La mejor película del año: «Grand Tour» de Miguel Gomes

Una fantasía anticolonial de un artista con A mayúscula

He descubierto tardíamente en su estreno en Francia, la que es la mejor película que he visto en este año que se acaba, su título: «Grand Tour» del portugués Miguel Gomes, autor entre otras de («Tabú» 2012, y «Las mil y una noches» 2015).

Una perla rara en el panorama del cinematógrafo en este siglo veintiuno, en el que todavía quedan cineastas que utilizan la expresión cinematográfica como una actividad artística global.

Hace unos días, asistiendo en la cinemateca francesa a una proyección de «Los caballos de fuego» (1965) de Serguei Paradjanov, el presentador de la sesión refiriéndose a este cineasta de origen ruso-armenio, dio una explicación que comparto totalmente y que le va como anillo al dedo al portugués Miguel Gomes.

En la historia del cine, dijo, hay muchas buenas películas, a veces para definir a su autor, decimos que es el director, el realizador, el cineasta, el cineasta autor, o bien nos referimos a la puesta en escena, y luego hay una categoría de cineastas a los que les define mejor la palabra Artista, pues a través del celuloide, pretenden crear una obra artística que va más allá del clásico guion de cine.

Miguel Gomes es uno de ellos, y con «Gran Tour» logra esa convergencia de diversas artes que van de la imagen y el sonido, a la fotografía, la música, clásica, contemporánea o popular, la literatura[1], el dibujo, la pintura, la ópera, el teatro de sombras o de marionetas, la reflexión existencial, el homenaje al cine burlesco y mudo y a la historia del cine en sus múltiples referencias e influencias; y todo ello con la magia de su puesta en escena, sus travellings, sus virtuosos movimientos de cámara y fundidos encadenados…

Rompiendo una vez más las fronteras entre la ficción y el documental, Gomes utiliza con maestría las imágenes documentales filmadas en sus viajes por todos esos países asiáticos, alternando planos en color con un blanco y negro brillante y contrastado para intercalar la ficción rodada en estudio, poniendo en contrapunto la banda sonora, la música y las canciones con las imágenes mostradas. Las voces en off son siempre en la lengua original del país atravesado, dando total autenticidad a su mágico viaje,

Momentos de antología por citar solo dos: las imágenes de una fiesta en el palacio de un principito en Bangkok que se encadenan con las del tráfico en la ciudad de Saigón, en donde una multitud de motos, autos y motocicletas, se cruzan durante una larga secuencia ritmada con un celebre vals de Johan Strauss. O también una secuencia de clímax dramático en la cabina del barco en el que viaja Molly, con la voz de un tenor italiano que interpreta un fragmento de «Il trovatore» la ópera de Giuseppe Verdi.

Desde el comienzo la imagen recurrente de una noria en una verbena birmana, que gira manualmente empujada por jóvenes acrobáticos o la del teatro de marionetas aparecen como el símbolo de ese viaje al que nos invita el autor.

Su esmerado montaje nos sirve un calidoscopio de imágenes en esta ficción que van de lo documental a la intriga de una fantasía oriental, evocadora de aquellas magnificas películas de Josef Von Sternberg.

«Los occidentales no han comprendido todavía la cultura oriental», nos dice Gomes a través de sus personajes, los imperios pasan sin comprender nada… «es triste abandonar las convicciones de toda una vida» dice Molly a un cura que ha decidido abandonar sus hábitos para llevar una vida normal.

En cuanto a la vida conyugal aboga Gomes por el amor libre en esta fábula sobre el «Yo te sigo…y tú me huyes», en la que los hombres son cobardes y las mujeres determinadas. A buen entendedor pocas palabras bastan.

Sobre el hilo conductor de su guion cinematográfico vuelvo enseguida, pero antes quiero subrayar que Miguel Gomes es al cine portugués lo que Víctor Erice es al cine español: Un gran artista con A mayúscula, un cineasta genuino de los que te devuelven la confianza en el cinematógrafo.

