Cataluña, Comunitat Valencia y Andalucía son las comunidades con mayor superficie costera urbanizada frente a Galicia, Illes Balears y Asturias, en el extremo opuesto
En España, el avance del ladrillo en las costas está arrasando con todo, también con los recursos naturales que proporciona el litoral, señala el informe A Toda Costa, elaborado por Greenpeace y el Observatorio de la Sostenibilidad, que evalúa por primera vez el estado de la costa española a través de la pérdida de bienes y servicios ambientales de los diez primeros kilómetros de la franja litoral.
El informe, presentado en rueda de prensa a bordo del barco MY Esperanza de Greenpeace, arroja un dato implacable: el 80 % de los recursos ambientales que provee la costa está degradado debido a la urbanización masiva. Concretamente, en los últimos 30 años (desde la aprobación de la Ley de Costas de 1988), la superficie de costa urbanizada se ha duplicado, pasando de 240 000 a 530 000 hectáreas, lo que supone que un 13,1 % de la costa española está urbanizada frente al 2 % del interior del territorio nacional. En apoyo al informe, Greenpeace publica imágenes y vídeos que evidencian de forma dramática esta situación en las distintas regiones.
Los ecosistemas costeros proporcionan bienes y servicios ambientales claves para el desarrollo económico y social: seguridad alimentaria, I+D o turismo, entre otros. También son la tabla de salvación para adaptarnos a los impactos del cambio climático en el litoral, en un contexto de eventos climáticos extremos: generan lluvias para frenar el avance de las sequías, al tiempo que funcionan como amortiguadores de inundaciones y controlan la erosión del suelo.
“Tras décadas de desarrollo inmobiliario y de infraestructuras en el litoral, la ocupación de la primera línea de costa ha sido masiva. Esto deja un legado de una costa saturada e incapaz de generar los bienes y servicios necesarios para un desarrollo sostenible futuro”, ha declarado Paloma Nuche, responsable de la Campaña de Costas de Greenpeace. “No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la costa, la franja más valiosa y rica de nuestro territorio, sigue su imparable declive. El aumento de población, tanto por locales como por turistas, incrementa las demandas de abastecimiento (comida, agua dulce, electricidad…) a la vez que aumenta la generación de residuos. Al final, lo que tenemos son ecosistemas menos productivos y más contaminados”, ha subrayado Nuche.
La destrucción costera, por regiones
Según el estudio, la urbanización del suelo y la destrucción de sus ecosistemas varían entre las distintas regiones y se concentran en determinadas zonas, especialmente en el Mediterráneo y Atlántico sur, donde alcanza un 17,4 %, muy especialmente en las provincias de Barcelona (40,9 %), Málaga (26,2 %) y Alicante (28,5 %). Tampoco dentro de cada región se distribuye por igual: la transformación es más intensa cerca del mar. Así, un 36,5 % de la línea de playa está urbanizada en España y más de un tercio de los ecosistemas colindantes han sido destruidos por la acción humana.
- Cataluña presenta el mayor porcentaje de superficie costera urbanizada, el 26,4 %.
- La Comunitat Valenciana ocupa el segundo puesto en este ranking de la destrucción costera, con el 23,1 % de su litoral degradado y el 74,3 % de su línea de playa urbanizada.
- En tercer lugar está Andalucía con un 15,4 % degradado.
- A continuación se sitúa Euskadi, con el 12,8 %, si bien en el periodo analizado (2005-2014) es uno de los territorios que menos ha sufrido la degradación de sus ecosistemas costeros.
- Muy cerca se sitúa la Región de Murcia, con un 12,6 %, pero donde se observa una tendencia al deterioro de todos los servicios naturales de su costa.
- En sexto lugar está Cantabria, con el 12,2 % de sus servicios costeros degradados, debido especialmente a la intensificación de la urbanización.
- Le siguen las Islas Canarias con un 11,9 % de espacios costeros degradados debido a la construcción y a los incendios forestales.
- Completan la lista Galicia (8,4 %), Illes Balears (7,2 %) y Asturias (6,7 %), los tres territorios con menor porcentaje de paisaje costero degradado.
