Desde Ibn Wafid, médico, botánico y agrónomo del siglo XI, autor entre otras del Libro de la almohada, hasta el autor del prólogo, el microbiólogo César Nombela (nacido en 1946), este interesante y necesario libro abarca, como indica su título, casi mil años de ciencia en Toledo, en todas las disciplinas, desde las mencionadas hasta la Astronomía y la Astrofísica, desde la Matemática a la Geología o la Meteorología.
Son en total 47 semblanzas biográficas, de las cuales 25 de ellas ubicadas antes del siglo XX y las 22 restantes pertenecen ya a la centuria anterior.
En la época clásica Toledo alumbró importantes hombres de Ciencia: desde los árabes como el astrónomo Azarquiel (muy bien estudiado por Mariano Calvo) hasta el citado Ibn Wafid, y otros.
Vino luego una etapa de esplendor reflejada por la Escuela de Traductores, puesta en marcha por el también toledano rey Alfonso X el sabio. En los siglos clásicos del Renacimiento y Siglo de Oro destacaron especialmente el talaverano Gabriel Alonso de Herrera, autor de una magnífica “Obra de Agricultura” que fue muy importantes en su tiempo y se siguió utilizando mucho después, hasta el ingeniero, relojero e inventor italiano Juanello Turriano, que trabajó para los reyes Carlos I y Felipe II y que tanta impronta dejó aquí con su artificio para elevar el agua del Tajo hasta lo más alto de la ciudad de Toledo. En esta época también es necesario citar la figura del médico y naturalista Francisco Hernández (algunos le conocen como “Boncalo”) quien fue el primero en estudiar la flora y la fauna mexicanas. Su quinto centenario ha sido el año pasado, sin que ninguna institución (ni toledana, ni autonómica ni nacional) haya hecho el mejor esfuerzo por recordarlo.
Todavía en el siglo XVIII otro naturalista, botánico y farmacéutico, Casimiro Gómez Ortega, destacó en la Ciencia española y llegó a ser director del Jardín Botánico Nacional que se había construido en el reinado de Carlos III. En esta misma centuria otro naturalista, el jesuita José Sánchez Labrador estudió a fondo la flora y la fauna del Paraguay, además de la historia y costumbres de muchas de las tribus indígenas que lo habitaban.
Una figura importante (y menos conocida) en el s XIX es Eulogio Anselmo Jiménez, quien trabajó en el Observatorio Astronómico de Madrid y que está considerado “uno de los renovadores de los estudios de Aritmética y el Análisis matemático” en palabras del autor. Es importante también porque fue uno de los fundadores y primeros accionistas de la Institución Libre de Enseñanza.
Ya en el siglo XX, el libro recoge semblanzas de autores no nacidos en Toledo pero vinculados a la ciudad (Meulener, Reyes Prosper, Luis de Hoyos, García Rey, Inglada, Ismael del Pan, Rey Pastor) así como otros científicos que sí habían nacido en estas tierras: los médicos Henche o Segovia de Arana; el naturalista y profesor Emiliano Castaños; el oftalmólogo talaverano Muñoz Urra; el farmacéutico e investigador César González; el ingeniero Díaz Marta; el geólogo y arqueólogo Martín Aguado; el también geólogo, descubridor de los fosfatos del Sáhara, Alía Medina; el meteorólogo Mariano Medina; o los geofísicos Gonzalo Payo y Francisco Sánchez (este todavía vivo). Cierra este listado el ya citado César Nombela, quien además de su tarea como microbiólogo ha sido presidente del CSIC y rector de la Universidad Menéndez Pelayo. Las dos únicas mujeres mencionadas son la matemática Carmen Martínez Sancho y la médica Cecilia García de la Cosa.
Como puede verse, una amplia representación de figuras científicas de ámbito nacional e internacional. Un acierto pues haberlas reunido en este libro, que hace justicia a la aportación de esta provincia al panorama científico español.
Enrique García Gómez
Diez siglos de Ciencia y científicos toledanos
Prólogo de César Nombela
Eds. Covarrubias; Toledo, 2018; 240 pags.;