Sobre el exilio, el lenguaje, la crítica, la ortodoxia y las censuras
En el año 2007, en la revista República de las Letras, dediqué un número extraordinario a la vida y la obra de Juan Goytisolo. Fue uno de mis mejores amigos. Pasé quizá la mejor nochevieja de mi vida en su casa de Marraquech, ciudad en la que nos vimos varias veces. Era un referente literario y político.
No gustaba a la mayor parte de los escritores, críticos e intelectuales, por sus ideas, siempre en la crítica de lo políticamente correcto, la xenofobia, la incultura, la destrucción del lenguaje. Era, para la mayor parte de los políticos, persona non grata. Al morir todo se olvida. Y hoy todos los medios de comunicación no dudarán en publicar alabanzas sobre él, porque al final, casi, de su vida, ya fue premiado. Eso es lo que importa. No el contenido de su obra, el análisis del fascismo que vivimos, del capitalismo salvaje que mata diariamente a miles de personas, la asimilación del mercado por una literatura cada vez más banal y mediocre.
Pero es mejor que sean sus palabras quienes le definan. En la entrevista que abría aquel número titulada Conversación de conversaciones, en la que recogía testimonios suyos, es donde se encuentra Juan Goytisolo. Abría con el siguiente texto, definitorio de la mentira que envolvió y envuelve a España desde los tiempos de Franco:
El año 1931 es el año en que se proclama la II República Española. El año en que nace Juan Goytisolo en Barcelona. Una familia conservadora, burguesa. Un bisabuelo que era latifundista en Cuba. Juan descubrirá, a los diez años de edad, cartas escritas por esclavos que trabajaban en sus plantaciones. La tristeza llevaba ya años envolviendo su vida. Ausencia de la madre, asesinada, le dice su padre, por los rojos. Ya joven descubrirá lo que fue una mentira más de aquel tiempo de escarnios e infamias. Inicio de la historia que un día tendría que reescribir. Negar para purificar la memoria hipotecada por la educación franquista. Porque fue uno de los bombardeos que Franco y sus aliados desarrollaron en Barcelona el que asesinó a su madre.
Y así llegará el exilio y la ruptura con su país. Escribe, ya en París:
A los veinte años quería salir de España. Pasé de una atmósfera cerrada y opresiva al París de los años 50, el mejor momento de la literatura francesa. De un desierto a un mundo cultural rico. Cuando comienzo a colaborar con la prensa francesa escribiendo artículos que criticaban más o menos el franquismo, mi vuelta a España se torna imposible… conocí a Guy Debord, el autor de «La sociedad del espectáculo» que me enseñó una lección fundamental en mi vida al mostrarme otro París, el de la Gare du Nord, los cafetines, los rincones marginales y los suburbios, absolutamente opuesto al París monumental y turístico. Luego, ya con Monique Lange, mi mujer, conocí el mundo literario y editorial parisino, y al escritor Jean Genet, junto con Monique la personalidad más determinante en mi obra y en mi vida. Genet me mostró lo que yo estaba buscando. Me decía lo que yo necesitaba escuchar.
Y Juan Goytisolo, quien no deseaba que le enterraran en un cementerio cristiano, encontrará su sepultura en Marruecos, en Larache, al lado de donde lo fue Jean Genet.
Antes de morir acudí con él a un notario para testificar que la biblioteca que tenía en Marrakech la legaba al Ministerio de Cultura, y yo conocía su existencia por haber estado en ella. Con el dinero que le daban a cambio, pagaría los estudios y el crecer a la vida de los tres hijos que le acompañaron en su vida, marroquíes nacidos de Abdalhadi y Abdelhak con los que compartió tantos años. Desgraciadamente le habían robado las cartas y testimonios y libros que tenía de Genet.
El silencio se cernió sobre Goytisolo, cuando no las descalificaciones.
