José Ángel Valente escribió “Palais de Justice” (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores) en 1982 durante los días en que tuvo que hacer frente en Ginebra al proceso de divorcio de su primer matrimonio.
Ahora se publica íntegro, por primera vez, este texto extraño y misterioso, cuya prosa poética está recorrida por ese tono kafkiano (“Convocados los testigos, nunca supieron bien ni el para ni el porqué”) que proporcionan las circunstancias desde las que se afrontan este tipo de situaciones, donde los interrogatorios se convierten en sesiones de tortura. Antes de morir en julio de 2000, Valente puso como condición que no se publicase este texto hasta después de la muerte de su mujer, Emilia Palomo. El poeta ha querido escribir sus experiencias porque, como dice en las páginas finales de esta obra, escribir es como estar muerto y volver para ver los estragos del campo de batalla donde yace el propio cadáver.
Valente narra en clave surrealista desde la atmósfera aplastante de las sesiones judiciales en la Sala C del Palacio de Justicia, al tedio (gris sobre gris, mierda sobre mierda) en que se convierte una vida sometida al rencor, la persecución y el escudriñamiento de jueces y fiscales, de testigos y siquiatras, de amistades de otro tiempo y de otras circunstancias. Y señala como el amarillo es el color de la envidia, del falso testimonio, de la cobardía y la traición, un amarillo desleído que tiñe todos los rostros: el de la virgen necia, el de la jubilada macrocéfala que jura en falso, el del señor cursi… Fue la premonición de una mujer que un día le leyó las rayas de las manos al poeta y le advirtió: “Guárdate de lo amarillo”. En el trayecto, la memoria y la nostalgia rescatan episodios del pasado, relaciones de amor de un tiempo incierto (“La primera vez que te acaricié, los cucos cantaban enloquecidos en el bosque”), escenas de sexo y evocaciones del deseo, “ese no lugar en el que todos los caminos vertiginosamente se confunden”.
Algunos párrafos de “Palais de Justice” se han escrito desde un estado enfebrecido, entre el sueño y la vigilia, un estado que proporciona imágenes literarias impagables, como ese cordón de oro que se transforma en serpiente, que se transforma en buitre, que se transforma en águila, que se transforma en halcón… Otros son evocaciones poéticas de una infancia en una casa de largos pasillos y habitaciones oscuras, de una madre que peina el cabello del niño cuya cabeza aprieta sobre su vientre. También el recuerdo del padre. Valente ve el rostro de su padre en la imagen que le devuelve el espejo. Es una forma de narrar el paso de tiempo, que se desmorona en fragmentos que ya nadie volverá a unir, tiempo que el poeta define como el vertiginoso centro giratorio de la quietud.
La mejor obra de José Ángel Valente, aquella por la que es internacionalmente reconocido, es su poesía. Sin embargo, sus escritos en prosa contienen algunas de las claves de su legado cultural. Libros como “El fin de la edad de plata”, “Nueve enunciaciones” o su “Diario anónimo”, ya reseñado en estas páginas, forman parte de una producción literaria que figura entre la mejor del siglo XX. Su proyecto de novela “El encuentro” quedó desgraciadamente inconcluso. También los escritos publicados en los medios de comunicación sobre las más diversas cuestiones explican la importancia de sus conocimientos en todos los ámbitos, como demuestra la recopilación que se hizo en el segundo tomo de sus obras completas.
La otra prosa de Valente: artículos y ensayos
El 21 de abril de 1985 José Ángel Valente publicaba en el Faro de Vigo uno de los artículos que definen de manera más precisa su relación con Galicia y el idioma gallego. En Acotación a una antología, escribía: En verdad no se escribe en gallego (ni en ninguna otra lengua); al contrario, la lengua gallega (o cualquier otra lengua) por determinantes ajenos a todo voluntarismo o personal programación, se escribe o no se escribe en nosotros. Somos, pues, nosotros quienes quedamos escritos inscritos en ella.
En este artículo Valente agradece a César Antonio Molina las palabras muy generosas que el también poeta y exministro de Cultura le dedicaba en su Antología de la poesía gallega contemporánea, aunque discrepaba en relación con la afirmación de Molina de que la obra en castellano de Valente vivía ajena a sus orígenes. Mi escritura en castellano –replica Valente en este artículo- lleva una indeleble marca de origen (…) una acentuada vinculación con el medio originario (…) muy precisas connotaciones gallegas de lugar, de paisaje, de luz.
