Gaza: de los niños de la luz a los hijos de las tinieblas

Hace un mes, Benyamin Netanyahu dijo ante el parlamento israelí (Knesset) lo siguiente: «Es una lucha entre los hijos de la luz y los hijos de las tinieblas, entre la humanidad y la ley de la jungla».

Lo cita Karim Kattam, autor multilingüe y palestino, nacido en Jerusalén en 1989. Kattam vive en Francia y escribe en inglés y francés. Afirma que los extremistas israelíes difunden una idea imaginaria de los palestinos que los sitúa entre lo maligno y lo infrahumano (Libération, 14 de noviembre de 2023). 

Un mes antes, el ministro de Defensa de Israel, Yoav Gallant, utilizó los mismos términos ante la prensa, cerca de la frontera con Gaza: «Aquí –precisó Gallant– hay una guerra, que es una guerra de los hijos de las tinieblas contra los hijos de la luz. Estamos frente a una cultura que no acepta nuestra existencia, hombres salvajes, animales feroces, que asesinaron a nuestros soldados, nuestros hijos y nuestros ciudadanos» (citado en www.enlacejudio.com).

Esos seres malignos formarían parte del eje del mal en el que Netanyahu, Gallant y sus aliados incluyen también a Hamas, a Irán y al grupo libanés Hezbollah. La tribuna de Kattam publicada por el diario parisino se titula Les visages de ceux que Benyamin Nétanyahou appelle «enfants des ténèbres» illuminent mes nuits. Es decir: los rostros de quienes Benjamín Netanyahu llama niños (hijos) de las tinieblas iluminan mis noches. Éste es el sentimiento que asume Karim Kattam. No es difícil compartirlo.

La idea de fondo está ya ampliamente descrita y la encontraba hace poco en la relectura de Palestina, el hilo de la memoria (CantArabia, 2023), un ensayo-reportaje, de Teresa Aranguren, oportunamente publicado pocos meses antes de que estallara el actual conflicto de Gaza. Aranguren dice lo siguiente en la contraportada de su libro:

– Cosificar al otro, esa es la base del pensamiento colonial y del racismo. Africanos, indios, árabes, pueblos-cosa para la mentalidad colonial, eran poco más que elementos de un paisaje exótico. El problema con los árabes de Palestina es que ese paisaje se quería vacío. Se sabía que había pueblo. Ese era el problema. Un pueblo problema. Cuestión a resolver. Conquistar el lenguaje. Conquistar la tierra. Vaciar la tierra.

En realidad, pudo decirse de manera idéntica en la primera edición de Palestina, el hilo de la memoria (edición de 2004). Y durante décadas y décadas anteriores.

Se han sucedido guerras diversas en Oriente Medio, entre otros países árabes y de los israelíes contra ellos, de Israel contra los palestinos. Y pasaron las revoluciones árabes, que resultaron de ida y vuelta, etcétera, mientras los palestinos empeoraban aún más –y más– su situación desde la injusta partición de 1948: desde la partición de Palestina y la aprobación de la independencia de Israel por parte de la ONU.

Invito a releer Palestina, el hilo de la memoria, de Teresa Aranguren, para salir de la inmediatez angustiosa de las noticias de los bombardeos y para comprender mejor la perversión del lenguaje de halcones israelíes como Netanyahu.

Captura-de-pantalla-2023-11-15-a-las-20.22.51-248x350 Gaza: de los niños de la luz a los hijos de las tinieblas

¿Hay que condenar también a Hamás por la captura y el asesinato de civiles de Israel? Desde luego, pero qué espanto comparar un terrorismo con otro mayor. Además, la desproporción de la respuesta militar de Israel contribuye a relativizar las acciones de Hamás mediante la destrucción sistemática y los asesinatos masivos de Gaza.

La deshumanización de los palestinos precede conceptualmente a los bombardeos de los refugiados que huyen. Y el lenguaje bíblico de Netanyahu anticipa las venganzas apocalípticas que ordena. Crímenes de guerra, sin justificación posible.

Los rostros de esos niños de la luz (y no de las tinieblas) recobran vida en las páginas de Aranguren. Al seguir la actualidad, queda probado que el día de antes y el día después (y el siguiente y el siguiente) son casi lo mismo en Palestina, desde que empezó todo a finales del siglo diecinueve.

– El conflicto palestino-israelí es antiguo, pero no ancestral ni bíblico ni inmemorial, no se hunde en la profundidad de los tiempos, sino que, muy al contrario, tiene fecha de inicio, finales del siglo XIX, constata Teresa Aranguren.

Lo explica de manera precisa refiriéndose de paso a sus coberturas periodísticas en aquella zona (Líbano, Jordania, Siria, Palestina, etcétera), desde hace unas cuatro décadas.

No habla desde el estereotipo, ni desde el monólogo, sino que se refiere a otras personas vinculadas a aquella historia y a aquel mundo, donde sigue habiendo judíos y árabes, drusos, kurdos, cristianos maronitas y armenios.

Recorre cómo sigue arañando territorio el estado de Israel, casa a casa, olivo a olivo. Mediante la limpieza étnica y la expulsión, mediante la guerra, la destrucción de los campos, con los árboles que arrancan las autoridades y con la violencia de los colonos, con la ocupación de las viviendas en Jerusalén y a través de los asentamientos.

Mientras, las víctimas palestinas (ay, Netanyahu los convierte en hijos de las tinieblas) terminan culpándose a sí mismas (página 22):

– Los ancianos palestinos, los del 48, se sienten culpables de no haber sabido lo que venía después.