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Grand-Tour-fotograma-Crista-Alfaiate-900x540 La mejor película del año: «Grand Tour» de Miguel Gomes
Grand Tour: fotogramas de Crista Alfaiate y Gonzalo Waddington

De la fantasía oriental al Grand Tour repleto de aventuras

El hilo conductor de esta trama, fantasía oriental anticolonialista con una triste historia de amor romántico en los años veinte, pero con lectura universal muy contemporánea, cuenta en dos partes bien diferenciadas, de una hora de metraje cada una, la historia de Edward, un funcionario del imperio británico en Birmania, que asustado por la idea del matrimonio decide huir y escapar de su novia. Y la de ella que se lanza en su búsqueda. Cara y cruz de un mismo y fascinante viaje.

El brillante guion cinematográfico de este relato ha sido escrito a cuatro bandas por Miguel Gomes con Mariana Ricardo, Mauren Fazendeiro y Telmo Churro.

Como una suerte de Búster Keaton perdido en Asia, en la estación de Mandalay, Edward reparte borracho el ramo de flores con el que emprendió su huida, con una única obsesión: su propia libertad, mientras que una música felliniana de banda municipal anuncia el comienzo de su gran tour hacia lo desconocido.

Encadenando aventuras y adversidades, Edward (formidable el actor Gonzalo Waddington) nuestro huidizo novio va adentrándose en esa Asia que antaño la burguesía colonial recorría en lo que se llamaba el Gran Tour de Birmania, a Singapur, Tailandia, Filipinas, Vietnam, Japón o China, esa mítica ruta del opio que caracterizaba la vida en las colonias occidentales en el sudeste asiático.

La mirada crítica, irónica y burlesca de Miguel Gomes sobre ese pasado colonial, marcado a vida por la explotación, la corrupción, la xenofobia y el desprecio de los nativos, se manifiesta de forma eficaz con breves pinceladas y diálogos bien escogidos, que sitúan el contexto de la relación entre colonos y colonizados.

Pero en su segunda mitad perdemos la pista de Edward, y por fin descubrimos a Molly que estuvo hasta ahí fuera de campo, y tan solo presente a través de insistentes telegramas.

Descubrimos así el personaje de Molly Singleton (excelente la actriz Crista Alfaiate) una mujer enamorada, empecinada en la decidida búsqueda de su prometido, que no quiere aceptar la idea de que él no desee casarse con ella, y que va a emprender su mismo recorrido, aunque llegando siempre tarde, cuando Edward se ha esfumado hacia otro lugar.

De Myanmar a Rangún, de Singapur a Bangkok, de Manila a Saigón, de Osaka a Shanghái, hasta su decisión de remontar contra la corriente el rio Yangtsé que nace en el relieve tibetano, siguiendo los pasos del desaparecido Edward, esa obstinada mujer de fuerte carácter, que escondía una grave enfermedad, será recogida en el delta del Mekong por un hombre de negocios que la cuida y la protege.

Entablando una cálida amistad con Ngoc la criada del rico comerciante, Molly prosigue su viaje e intenta avanzar en el tumultuoso Yangtsé, después de que una adivina le anuncia que hay dos hombres en su vida y próxima su muerte. Muerte anunciada como la terrible imagen de los rebeldes nativos encadenados que esperan su ejecución.

La niebla que invade el paisaje y el humo del opio nos anuncian el final de ese amor interrumpido, mientras que la luz de un sunlite nos recuerda que un equipo de cine está rodando esa realidad artísticamente transfigurada.

  • En diversas entrevistas a su paso por Cannes en Francia, y por la Seminci en Valladolid, Miguel Gomes ha evocado que en la génesis de su proyecto estuvo en primer lugar la lectura de «El caballero en el salón» de Somerset Maugham.
  • «Grand Tour se estrenó en Francia el 27 de noviembre 2024. En Cannes recibió el premio a la mejor puesta en escena el pasado mes de mayo.
Julio Feo Zarandieta
Periodista profesional en Francia desde 1976. He trabajado durante 35 años como periodista (Responsable de edición y critico de cine) en el servicio en castellano de Radio Francia Internacional. Pero también como corresponsal en Paris de diversos diarios y semanarios españoles y critico en Cine Classics (canal plus). Jubilado desde el 2013, escribo ahora en Periodistas en español y en Aquí Madrid. Miembro del Sindicato Francés de la critica de cine y de Fipresci, he cubierto numerosos festivales de cine internacionales, muy especialmente Cannes y San Sebastián. Militante antifranquista en los años sesenta, resido en Francia desde 1974, fecha en que me acordaron el asilo político. Hoy en día tengo la doble nacionalidad hispano francesa.

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