Este artículo de Valente se incluye en el segundo y definitivo tomo de sus Obras completas (P. 1328), publicadas por Galaxia-Gutenberg, que recoge todos sus ensayos y, de manera exhaustiva, las críticas, artículos, reseñas, cartas… géneros que el poeta practicó durante toda su vida y que se encuentran dispersos en múltiples publicaciones periódicas, desde revistas como Indice, Ínsula, Revista de Occidente, Triunfo, Cuadernos para el diálogo… hasta diarios como El País, El Mundo, ABC y prácticamente todos los gallegos. Ciertamente, para lo que nos hubiera gustado a los gallegos, Valente utilizó su lengua materna en pocas ocasiones. En gallego escribió Finisterre (1947) y Sete cántigas de alén (1981), si bien añadía poemas nuevos en cada reedición. También escribió en gallego varios artículos de crítica literaria y cultural. Su cercanía a Galicia se manifiesta en su obra a través de afirmaciones como las que se recogen en el artículo citado y en su compromiso con el problema político y la emigración, a la que trató fundamentalmente en su exilio (en Ginebra, donde enseñaba a leer a los emigrantes gallegos, fue miembro fundador de la sociedad y del órgano de expresión A Nosa Galiza). Tuvo una temprana relación con el galleguismo en los años 40, sobre todo con Vicente Risco, a quien dedica las Sete cántigas de alén, y con el poeta vanguardista Manuel Antonio, para quien compone una Elegía. No es ajena a este compromiso con Galicia la decisión de ubicar la cátedra José Ángel Valente bajo la responsabilidad de Claudio Rodríguez Fer, en la Universidad de Santiago de Compostela, de la que fuera investido doctor honoris causa.
A lo largo de su obra ensayística se destaca la obsesión de José Ángel Valente por lo que su albacea Andrés Sánchez Robayna (responsable de esta edición y de “Palais de Justice”) denomina “la ausencia de un pensamiento crítico en España”. Creía Valente, y así lo expresó en muchas ocasiones, que sin una crítica política difícilmente podría existir una crítica cultural. Su oposición al franquismo le costó ser procesado por un consejo de guerra en 1972, a raíz de la publicación de El uniforme del general, un texto considerado ofensivo contra el ejército (antes, en 1966, ya había sido detenido en Barcelona por la brigada político-social), y son conocidas sus posiciones contra la ausencia de una ruptura política en la transición (frente a la reforma, que se impuso finalmente), ya desaparecido Franco, el personaje que bloqueaba la vida española. Esta tradición disidente le costaría no pocos disgustos.
La obra poética de Ángel Valente ha eclipsado su producción ensayística, a pesar de la alta calidad de sus escritos críticos y de que en los primeros años 50 Valente fuera conocido más por sus artículos y ensayos que por su poesía. Su obra crítica y ensayística es difícilmente separable de su obra poética. Hoy se puede decir que se inscribe en la tradición de poetas-prosistas cuya obra poética es tan importante como sus escritos en prosa, una tradición que se inicia con Dante y Petrarca, que ha tenido en España representantes como Quevedo, y que más recientemente ha contado con Valéry y Octavio Paz. En sus ensayos, Valente aborda la poesía contemporánea, la literatura española de posguerra, la narrativa hispanoamericana (Las palabras de la tribu, 1955-70), las relaciones entre la ética y la estética (Notas de un simulador, 1989-2000), la mística (Variaciones sobre el pájaro y la red, 1984-91), el arte (Elogio del calígrafo, 1972-1999) o la filosofía (La experiencia abisal, 1978-99). En sus artículos, Valente trata todos los temas de actualidad, demostrando ser un intelectual comprometido con la sociedad y la cultura de su tiempo. El arte y la literatura, por supuesto, pero también el cine, la economía, los problemas de los inmigrantes magrebíes, el problema de la droga, la política, la sociedad, el marxismo… todos ellos desarrollados con un profundo conocimiento y en un estilo literario deslumbrante. Sus colaboraciones con fotógrafos como Manuel Falces y Jeanne Chevalier en libros como Campo (1994), Las ínsulas extrañas (1991) o Cabo de Gata (1992) revelan una dimensión artística poco frecuentada por los poetas españoles.
Más Valente
La publicación de este segundo tomo, que culmina la obra completa de José Ángel Valente, es simultánea a la aparición en las librerías de Valente: el fulgor y las tinieblas, un volumen que inicia la nueva colección Onoma de la editorial lucense Axac. Se trata de una excelente recopilación de diversos estudios sobre la obra de Valente, coordinados por Claudio Rodríguez Fer, algunos inéditos y otros publicados en revistas científicas y especializadas, traducidos a veces del gallego. Están firmados por profundos conocedores de la obra de Valente, como el propio Rodríguez Fer, María Zambrano, Juan Goytisolo, Luis Vicente de Aguinaga, Frank Savelsberg, Bernard Nöel o Carmen Blanco y tratan de abarcar todas las facetas creativas de Valente, fundamentalmente desde su poesía. En su aportación “José Ángel Valente, poeta cero”, Rodríguez Fer recorre el itinerario poético de Valente, desde sus primeros versos hasta sus últimos libros, dedicando un apartado a sus actividades de narrador y ensayista, con especial atención a su labor de traductor, menos conocida: Valente tradujo del inglés a Keats y Dylan Thomas; del italiano a Montale; del francés a Camus, y a Hölderlin del alemán al gallego. La lectura de estos artículos, como el de María Zambrano (una de las personas que más influyeron en Valente, según confesión propia) o el de Goytisolo, nos descubren aspectos inéditos, incluso insospechados, de la personalidad del poeta. A destacar el excelente de Carmen Blanco, “Lugar alén. Una vereda en la que escuchar las Cántigas de Valente”, que recorre los escenarios de la poesía en gallego de José Ángel Valente. Interpreta hasta el fondo los significados posibles del alén de las Cántigas y la obra poética de Valente en idioma gallego.
Me escribe Juan José Armas Marcelo que él sufrió en sus carnes el consejo de guerra a Valente, ya que fue el editor de «El uniforme del general».