Guayaquil: homenaje a los trabajadores asesinados en 1922

Ecuador recuerda este 15 de noviembre de 2015 uno de los episodios más execrables de su historia contemporánea, cuando hace 93 años decenas de trabajadores fueron masacrados por orden del poder burgués que gobernaba el país en esa época por el ‘delito’ de reclamar mejores condiciones salariales y de trabajo, informa Jorge Barona (Andes).

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Cada 15 de noviembre se recuerda a los trabajadores caídos con flores en el río Guayas.

 

Ese 15 de noviembre de 1922 las calles del centro de Guayaquil se convirtieron en un escenario de muerte. Trabajadores, algunos que salieron con sus esposas e hijos a reclamar por su derecho a vivir mejor, fueron acribillados por las balas de unas fuerzas militares serviles al poder de las oligarquías.

En su informe semanal, el presidente Rafael Correa recordó la fecha y la brutal represión contra los obreros, así como el tratamiento que le dieron los medios de comunicación al hecho. En algunos casos se acusó a los trabajadores de haber atacado a los policías.

El líder socialista dijo que el mejor homenaje de su gobierno es el reconocimiento del trabajo humano en todas sus formas.

«Combate al comunismo»

Reseñas históricas dan cuenta que la matanza se produjo bajo el pretexto del “combate al comunismo”, dado que los medios de comunicación de la época, ligados como sucede actualmente al poder económico, vinculaba a las nacientes organizaciones obreras con el movimiento comunista internacional.

La protesta del 15 de noviembre tuvo como antecedente la exitosa huelga de octubre de los trabajadores del ferrocarril en el vecino cantón Durán, quienes se levantaron para exigir que se respete la ley de ocho horas de jornada diaria (1916) y de accidentes de trabajo (1921), también pedir aumento de salarios, semana laboral de 6 días (era de 7), estabilidad laboral, supresión de descuentos arbitrarios a los sueldos y otras reivindicaciones.

A esto se sumaba un contexto económico internacional post guerra complicado que derivó en la caída de los precios del cacao, principal producto de exportación ecuatoriano, lo que profundizó la crisis en el país.

Guayaquil, la capital económica de Ecuador, estaba paralizada y sin luz. Los trabajadores del transporte de tranvía, motoristas, operarios de los carros de tracción a mula, trabajadores del gas, verteros, taller de carrilanos, cascajeros y de la entonces Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica se habían sumado a la huelga.

Los grupos pudientes reclamaron al presidente José Luis Tamayo, antiguo empleado de la banca guayaquileña, acabar con las protestas obreras y así lo cumplió: “Espero que mañana (15 de noviembre), a las seis de la tarde, me informe de que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado”, escribió Tamayo en un telegrama urgente que envió al jefe de la zona militar Enrique Barriga.

Al día siguiente las masas obreras que se habían tomado las calles porteñas fueron acribilladas inmisericordemente. Los cuerpos de mujeres, niños, ancianos y trabajadores quedaron regados en las calles y fueron luego recogidos por los uniformados que los lanzaron al río Guayas o enterrados en fosas comunes en el Cementerio General.

“La oligarquía porteña, luego de consumada la terrible tragedia, aplaudía desde los balcones a las tropas que habían disparado -cobardemente- a sus compatriotas desarmados”, escribió en el diario El Telégrafo el editorialista Fernando Falconí.

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Portada de ‘Las Cruces sobre el agua’ del escritor Joaquín Gallegos Lara.

Mientras, los principales medios escritos de Quito y Guayaquil restaron importancia al hecho o se empeñaron en tratar de justificarlo. Pocos fueron los periodistas y medios que se sintonizaron con la ciudad e informaron de la matanza. Uno de ellos fue José Abel Castillo, director en ese entonces de El Telégrafo, quien  desde las páginas del rotativo condenó el aniquilamiento, lo cual le significó la cárcel y luego el exilio, reseñó el investigador Jorge Aycart.

Años después, los poderes dominantes continuaron con su papel de intentar borrar de la memoria colectiva este abominable hecho y consagrar la impunidad, pero ese cruento episodio  quedó inmortalizado en la magistral novela ‘Las Cruces sobre el agua’ del escritor Joaquín Gallegos Lara. Hoy se recuerda el sacrificio de los mártires que a la postre fue la raíz de reformas laborales.

Supremacía del trabajo humano

El gobierno del presidente Rafael Correa en estos ocho años ha reivindicado la lucha de esos mártires y ha citado este capítulo trágico de la historia cada vez que ha introducido reformas en beneficio de la clase trabajadora: “Para nosotros, el ser humano está por encima del capital”, ha insistido el mandatario en innumerables intervenciones.

El más reciente anuncio en favor de los trabajadores lo hizo el pasado sábado 7 de noviembre cuando ratificó que en 2016 no habrá despidos masivos entre los servidores públicos, tal como lo sugieren analistas económicos de oposición para enfrentar la difícil situación económica derivada de factores externos como la caída del precio del petróleo y la apreciación del dólar.

“Siempre dijimos que vamos a mantener la inversión para recuperar el tiempo perdido y en caso de problemas económicos la variable de ajuste iba a ser la inversión. Pero ellos (la oposición) quieren que la variable de ajuste sean los seres humanos, esa es la diferencia entre la Revolución Ciudadana y los mismos de siempre”, expresó Correa durante su habitual enlace sabatino de rendición de cuentas.

El presidente insistió en que se va a cuidar el empleo en 2016. “Vamos a cuidar el empleo de servidores públicos, estas no son cifras, atrás de esas cifras hay gente, familias, comunidad”, ratificó el mandatario.

A eso se suman políticas a favor de la clase trabajadora para desterrar la herencia de la época neoliberal en la que el trabajo humano fue considerado un simple instrumento para la acumulación de capital. Por ello, el gobierno abolió la tercerización laboral, amplió la cobertura de la seguridad social a las amas de casa, se incrementó el salario básico y las pensiones jubilares, se impulsó la economía popular y solidaria, se estableció un control para que las empresas paguen utilidades, se crearon créditos para el pequeño empresario, entre otros beneficios.

Este 15 de noviembre el homenaje a los caídos no solo se debe hacer con cruces de flores sobre el río Guayas, sino también defendiendo las reformas que han apuntalado la lógica de la supremacía del trabajo humano sobre el capital.

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