Brillante panorama del cine documental internacional
A fines del mes de marzo se ha celebrado en París la 40 edición del festival Cinéma du Réel, (Cine de la realidad o de lo real ), festival internacional de películas documentales, que abrió su programación con “La telenovela errante” una obra inédita del fallecido cineasta chileno Raúl Ruiz, cuyo montaje póstumo ha estado a cargo de su viuda, la directora chilena Valeria Sarmiento,
“El material filmado por Raúl Ruiz a fines de los años ochenta, fue concebido en el marco de un cursillo para jóvenes técnicos y actores, en el momento en que la dictadura de Pinochet llegaba a su fin” explica Valeria Sarmiento, quien montó toda la obra de Ruiz y ha recuperado esas imágenes para darles una coherencia narrativa.
Esas cortas secuencias, a menudo improvisadas, habían sido conservadas en la universidad de Duke, Estados Unidos, en donde había ejercido una actividad docente el director chileno. En su origen no estaba previsto hacer una película, pero Valeria Sarmiento decidió estructurar ese material en capítulos, y con el sugestivo y apropiado titulo “La telenovela errante”, nos ofrece una póstuma película tan surrealista como profundamente latinoamericana del hoy desaparecido Raúl Ruiz.
Un tema el de la telenovela que es recurrente en la genuina obra de Ruiz, siempre contra la corriente, en su manera de mezclar y transgredir los géneros, de lo fantástico a lo poético y surrealista. En ese juego entre ficción y realidad, sus personajes salen y entran en el marco de la pequeña y la gran pantalla, con excelentes diálogos y feroz humor. La realidad chilena no existe sino en el marco de ese torbellino de telenovelas que se entrecruzan.
La sátira de las rígidas e interminables series televisivas sirve de metáfora para una mordaz critica de la deterioración social y política de Chile. Esa sociedad chilena a la que escapó Ruiz para exiliarse en Francia. “Los que han sido muy malos en esta vida, en una próxima vida serán chilenos” asevera una voz en off, por si acaso no lo tenían claro.
En Cinéma du Réel, Chile estuvo presente también en una de las secciones del festival dedicada a festejar 40 años de existencia de este festival en el centro cultural Georges Pompidou de Paris. Cuarenta años de reflexión sobre que es lo real, o como filmar la realidad. En este marco se proyectó “La memoria obstinada” 1997 de Patricio Guzmán, obra realizada por el autor de “La batalla de Chile”, tras regresar a su país natal al cabo de 23 años de dictadura.
En una entrevista hecha por los equipos del festival, Patricio Guzmán explica esa experiencia y su singular trabajo en el campo del cine documental.
Obras de la belga Chantal Akerman, el italiano Pier Paolo Passolini, los norteamericanos William Klein y Robert Kramer, el iraní Bani Khoshnoudi, la suiza Jacqueline Veuve y el mexicano Eugenio Polgovsky, formaban parte también de esta reflexión internacional sobre la creación cinematográfica documental.
Del 68 al 2018, no podía faltar tampoco en esta edición un homenaje o recordatorio, cincuenta años después, de ese evento revolucionario. Destaquemos entre otras curiosidades “El grito” documental mexicano realizado en 1968, que es uno de los pocos documentos visuales sobre el conjunto de acontecimientos que condujeron a la matanza de Tlatelolco, con la muerte de 400 personas y la detención de mil tres cientos manifestantes.
Otro documento proyectado en Cinéma du Réeel, raro por la escasez de imágenes de esa época, es el documental español “Cuarto poder” de Helena Lumbreras y Mariano Lisa, realizado en la clandestinidad en la España franquista. Una llamada a crear una prensa libre en esa España fascista en donde los medios de comunicación estaban al servicio de la férrea censura ideológica del nacional catolicismo.
La ausencia casi total de imágenes de las manifestaciones antifranquistas de los años sesenta, se explica por la brutal represión de que era victima el movimiento obrero y estudiantil, hostil por definición a ser fotografiado o filmado por los posibles chivatos de la policía político social. Aunque limitado en su alcance y su dimensión cinematográfica, “Cuarto poder” es una loable tentativa de cine libre y clandestino en esa España del 68, en plena represión y Estado de excepción, de la que tenemos pocos testimonios en el mundo del cine.
Entre las películas seleccionadas en la competición francesa, me detendré en un documental que atrajo particularmente mi atención “Western, familia y comunismo” de Laurent Krief. El cineasta y su esposa fotógrafa han recorrido una desierta región montañosa de Irán en Camping car, junto con sus dos hijas pequeñas.
Bajo la apariencia de una película familiar, en un decorado natural que podría ser en efecto el de un clásico western, Krief filma magníficos paisajes y rostros humanos en esa región nómada iraní. Mediante un hábil montaje y su voz en off, nos habla de la represión en Irán, paralelamente a la rebelión urbana de Nuit debout en Francia; de la familia, de las luchas por una sociedad mejor y de su obsesión como cineasta por ese género cinematográfico que son las películas del oeste.
Krief , con esmerada dirección de fotografía, inventa su propio lenguaje estético y logra en el montaje equilibrio y coherencia entre esos tres elementos que dan titulo a su película.
En la selección de películas de la competición internacional quiero destacar dos documentales de fuerte contenido critico y político. La película uruguaya “Unas preguntas” de Kristina Konrad, que nos muestra la liberación de la palabra en 1986 en ese país que salía de 20 años de represión y dictadura militar.
Y también “Zentralflughfen THF” del brasileño Karim Ainouz, quien filma en Berlín el aeropuerto desafectado de Tempelhoh, el mismo que servía a Hitler para organizar su programa de armamento, y que hoy en día es utilizado como centro de acogida y albergue para los inmigrantes que solicitan asilo humano o político.
En lo que podríamos calificar como genero de “observación” en el cine documental, destacaré la película japonesa “Minatomachi” de Kazuhiro Soda, quien durante dos horas filma con largos planos secuencias en un pueblecito pesquero del Japón, con varios personajes tan reales como cinematográficos.
Un anciano pescador, y una vendedora de pescados decidida a robarle protagonismo en este pueblo con sus gentes y sus gatos callejeros, son los actores no profesionales que dan vida a este documental del que se desprende una gran humanidad. Soda observa y escucha a sus personajes, les interroga y les hace hablar quedando siempre fuera de campo, con la activa participación de su esposa que le sirve de ayudante de realización en la organización de las secuencias.
Kazuhiro Soda, es de esos documentalistas que con su cámara sale a la pesca de imágenes y de personajes, que van llenando poco a poco la pantalla, y van dibujando el tema de su película: un mundo, un modo de producción, la pesca artesanal, y una generación de ancianos en vías de desaparición en ese Japón en el que cohabitan de forma contradictoria y esquizofrénica modernismo y tradición.