Edvard Munch: pinturas como gritos

Una exposición y un libro traen a la actualidad la obra de uno de los artistas más polémicos

La obra de Edvard Munch (1863-1944) estuvo, más que la de ningún otro artista de su época, marcada por las circunstancias biográficas de su infancia. Fue un niño enfermo y triste, huérfano temprano de una madre que murió de tuberculosis, enfermedad de la que poco después moría también su hermana Sophie.

El-friso-de-la-vida-portada Edvard Munch: pinturas como gritosEn el libro “El friso de la vida”, que la editorial Nórdica acaba de publicar coincidiendo con la exposición en el museo Thyssen de Madrid, Munch escribe: “Recibí en herencia dos de los peores enemigos de la humanidad, la tuberculosis y la enfermedad mental”.

En efecto, la tuberculosis lo persiguió durante toda la vida, al mismo tiempo que sus frecuentes crisis depresivas y su alcoholismo lo obligaban a largos internamientos en siquiátricos. Pero de estas crisis nació lo mejor de su obra. “La niña enferma”, uno de sus primeros cuadros y uno de los más valorados, representa el ambiente agobiante de la habitación de su hermana durante los días de agonía y su obsesión por la muerte, uno de los temas más frecuentes en su obra. Munch diría en algún momento que todo lo que pintó posteriormente tiene su origen en este cuadro.

Del simbolismo al postexpresionismo

Después de iniciar estudios de Arte en Oslo, donde se relacionó con las corrientes literarias y artísticas del momento, en 1885 Munch hace su primera visita a París, donde el ambiente bohemio y el descubrimiento de Monet, Renoir, Degas y Pisarro lo atraparon para siempre. Aunque volvió a Noruega, su voluntad había quedado prendada de aquella ciudad en la que los artistas vivían una libertad desconocida en su país.

En 1887 expuso en el Salón de los Independientes su serie “El friso de la vida”, lejos ya de las convenciones al uso. Volvió en 1889 para quedarse una larga temporada estudiando con Bonnat los nuevos caminos de la pintura, marcados entonces por Gauguin.

Munch-El-grito Edvard Munch: pinturas como gritos
Munch: El grito. Arriba: Melancolia

A su regreso a Oslo el pesimismo y la soledad eran ya presencias arraigadas en su obra. Son los años de “Melancolía”, “Ansiedad”, “Muchachas en el puente” y sobre todo “El grito”, la obra que lo encumbró y lo llevó a una popularidad inédita en su ambiente, entre el escándalo de sus contemporáneos. Fue aquel el momento en el que sus líneas se volvieron alargadas y sinuosas, sus colores planos y fuertes, de un gran valor expresivo y simbólico, y el paisaje (la costa, el bosque, el abismo, la noche) se convirtió en el vehículo predilecto de sus obsesiones: la angustia, el sentido trágico de la vida, el odio, el deseo, el amor y el sexo, los celos, la sumisión… los arquetipos de la vida anímica del ser humano.

De ahí el acertado título de la exposición del Thyssen, que reúne unas ochenta obras de su prolífica carrera (se calcula que pintó más de ochenta mil), ordenadas en apartados bautizados con los títulos de sus obsesiones: amor, muerte, melancolía, pánico, mujer, melodrama, nocturnos, vitalismo, desnudos. No está ninguna de las versiones conocidas de “El grito”; tan sólo una litografía que contiene todos los elementos de la obra original. No importa, porque toda la obra de Munch no es sino un prolongado y dramático grito.

Aunque vivió también en Alemania (fiel a sus principios, su exposición en la Berliner Künstlerverein precipitó una escandalosa clausura), a París volvía una y otra vez. En 1896 pintó para el Teatro de la Ópera los decorados de “Peer Gynt”, el drama de Henryk de Ibsen, a quien había conocido en Oslo. A su regreso a Noruega abandonó definitivamente el simbolismo para dedicarse en exclusiva a un postexpresionismo muy personal. Murió en soledad, como había vivido, en su casa de Ekely, en 1944, en un país ocupado por los nazis.

Un escritor que pinta

Es conocida la obsesión de Edvard Munch por acumular y guardar todo lo que hacía. Se dice que cuando murió había en su casa más de 28 000cuadros. No destruía ninguna de sus obras, ni originales, ni bocetos, ni copias, ni ensayos… Paralelamente a su actividad artística, Munch escribió durante toda su vida y lo conservó casi todo: cuadernos del colegio, esbozos literarios, fragmentos de obras nunca terminadas, cartas, artículos, telegramas, listas de la compra, postales, escritos de memorias y de arte… Con parte de este material, el Museo de Munch, en Oslo, ha editado “El friso de la vida”, título tomado de una de sus series pictóricas, un libro que la editorial Nórdica edita ahora en España.

Munch escribió un gran número de aforismos y reflexiones sobre el arte, en los que expresa, paralelamente a su pintura, las obsesiones que le acompañaron toda su vida, de una manera ahora literaria: “Rafael, el pintor de la belleza, murió de sífilis. Shakespeare murió como rentista. ¿Es el vicio el que anhela la pureza o la pureza la que necesita de la suciedad?” dice en uno de ellos.

Uno de los aspectos más interesantes son sus revelaciones acerca de su concepto de arte como lo contrario de la naturaleza. No se puede pintar copiando la naturaleza, afirma: “No pinto lo que veo sino lo que recuerdo”. Según Munch, esa es la única manera para que el pintor ofrezca lo más valioso que tiene, sus sentimientos más profundos, su alma. A lo largo de sus “Esbozos literarios”, Munch va dando pistas sobre la génesis de algunas de sus obras: “Vampiro”, “Madonna”, “La sirena”, “Melancolía”, “El beso”, “Asesinato”… y, claro, “El grito”: “Paseaba por el camino con dos amigos cuando se puso el sol. De pronto el cielo se tornó rojo sangre… la sangre se extendía en lenguas de fuego… sentí que un inmenso grito recorría la naturaleza”.

También se recogen textos de sus momentos más oscuros (“Los apuntes del loco”) y “Diarios íntimos” en los que vuelca sus dudas existenciales y de nuevo sus obsesiones, la muerte (“¿Hay un Dios o no lo hay?”), el alma y la locura. Y el amor: “Los antiguos tenían razón cuando decían que el amor era una llama – puesto que como la llama sólo deja tras de sí un montón de cenizas”.

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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