El 25 de octubre se han cumplido treinta años de la publicación en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía de la ley que declaró reserva integral las lagunas cordobesas de Zóñar, Amarga, Rincón, Tiscar, Salobral y Jarales, cuya conservación ha permitido, entre otras cosas, la preservación de la malvasía cabeciblanca, el pato que el 19 de noviembre de 1977 había quedado reducido en Europa occidental a veintidós ejemplares en el primero de estos humedales tras una cacería.
Publicación en el BOJA de la protección integral de seis lagunas cordobesas
Casi tres años antes, Pedro Jordano Barbudo, estudiante entonces de primer curso de Ciencias, especialidad de Biología, en la Universidad de Córdoba y hoy investigador del CSIC, había avistado la primera malvasía en una agrupación de algo más de medio centenar. Sólo constaba un censo anterior de una malvasía en Zóñar, el que hizo Francisco José Purroy el 11 de enero de 1973.
Jordano estaba con otros dos compañeros de estudios, dos cursos por delante de él, los más tarde profesores Amparo León Clavería y José Antonio Torres Esquivias. Sin la participación de este último, acompañado de otras muchas personas que decidieron cambiar el rumbo de los acontecimientos, la historia no hubiese sido la misma y muy probablemente se estaría hablando de la malvasía en pasado.
La preservación de la malvasía no sólo ha sido una cuestión de normativa o legislación, sino de compromiso personal, voluntad política y esfuerzo presupuestario marcado por la gestión de las competencias en medio ambiente por parte de la Junta de Andalucía.
El singular pico azul de la malvasía e una foto de «El pato que se hizo andaluz»
España ya protegía formalmente al pato desde que el BOE publicó el 16 de julio de 1964 la prohibición de su caza en atención a “razones de carácter científico o por referirse a especies raras en vías de extinción o por haberse introducido recientemente en nuestro país”.
Sobre la malvasía cabeciblanca hay mil historias, ciertas o inventadas, que he recogido en una modesta iniciativa en un libro, «El pato que se hizo andaluz» (Rd Editores, 2014), que trata de hacer compendio cuarenta años de avatares, peligros y decisiones, pero, sobre todo, de compromiso. El de unos, desde las trincheras, y, el de otros, desde las tribunas, pero compromiso al final y al cabo.
Ejemplar de malvasía fotografiado por José Antonio Torres Esquivias en una imagen recogida en «El pato que se hizo andaluz»Compromiso que puede tener muchas imágenes, pero que se refleja en la de la primera visita de José Rodríguez de la Borbolla a la provincia de Córdoba haciendo su entrada por la Laguna de Zóñar a los 77 días de haber accedido a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Era el 24 de mayo de 1984.
Ese gesto, símbolo de compromiso, y la posterior política sobre la malvasía y su hábitat, ejecución de ese compromiso, pone de manifiesto algo que oí referir al periodista Josep Martí Gómez al socaire de los vientos que soplan de pedir lo contrario de lo que hay, muy probablemente sin tener claro lo que se demanda: “Gritar no es suficiente, hace falta la política”.