La violencia como noticia, o el periodismo con mayúsculas

Asistir a la presentación de un libro del periodista José María Calleja es participar en una lección magistral de periodismo y sobre el periodismo con mayúsculas.

portada-violencia-noticia La violencia como noticia, o el periodismo con mayúsculasPorque este periodista, además de doctor en Ciencias de la Información, licenciado en Historia, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y colaborador de diferentes medios de comunicación parece llevar la profesión en vena, algo que sale a relucir en cada una de sus palabras.

Resulta reconfortante escucharle en un momento en que tanto sujeto extraño a la profesión pulula por las múltiples pantallas de televisión en los más insólitos programas, esgrimiendo, tras sus berridos, que hacen “periodismo de investigación”, con la más absoluta desfachatez. Y es que para periodismo de investigación, lo que hace José María Calleja en este pequeño-gran libro que lleva por título “La violencia como noticia”. Pequeño, porque apenas llega a las 160 páginas, y grande porque es un manual del oficio de periodista en el que muchos creemos y por el que siempre hemos apostado.

Es cierto, y queda de manifiesto en las páginas del libro, que los periodista tenemos una gran responsabilidad a la hora de escribir, plasmar la realidad de lo que nos rodea, y que no siempre estamos a la altura que sería de desear. Por ello se dice en sus páginas que “este libro plantea el compromiso ético de los periodistas con los ciudadanos y subraya la importancia de elegir bien las imágenes, las palabras, conscientes de que al describir la realidad, también la crean. Hoy las diferentes violencias se han convertido en espectáculo adictivo con el que algunos medios, en particular la televisión, buscan subir la audiencia”.

Se exponen otras muchas cosas en este manual de la violencia como género. Todo ello tratado a través de una profesión, la nuestra, sobre la que siempre se ha dicho, y aquí queda reflejado, que los periodistas somos gente como los demás que nos dedicamos a contar a la gente lo que le ocurre a la gente, y que por lo tanto debemos de poner nuestro trabajo al servicio de la sociedad. Otra cosa es cómo contemos las cosas, porque formas hay muchas, pero para describirlas como son debemos emplear las palabras, los términos adecuados, “porque las palabras sirven para contar los hechos, pero también para crear la realidad”.

Se cuentan en estas páginas dos curiosos ejemplos del poder de las palabras en la descripción de una realidad, ambos de dictaduras felizmente pasadas: una es la de la Alemania de Hitler, donde la propaganda nazi consiguió que el término fanático fuera identificado como “virtuoso” o “heroico”, sirviendo así para identificar al buen alemán. El Régimen franquista español no le fue a la zaga al alemán, y así, según la propaganda oficial y única durante la dictadura ser “franquista” era sinónimo de ser “buen español”, cuando en realidad ni todos los españoles eran franquistas ni todos los franquistas eran españoles.

A través de una docena de capítulos, en “La violencia como noticia” se tratan temas como el terror contra la mujer, la violencia tratada en la televisión, terrorismo, propaganda y medios de comunicación, la deontología del periodista ante la violencia, cómo se cuenta desde los medios el abuso contra las mujeres en nuestra sociedad, ya sean abusos, violaciones o asesinatos, atentados que buscan la publicidad en los medios como caja de resonancia, etcétera. Sobre cada uno de ellos se da cumplida información, aportando datos y documentación. Los atentados terroristas de ETA, por ejemplo, buscaban, además de asesinar a personas, que los medios de comunicación se convirtieran en caja de resonancia publicitaria, ya que prácticamente todos se hacían eco de los mismos. Es decir, que tenían garantizada una publicidad gratuita que caso de tener que ser pagada como tal hubiera costado cientos de millones de pesetas. Lo mismo ocurrió con los atentados contra las torres del World Trade Center de Nueva York, donde murieron casi 3.000 personas y sirvieron de propaganda para los islamistas fanáticos. Según describe el autor, se trató de una acción terrorista planificada de cara a la televisión, ya que las imágenes fueron pasadas una y mil veces por todas las televisiones del mundo.

Otros muchos ejemplos dan fe en estas páginas de la importancia que tienen los medios de comunicación, y por ende los periodistas, en la conformación de la sociedad de la que formamos parte. No obstante ello, en opinión de José María Calleja “es posible que una buena parte de los espectadores acuda a los medios de comunicación a reforzar lo que previamente piensa. Ve lo que quiere ver, escucha lo que quiere oír y solo presta atención y manifiesta interés en aquello que refuerza su pensamiento previo”.

Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha seis libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», y «Memoria Histórica. Para que no se olvide». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

1 COMENTARIO

  1. Buen libro, de acuerdo al comentario.
    En efecto, como menciona, las palabras crean realidad y, en general, los medios de comunicación en su mismo proceso «natural» hacen una «mediación» de la realidad, la que recibimos y creemos que es la REALIDAD, sin serla en lo puro.
    Es un asunto de cuidadoso manejo periodístico desde el periodista, también del medio, donde, creo, no basta el profesionalismo; es necesaria una sólida formación interior individual y mentalidad de tolerancia y un «libre examen» moral equilibrado de los sucesos; pues dos redactores, igualmente cultos y hombres de buena fe, sin embargo pueden llegar sobre lo mismo a mensajes y conclusiones muy diferentes.

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