El bienestar de la población, en riesgo
La pérdida más alarmante de servicios ambientales corresponde a la superficie ocupada por cultivos y pastizales, principales generadores de alimentos; en total, se han reducido un 13,1 %. Esto, junto con la expansión de las zonas urbanas y el aumento de la construcción a pie de playa, indica un cambio en la actividad económica y de usos del suelo que se caracteriza por un abandono de las actividades agrarias ligadas al mundo rural, en favor de una economía basada en el turismo masivo.
La reducción de un 10,6 % de la vegetación de la ribera de los ríos y otros cauces de agua también acarrea un grave riesgo, ya que incrementa la indefensión de la población frente a eventos climáticos extremos. Las lluvias torrenciales, gotas frías o tormentas como las del pasado invierno van en aumento debido a los impactos del cambio climático. Las lluvias torrenciales, que descargan miles de litros rápidamente y con un terreno yermo sin vegetación o incluso urbanizado en zonas inundables, son un peligro para la seguridad ciudadana.
Otros servicios ambientales que también se pierden son: la capacidad de extracción de sal de las salinas (una actividad que permite aprovechar los recursos naturales de forma sostenible y que alberga gran biodiversidad), la capacidad de generación de lluvias por la pérdida de bosques y humedales (que aportan agua de evaporación a la atmósfera) y la capacidad de disfrute al aire libre (deportes de montaña, senderismo, educación ambiental, investigación…), afectados por la artificialización del paisaje natural.
“El bienestar de millones de personas depende de los ecosistemas costeros. Los bienes y servicios que nos proporcionan son básicos para el sustento de la vida humana. Por ello, debemos detener la destrucción de la costa y sus servicios para no hipotecar nuestro futuro”, ha declarado Raúl Estévez, experto del Observatorio de la Sostenibilidad.
La pérdida de los ecosistemas que proporcionan bienes y servicios ambientales es una tónica en todo el litoral del Estado. Las únicas zonas que se mantienen intactas son aquellas que tienen figuras de protección específica (parques nacionales, parques naturales, etc), por ello Greenpeace reivindica una adecuada gestión de todo el territorio costero, que tenga en cuenta los bienes y servicios que aportan los ecosistemas, y que vaya más allá de las fronteras de espacios naturales protegidos.
Greenpeace concluye su análisis presentando una serie de propuestas para revertir esta situación, entre las que destacan:
- Elevar la consideración política de la protección del medio ambiente y la biodiversidad, reconociendo su valor como vector de la transición ecológica de la economía española.
- Aumentar el número de áreas protegidas en el litoral, tanto terrestres como marinas, consideradas clave para detener el proceso de degradación de la costa y asegurar el buen funcionamiento de los ecosistemas.
- Desarrollar una planificación integral del litoral por encima de la escala municipal orientada hacia la conservación de los ecosistemas y donde se consideren los impactos del cambio climático.
- Declarar las zonas de la Red Natura 2000 europea como espacios naturales protegidos autonómicos, especialmente aquellos situados en el ámbito de competencia de la Dirección General de Sostenibilidad de la Costa y el mar (Ministerio de Transición Ecológica).
- Crear infraestructuras verdes y corredores que protejan los procesos ecológicos esenciales.
- Realizar las infraestructuras ambientales necesarias para conseguir el 100% de la depuración de las aguas residuales continentales y acabar con los vertidos contaminantes al mar.
Enlaces
- Greenpeace: La costa, en cifras
- Informe ampliado
La especulación urbanística, que arranco allá por los años cincuenta/sesenta en la Costa valenciana y alicantina, se propago, como los grandes incendios, por casi todo el litoral español. Hoy las consecuencias de tanto cemento y zonas superpobladas crean contaminación, alteraciones climáticas importantes y sobre todo contaminación. Lo grave es que no existen medidas correctoras en muchas zonas, en otras, por el contrario, pese a la saturación, pongo como ejemplo Isla Canela, en Huelva, y como no, la costa gaditana, se permiten construcciones que perjudican a los ecosistemas, pero don ladrillo y don dinero se dan la mano y nadie, absolutamente nadie, hace nada por evitar estos desmadres.