problemas que asedian a Rusia- Putin sigue gozando de una cierta popularidad, de un cierto carisma. Y eso no es incompatible con la desgana de muchos rusos a la hora de votar. Contraponen la figura fuerte de Putin a la imagen de una oposición asfixiada y minoritaria. Así que Rusia se nos aparece con frecuencia como una sociedad muy del siglo XXI; quizá en mayor medida que los Estados Unidos. Es un gran país que navega en una especie de mar de la posmodernidad deletérea, pero nada hipotética, donde la despolitización apoya figuras fuertes que ayudan a elevar el ánimo social.

En resumen, no hay que esperar a saber si a los rusos les llega un Donald Trump cualquiera. Ya tienen a Putin, ese gran jefe carismático. Alexandre Dorma, especialista en psicología política, afirma: “El jefe carismático trata (siempre) de dar confianza, como un antidepresivo”.  Hasta en Washington, Putin puede parecer el malo conocido que es mejor que el bueno por conocer. Y eso resulta tranquilizador no sólo para la mayoría de los rusos.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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