No tardaría en volverme a consecuencia de mi nomadeo y viajes en ese raro espécimen de escritor no reivindicado por nadie, ajeno y reacio a agrupaciones y categorías….Si me preguntan si me considero parte de la sociedad española, digo que no. No comparto los valores de esta sociedad, me siento extraño a ella. Por otra parte la mayoría de los escritores que admiro siempre actúan a rodapelo de la sociedad. Como decía de una manera expresiva Luis Cernuda eran «españoles sin ganas».
Siempre dijo que su única patria era Cervantes, la fusión de obras como El Quijote y las Mil y una noches, Fernando de Rojas y Juan de la Cruz, Góngora y Quevedo, Francisco Delicado y Mateo Alemán, hasta llegar a Américo Castro.
Y tarea literaria:
Como si España careciera de pasado, resultaba necesario «iluminarse» con la literatura del siglo XX realizada en el mundo… En el exilio encontraría una nueva forma de ver la política, la cultura, la moral, el sexo, para ir sentando las bases de un camino propio.
Considera fundamental sus obras rupturistas incluso con su anterior creación: «Señas de identidad, Don Julián, Juan sin tierra».
Era la labor del desmantelamiento y destrucción julianescos del alcázar lingüístico que sustentaba el nacionalismo de Franco y de la Falange… Mi despego de los valores oficiales del país había llegado a tal extremo que la idea de su profanación, de su destrucción simbólica me acompañaba día y noche… Yo creo que el deber fundamental de un escritor, el único compromiso que acepto es ese, el de devolver a la cultura a la que uno pertenece un idioma distinto del que ha recibido de ella. Hay que reinventar el lenguaje.
Como hizo Paul Celan a lo largo de su vida y obra con el nazismo. Y une el pasado con el presente.
Relectura, participación del lector en la empresa creadora de un libro, es la mejor receta que conozco para potenciar su vida espiritual empobrecida por la agresión permanente de la nueva técnica de una modernidad incontrolada y que, como un nuevo Leviatán, apunta y destruye nuestros horizontes… La literatura lo ha sido todo para mí. No concibo la vida sin ella. He vivido siempre en el mundo de la literatura. Pertenezco a otra época.. Escribo a mano. No sé lo que es un ordenador ni quiero saberlo… En mi opinión los vencedores de la guerra fría están logrando algo inédito en la historia de la humanidad: el descubrimiento o parasitismo de la especie humana gracias a una hábil combinación de la tecnocracia y el tecnomercado.
Y para conocer su visión sobre la literatura, la cultura, y la negación de la ortodoxia de los nacionalistas, unas palabras más:
Creo que el contacto con gentes de otras culturas es necesario… Tener cuatro lenguas es mejor que tres. Por eso cuando veo que quieren imponer el monolingüismo en Cataluña o el País Vasco no lo entiendo. Estoy en contra de todas las identidades exclusivas y agresivas que niegan a los demás. Un país que tenga una variedad de culturas dentro del marco de ciudadanía, me parece idóneo. Una cultura es en realidad la suma de todas las influencias externas que ha recibido. Intentar buscar una raíz única, una esencia única, conduce no solo a la ruina de esta cultura sino a los peores excesos, a los crímenes que realizan esos nacionalistas que yo llamo » de calidad… Estoy totalmente en contra del nacionalismo cultural, porque para mí es la muerte de la cultura…. Estoy en contra de todos los nacionalismos, no importa si es vasco, catalán o español. Estamos volviendo a un cierto nacional catolicismo español que también me preocupa
Y como colofón final, la crítica, el conformismo:
Lo peor para mí, mucho más que el mercado, es como siempre la mediocridad de la crítica. Parece que hay como un mal hábito de los críticos consagrados a ensalzar la mediocridad. Mi obra no puede ser bien considerada porque va en contra de toda la corriente literaria actual, es decir, lo que se está promoviendo es la literatura light, que es una literatura que el público sigue… Para mí siempre ha sido fundamental mantener una independencia con respecto al poder, a los partidos políticos, a los grupos empresariales… Hoy la censura comercial pende sobre la totalidad de los escritores. Esta censura me parece mucho más peligrosa que la política…
La resignación y el conformismo con los poderes fácticos reina en el campo literario como en los felices tiempos del franquismo.