Abruma el relato meticuloso del anciano Abu Feysal, quien –para sobrevivir al terrorismo de los milicianos del grupo paramilitar judío Haganah– tuvo que huir de repente de su pueblo, Attira, en mayo de 1948. A los ochenta años, vive en un campo de refugiados y, probablemente, morirá sin ver los atardeceres de Attira. Invita a la periodista a que vaya ella –él no puede ir– para localizar su casa: «Una casa grande de dos plantas con un huerto rodeado por una valla, donde justo al lado de la puerta hay un limonero…»

El texto pasa de Abu Feysal al testimonio similar de Adnán, quien vivía en Igzem, en el sur de Galilea, después a otros –y otros más– víctimas del vaciado de las aldeas que ahora llamamos limpieza étnica.  

Desfilan con suavidad los datos de población en cada época y las referencias históricas, junto a las descripciones que nos hablan de casos precisos en los que pudieron verse imágenes así:

–Largas columnas de gentes exhaustas y aterrorizadas, jóvenes y ancianos cargando enseres domésticos, las mujeres con los fardos sobre las cabezas y los hijos aferrados a sus faldas, que recorrieron durante días bajo el sol los caminos polvorientos…

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Netanyahu es heredero de aquellos vaciados y de los grupos que los produjeron mediante las armas y el terror. Dicen que Israel es una democracia, y lo es, comparado con la mayor parte de sus vecinos árabes… si no fuera porque fue creado mediante aquellos lodos. ¿Podemos llamarlos democráticos, podemos hacerlo si pensamos en los actuales bombardeos de Gaza?

Por fortuna, muchos judíos del mundo los condenan y otros se manifiestan contra el castigo colectivo de los palestinos. No han perdido su humanidad y no son indiferentes a la suerte sombría de quienes Netanyahu considera hijos de las tinieblas.

Por desgracia, dirigentes de los grupos judíos que practicaron el terror en 1948, como Menahem Beguin y Yitzak Shamir, luego primeros ministros de Israel, encabezaron matanzas que los palestinos reviven hoy. ¿Pueden justificarse con Hamas o con otros precedentes de grupos palestinos que también practicaron (o practican) el terror? No.

¿Cómo pueden olvidarse los palestinos de su pasado si es similar al infierno que viven hoy? Aranguren recuerda casos como el de Deir Yasin, donde la matanza de sus habitantes tuvo lugar en abril de 1948. Sus casas y sus campos fueron expropiados y entonces, «desde abril a julio de 1948, según cálculos de Naciones Unidas, más de seiscientos mil palestinos huyeron o fueron expulsados de sus tierras». En junio de 1949, «el número de refugiados palestinos registrados era [ya] de 940.000».

Israel consideró dueños ausentes (a quienes se podía confiscar todo) a cualquier árabe palestino «que estuviera fuera de sus tierras cuando se creó el estado de Israel» (página 39).

En el libro, de manera fluida y sencilla, se repasan los prolegómenos y las circunstancias de la Declaración Balfour, los orígenes de la ideología del movimiento sionista que recrea el concepto de una tierra desértica y casi vacía de habitantes [¿?].

Hay un repaso de las rivalidades coloniales de las primeras décadas del siglo veinte, que jugaron un papel fundamental, lo mismo que el Holocausto, del errático período del Mandato Británico, como elemento principal y a posteriori justificatorio de la destrucción de la vieja Palestina.

La sangre empezó a correr pronto:

–En agosto de 1929 se produjeron violentos enfrentamientos entre musulmanes y judíos en la ciudad vieja de Jerusalén, los disturbios se extendieron a Hebrón, donde se perpetró una horrible matanza contra la comunidad judía, escribe Teresa Aranguren.

En Palestina, el hilo de la memoria, las matanzas de Shabra y Chatila, las intifadas, los fallidos y sucesivos acuerdos de paz, el regreso de Arafat y los estallidos periódicos son meticulosamente descritos… hasta las vísperas de la guerra actual.

Tenemos que comprender todos esos antecedentes para comprenderlo del todo.

Cuando Benjamín Netanyahu habló ante la Knesset dijo lo que dijo, pero quizá sin saberlo se limitó a recrear aquel proverbio bíblico que afirma que «el deseo de los pérfidos es siempre la violencia».

Hay que recordárselo a Netanyahu que quiere que confundamos a los niños de la luz con los hijos de las tinieblas. Sea maldito.

Paco Audije
Periodista. Fue colaborador del diario Hoy (Extremadura, España) en 1975/76. Trabajó en el Departamento Extranjero del Banco Hispano Americano (1972-1980). Hasta 1984, colaboró en varias publicaciones de información general. En Televisión Española (1984-2008), siete años como corresponsal en Francia. Cubrió la actualidad en diversos países europeos, así como varios conflictos internacionales (Argelia, Albania, Kosovo, India e Irlanda del Norte, sobre todo). En la Federación Internacional de Periodistas ha sido miembro del Presidium del Congreso de la FIP/IFJ (Moscú, 2007); Secretario General Adjunto (Bruselas, 2008-2010); consejero del Comité Director de la Federación Europea de Periodistas FEP/EFJ (2013-2016); y del Comité Ejecutivo de la FIP/IFJ (2010-2013 y 2016-2022). Doce años corresponsal del diario francófono belga "La Libre Belgique" (2010-2022).

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