¿A dónde vas cine argentino? Muchas son las crisis de la industria cinematográfica austral pero siempre logró superarlas y mantener la permanencia de la llama fílmica. En la actualidad, afronta la revolución digital, el avance tecnológico, la globalización, la apertura de mercados, el estrangulamiento de la distribución, la dificultad del financiamiento, la reorganización gubernamental y la “cultura light” que invade el ambiente y socava los valores éticos y estéticos del cine.
Las nuevas generaciones argentinas son talentosas y creativas pero parecen solo alimentarse de temas autobiográficos, de la pobreza local, o historias sin mayores riesgos o investigación, según quejas del público, esquivan los temas histórico, el análisis profundo de las relaciones, eluden la comedia o vulgarizan los hechos, se apegan al vecindario, sin mayor cultura y a veces los filmes no son cuidados a nivel técnico y fotográfico. El cine no se trata de cantidad sino de calidad.
En una clase magistral en el Festival de Cine de Mar del Plata, el maestro Vittorio Storaro nos dijo a cineastas y trabajadores fílmicos, “sin conocimientos humanísticos y cultura no se puede hacer cine.”
La industria cinematográfica argentina da empleos a más de 10 000 personas, se producen de 90 a 110 films aproximadamente por año. Hay mas de 60 universidades de Cine y Medios Audiovisuales en el país, existen sindicatos y asociaciones de directores, camarógrafos, fotógrafos, autores, actores, hay un organismo gubernamental-INCAA- que apoya al cine a través de estrategias crediticias y de una Ley de cine. Es una industria con galardones internacionales (entre ellos 11 Oscar), las películas argentinas participan en casi todos los festivales internacionales, mas de 90 y ha logrado coproducciones con Europa, Norteamérica y Latinoamérica.
Es una industria que se ha desarrollado y mantenido ininterrumpidamente, a pesar de los avatares. Cabe preguntarse que buscan las nuevas generaciones, que desean expresar, hacia donde dirigen “su mirada”.
Frente a un panorama diverso, mutante, por momentos confuso, aparecen realizadores que intentan nuevos caminos y desean elaborar un estilo personal conjugando lo mejor de la tradición cinematográfica argentina y la nueva visión internacional.
Pudimos ver dos filmes, en el Festival de Cine de Miami-MDC, que si bien estan dentro del género thriller abordan aspectos diferentes con una factura fílmica profesional. Me refiero a: Los que aman odian de Alejandro Maci y La Cordillera de Santiago Mitre.
Los que aman odian
Los que aman odian es un film basado en la novela de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, siguiendo la tradición cine-literatura, de relevancia en la cinematografía argentina. La película estuvo filmada en una mansión junto al mar, entre las dunas, la playa desolada y los vientos marinos. Un escenario que alienta las pasiones y donde la arena juega como un personaje más incitando al amor y acosando a los personajes. Así, lo sintió el director Alejandro Maci, con estudios de Filosofia y Letras y gran lector, quien parte del conflicto literario para crear un thriller psicológico y policial, en el marco de una época especial, los años 40, entre-guerra, costumbres conservadoras y relacionamientos pudorosos.
“Tuve que trabajar en las relaciones humanas con los actores porque la sociedad de los 40 no permitía cosas que hoy son naturales. Eso fue algo difícil que había que cuidar”- confesó el director Maci y agregó: “en todo momento era consciente que estaba frente a un film de época y eso exigía detalles de escenografía, vestuario, modales, ambientación”. Aspectos que se lograron plenamente. Los bellos exteriores en la playa, el hotel junto al mar y los interiores algo laberínticos, son el marco perfecto para la historia.
La narración es lineal pero no exenta de tensión dramática. Aunque nos recuerde a Agatha Christie, no se pierde el ambiente creado por Ocampo y Bioy, de cierta ironía y reminiscencias.
Los actores supieron comprender el texto y la mano del director supo guiarlos por este policial sin sangre, pero no carente de violencia y muy intenso. Quien conoce la literatura de Silvina Ocampo puede descubrir el desenlace, manejado sutilmente, sin evadir el componente de sorpresa.
Una versión literaria de altura cinematográfica, un director culto y refinado que pone su mirada al servicio de una trama psicológica-policial, sin excesos pero con clima. Un relato que nos deja pensando a pesar de ser un juego intelectual y fílmico.
La cordillera
Santiago Mitre desciende de un presidente argentino, que fue militar y famoso historiador, periodista y traductor. Podría pensarse que se trata un film sobre esta personalidad de la historia argentina. No, pero, lo político no escapa al mundo fílmico de Santiago, quien comenta: “En mi casa siempre se ha hablado de política, y a mi me interesa la política en el cine.” Su film “El estudiante” (2011) trata en parte de la política universitaria.
Mitre rueda este thriller psicológico entre padre e hija, en el marco de una Cumbre de presidentes latinoamericanos, en la Cordillera de los Andes. Apunta a varias tramas: la psicológica relación paterno-filial, la interna del gobierno y su gabinete, la interna de la cumbre con los intereses de cada presidente y país, lo filosófico a través de una periodista que cubre el evento y plantea el concepto de mal, el arrebato amoroso del presidente circunstancial pero latente, y la Cordillera, que da nombre al film y que actúa como un personaje manifiesto: el muro de piedra entre padre e hija, el muro en las relaciones intercontinentales y de gobierno, el muro en nosotros mismo, que podemos ser cumbre y abismo.
Mitre, formado en cine, con ya dos filmes El Estudiante y Paulina (2015), merecedor de varios premios internacionales, arriesga aunque no siempre puede controlar todos los hilos de la trama. Hizo muy bien en convocar al actor Ricardo Darin, para seguir adelante con este proyecto, según comentó el cineasta.
Es un film de protagónico masculino y Darin da todas las gamas, maneja un poco hieraticamente su personaje y mantiene una relación no marcadamente paternal con su hija, pero sí deja en suspenso al público, trabajando con deliberada convicción la escena de la revelación de la hypnosis (no demasiado científica) y la escena de enfrentamiento con su hija (Dolores Fonzi, sin matices en su actuación), mostrando ambigüedad y sembrando duda en todo el resto del contexto.
El film se cierra de manera esquemática y previsible en cuanto a la cumbre de presidentes, olvidando que las últimas cumbres reales han sido mucho más complejas, y que el mapa político latinoamericano ha cambiado. En cambio, no hay desenlace en la relación padre-hija, la interna del gobierno se diluye, y se deja sin dilucidar la personalidad del presidente que siembra más dudas al conflicto, ante la mirada de su asistente interpretada excepcionalmente por Erica Rivas. Este vuelta de tuerca remite al concepto de la dualidad entre bien y mal.
La fotografía acompaña la situación dramática, manejando los tonos grises. Los que conocemos la Cordillera, sabemos de su grandeza y esplendor, que el film no revela, para enfatizar la sensación de encierro y opresión. Clima que se mantiene en los interiores del hotel donde se lleva a cabo el evento presidencial. Un film cuidado, con una lograda ambientación y vestuario. Umberto Eco consideraria obra de final abierto, donde subyace la violencia, la intriga, el cinismo y la estrategia, donde los aspectos éticos quedan sepultados en la montaña, testigo mudo de nuestro devenir manipulado a veces, por hombres políticos oscuros.
Dos filmes argentinos que destacan la naturaleza como co-protagonista: la arena y la cordillera, símbolos del amor y la incomunicación, dos film que apuntan a conflictos psicológicos y a la violencia, dos films que dejan una inquietante reflexión en el espectador.