Roberto Cataldi¹
La participación de los intelectuales en las revoluciones y guerras civiles durante el Siglo Veinte en defensa de derechos cercenados, valores y principios universales, fue un hecho frecuente, bástenos la amplia convocatoria que tuvieron durante la Guerra Civil Española, al punto de calificar ese siglo como el siglo de los intelectuales. Un tema conexo es el de los intelectuales al frente de ejércitos privados tras una misión.
Los ejércitos privados actuales son empresas de contratistas militares autorizados por los gobiernos en zonas de conflicto, sujetos a un status jurídico dudoso. Para el Derecho Internacional serían «combatientes ilegales». En estas empresas algunos ven las tradicionales «compañías de mercenarios». Claro que al mercenario le interesa solo el beneficio económico y, no sería el caso de los integrantes de ejércitos privados que acompañaban en sus aventuras románticas a ciertos intelectuales, ya que tenían otras motivaciones. El romanticismo fue un movimiento cultural que cubrió todas las áreas, extendido por toda Europa y, dio prioridad a los sentimientos, cuando no a las pasiones.
Lord Byron, el mayor poeta del romanticismo británico y uno de los mayores de lengua inglesa, fue un hombre de gran magnetismo personal, aunque excéntrico y polémico, también ácido y cruel. Algunos sostienen que padecía un trastorno bipolar. De su biografía se rescata una natural inclinación por la defensa de los débiles y los oprimidos. A pesar de su homosexualidad se casó con una joven rica y, por los malos tratos ella amenazó con denunciarlo, él huyó de Londres para nunca regresar. Luego lo designaron en el Comité de Londres para la independencia de Grecia y le asignaron un regimiento, pese a su falta de experiencia militar, además tenía una malformación en un pie que le originaba una marcha defectuosa. Byron planeaba atacar la fortaleza de Lepanto en manos del Imperio Otomano, pero murió antes por causa de una sepsis. No se permitió que lo enterraran en la abadía de Westmintster, en el Rincón de los Poetas, por su cuestionable moralidad.
Yukio Mishima fue un gran escritor japonés, proveniente de una familia aristocrática en franca decadencia. Rechazada su incorporación al ejército por su débil condición física se convirtió en físicoculturista, lo demuestran las fotos con el musculoso torso desnudo, también era tartamudo y logró ser un individuo plurilingüe, hechos que revelan la fortaleza de su personalidad. Se graduó de abogado pero debido a su temprano éxito literario abrazó la carrera de escritor y en 1968 le otorgaron el Premio Nóbel de Literatura. Pero Mishima estaba obsesionado con el pasado glorioso del Japón y el estricto código de ética de los samurais (Código Bushido). Japón había perdido la guerra, experimentaba una profunda occidentalización, y él presentó al gobierno un plan de rearme militar y moral de su país, haciendo hincapié en la patria y los kamikazes. Fundó «La Sociedad del Escudo» inspirado en el ejército personal de Lord Byron que financió con su propia fortuna personal y, Mishima hizo lo mismo con los ingresos monetarios de sus libros que eran un éxito. El prestigio que gozaba fue decisivo para que se admitiera que los integrantes de su sociedad entrenaran junto al ejército nipón.
Mishima en varias oportunidades había protestado contra el Tratado de Seguridad que prohibía el rearme de Japón luego de la derrota y había adoctrinado a sus seguidores.
Dicen que en su casa, de aspecto occidental, se vivían costumbres niponas rígidas y que él tenía una homosexualidad que su ficción desnudó en «Confesiones de una máscara».
En noviembre de 1970 la noticia de su muerte dio la vuelta al mundo. Mishima con unos treinta hombres de su sociedad secreta, vestidos con viejos uniformes de las tropas imperiales, tomó el Cuartel General de las Fuerzas Japonesas de Autodefensa y, fue la última página de las más de tres mil de un manuscrito que dejó sobre su escritorio horas antes. A los soldados que se interpusieron los mataron a sablazos y tomaron de rehén al general Mashita. Desde el balcón arengó a unos dos mil soldados, también había unos cuantos periodistas. La arenga no superó los ocho minutos, pues los soldados reunidos en la plaza de maniobras lo abuchearon. Regresó al interior de la sala donde estaba el general prisionero, descubrió su torso y procedió al seppuku o harakiri, ritual suicida japonés destinado a salvar el honor. En el pasado feudal esta práctica la adoptaron samurais como los 47 Ronin (leyenda nacional) y muchos combatientes japoneses al perder la Segunda Guerra Mundial, incluso Emilio Salgari en 1911 así se quitó la vida.
Mishima se hundió un cuchillo en el vientre y su discípulo Morita intentó decapitarlo tres veces, pero fue Hiroyasu Koga quien culminó la decapitación que terminó con su agonía. Seguidamente Morita efectuó su propio harakiri por no haber sido capaz de asistir al maestro, Koga también lo decapitó. En fin, una historia de romanticismo extremo donde el más importante escritor japonés de su época no advirtió que ya no podría formatear su nación, se vivían otros tiempos.
El poeta Gabriele D´Annuncio fue piloto voluntario durante la Gran Guerra, perdió un ojo en un accidente aéreo y comandó el escuadrón «La Serenísima». Llegó a teniente coronel pero la cesión de la ciudad de Fiume (hoy Rijeka, Croacia) en la Conferencia de París lo irritó y con nacionalistas italianos desalojó a los aliados que ocupaban la ciudad. Al denegarle su petición de anexión a Italia, declaró el Estado Libre de Fiume, y se nombró a sí mismo Duce de Carnaro, de breve regencia (15 meses). Sus críticos consideraron el hecho como la mayor excentricidad de su megalomanía. Allí elaboró la constitución de un Estado corporativista, con nueve corporaciones, y una décima que según D´Annunzio representaba a los «humanos superiores» (héroes, poetas, profetas, superhombres), a la vez que declaró la música como principio fundamental del Estado. Dicen que la ciudad llegó a ser el paraíso de las prostitutas, la cocaína y los aristócratas aficionados. Partidario de la política expansionista de Italia, su gobierno dictatorial terminó cuando el ejército italiano bombardeó la ciudad. Él se retiró a orillas del lago de Garda donde pasó sus últimos años escribiendo, soportando su hipocondría, también el deterioro físico por las enfermedades venéreas y la cocaína. «Cuando escribo se apodera de mí una fuerza magnética, como un ataque epiléptico». D´Annuncio consideraba que el hombre inútil es el que no sabe mandar ni obedecer. Murió en 1938 de un ictus.
Benito Mussolini adoptó de Gabriele D´Annuncio el autoritarismo, su metodología de gobierno, la economía de estado corporativo, los rituales nacionalistas, el saludo romano, las camisas negras y, la represión brutal contra la disidencia, sobre todo comunista. A petición de Mussolini el rey Víctor Manuel III lo designó príncipe de Montenevoso (Alpes italianos), en honor a la montaña homónima, título que no representaba feudo alguno pero se lo condecoró por su victoria sobre el ejército austríaco. Al morir D´Annunzio, Mussolini le ofreció funerales de Estado.
Tal vez Charles Bukowski acertó cuando sostuvo que: «Se empieza a salvar el mundo salvando a un hombre por vez; todo lo demás es romanticismo grandioso o política».
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)