En 1945, de la mano de Carlos Edmundo de Ory, aparece un nuevo movimiento poético bautizado como Postismo, una corriente neovanguardista en la que también figuraban Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi, y a la que se fueron uniendo Gloria Fuertes, Ángel Crespo, Gabino Alejandro Carriedo, Juan Eduardo Cirlot y Fernando Arrabal.
Algunas obras de Ignacio Aldecoa y Camilo José Cela se situaron también en la órbita del Postismo (hay una divertida fotografía de Cela con Ory en 1952, aunque más tarde el autor de «La colmena» tachó su novela «Mephibosseth en Onou» cuando ejercía de censor).
El manifiesto fundacional de este movimiento se redactó en el Café Castilla de Madrid la noche del día de Reyes de 1945, la misma en la que era galardonada Carmen Laforet con el Premio Nadal por su novela «Nada». En el texto del primer manifiesto (seguirían otros tres) se reivindicaban la inspiración irracionalista y las cualidades estéticas de la obra poética, así como el espíritu lúdico. También se manifestaban «en rebeldía contra la escuela y huestes de Garcilaso».
Con conexiones con el Futurismo de Marinetti y el Dadaísmo de Tristan Tzara, el Postismo tuvo también influencia en el teatro de su tiempo, como se aprecia en algunas obras de Francisco Nieva, y conexiones con pintores de Dau al Set como Tapies y Cuixart.
Junto con el grupo Cántico (Cernuda, Aleixandre, Gerardo Diego), el Postismo fue el mayor fenómeno literario de la posguerra española. Tanto la revista «Cántico» como «Raíz», fundada por Juan Guerrero Zamora con Alfonso Sastre como secretario, publicaron versos de Ory.
El Postismo era un movimiento heterodoxo, herético e iconoclasta opuesto al oficialismo imperante, que se manifestaba contra las tendencias dominantes de la época, sobre todo la religiosidad y el patriotismo. Bebía de las fuentes del surrealismo (daba gran importancia al subconsciente) y contó con el apoyo de intelectuales como Eugenio D’Ors.
Tuvo principalmente dos órganos de difusión, las revistas «Postismo» y «La Cerbatana», que a pesar de contar con la protección oficial de Juan Aparicio sólo publicaron un número.
Aunque su primer libro de poemas, «Versos de pronto», se publicó en Madrid en 1945, Edmundo de Ory desarrolló su obra primera fuera de España, sobre todo en París y Amiens, donde residió desde 1955 trabajando como bibliotecario de la Maison du Culture y donde fundó el Atélier de Poésie Ouverte (APO), muy enraizado con la Internacional Situacionista de Guy Débord y la contracultura de los sesenta.
El Atélier promovía «la poesía como juego de los objetos que transforman la ignorancia en conocimiento», «la primacía de la subjetividad», «la dislocación de todas las fronteras artísticas». Desde 1952 escribió también cuentos: «El bosque», «Kikirikí-Mangó», «El alfabeto griego» y «Basuras» (en 2001 reunió casi todos en «Cuentos sin hadas»). El onirismo, lo fantástico y lo alucinatorio están también en su prosa. Entre sus ensayos, en 1964 la Editora Nacional publicó «Camus o el ateísmo in extremis» y Taurus «Una exhibición peligrosa». Sobre Federico García Lorca escribió otros dos, reeditados en 2019 por la editorial El Paseo.
En 1963 Edmundo de Ory publicó «Los sonetos», una compilación que fue ampliada en 1988 con el título de «Soneto vivo», que contiene también «Lapis lázurius» y «Para algunas sensibilidades» (el soneto es una de las estrofas más apreciadas por las vanguardias de todas las épocas).
En 1970 Félix Grande reunió la obra de Ory en «Poesía 1945-1969», y gracias a esta iniciativa mucha gente descubrió a un poeta original y revolucionario que enlazaba con las vanguardias de los primeros años del siglo veinte. En 1971 aparecieron los poemas de «Técnica y llanto», en torno al amor como fuerza panerótica de unificación. Más tarde «Poesía abierta» (1974), «Lee sin temor» (1976) y los volúmenes antológicos «Energeia (1940-1977)» y «Metanoia» (1978) y en 1979 «La flauta prohibida», uno de sus mejores poemarios, si no el mejor. En 1981 vieron la luz «Miserable ternura» y «Cabaña».
Partiendo de las experiencias modernistas en cuanto al lenguaje, en el que introduce numerosos neologismos y manipulaciones fonéticas y morfológicas (nepentes, indevoto, rinconocido), Ory utiliza en su poesía la sátira y el humor para ironizar contra las grandes corrientes humanizadoras de su tiempo, como el amor conyugal y el existencialismo religioso.
Para Ory la realidad que nos rodea es tan irracional y desolada como la imaginaria, por eso en su poesía se confunden realidad e imaginación. En 1999 aparece «Melos melancolía», un libro donde resume su trayectoria polifacética al mismo tiempo que reflexiona sobre la experiencia poética y donde concurren la infancia gaditana y el autoexilio.
En el mundo interior del poeta se entremezclan impulsos tanáticos y dionisíacos, vibraciones religiosas de la espiritualidad oriental del Tao y el budismo zen con elementos de la Beat Generation.
La «Música de lobo» que recogió la más completa selección de su poesía, define a Ory como lobo errante, solitario e indomable. Esta antología, publicada en 2003 por Galaxia Gutenberg y preparada por Jaume Pont, fue calificada por la crítica como una de las aventuras creativas más intensas y deslumbrantes de los últimos sesenta años.
Carlos Edmundo de Ory nació en Cádiz el 27 de abril de 1923, hace cien años, y su peripecia vital puede seguirse a través de los tres volúmenes de sus excéntricos «Diarios», publicados en 2004.
Hijo del poeta modernista Eduardo de Ory, quien era amigo de Rubén Darío y Amado Nervo (también de Alfonso XIII), su padre vaticinó en uno de sus versos «Tú serás poeta/poeta preclaro».
En su Cádiz natal, una ciudad a la que volvía intermitentemente, fue uno de los fundadores de la Real Academia Hispano Americana. La Junta de Andalucía lo nombró Hijo Predilecto en 2006. Murió en Thézy-Glimond, un pueblo en el norte de Francia, el 11 de noviembre de 2010.
El gaditano José Manuel García Gil publicó en 2018 una excelente biografía de Carlos Edmundo de Ory con el título «Prender con keroseno el pasado», título sacado de uno de los «aerolitos» del poeta, unos aforismos de su invención, muy originales: «la poesía es un vómito de piedras preciosas», «la risa es el sexo del alma», «El silencio es la música de Dios».
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