Las formalidades y sus vericuetos

Roberto Cataldi [1]

Cuando se dice que una declaración fue “políticamente incorrecta”, habitualmente se procura significar que fue una crítica desembozada. Un discurso correcto se cuidará mucho de embestir al poder o a una fuerte corriente de pensamiento. Lo curioso es que a diario tomamos conocimiento de manifestaciones públicas que los periodistas juzgan como políticamente incorrectas y esto nos motiva a que hagamos algún tipo de análisis y que evitemos de entrada sumarnos al coro de esta cultura imperante de los slogans.

Para Aristóteles la forma es lo que otorga a las cosas una particular manera de ser. En la antigua Roma, quien en un procedimiento judicial se equivocaba en la repetición de las fórmulas perdía el litigio. Los abogados sostienen que las formas hacen al fondo de la cuestión La democracia es una forma de gobierno y el funcionamiento de las instituciones en una república estaría garantizado por las formas. Claro que hoy estos conceptos revelan una profunda crisis, comenzando por la verdad. Y además nos hemos acostumbrado a las formas, pero como esos individuos que quedan bien con todo el mundo aunque no producen ningún resultado. Es indudable que todos los actos de la vida tienen una forma y un fondo. El don de la palabra nos permite expresamos y comunicamos, por eso la vida transcurre entre lo que decimos y cómo lo decimos.

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Xulio Formoso: Juan Goytisolo
Puedes encargar un póster de este dibujo de Xulio Formoso a [email protected]

La contradicción de Juan Goytisolo de aceptar el Premio Cervantes al que se había opuesto, se debió a la necesidad de obtener dinero para pagar los estudios de sus ahijados que vivían con él. Esto se supo a la hora de los obituarios, lo mismo que la carta que escribió de puño y letra unos años antes solicitando la eutanasia, o la precaria situación económica en que vivía. La muerte de Goytisolo se produjo en junio de este año, a los 86 años en Marrakech, donde vivía. Recuerdo que al día siguiente de haber recibido de manos del Rey en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares la distinción, no pocas críticas aparecieron en los medios peninsulares como consecuencia de su discurso, al extremo que hubo quienes opinaron que si estaba disconforme con la realidad de España que no hubiese aceptado el premio. La situación política, la corrupción, el paro y el nacionalismo no estuvieron ausentes en su breve pero indignado discurso. En realidad, fue el discurso de un intelectual cabal, de alguien que se pasó la vida denunciando las injusticias, defendiendo a los débiles, desenmascarando las inexactitudes de la historia oficial, criticando las estupideces de una sociedad injusta, y creo que estaba demasiado viejo para transigir con tantas hipocresías.

¿Qué esperaban que dijese? ¿Pretendían que traicionase sus principios? El maestro catalán que en su infancia vivió la Guerra Civil, siempre fue fiel a los valores universales y estuvo a la altura del intelectual que presta su voz a los que son acallados, que habla en representación de esos seres invisibles que son casi muertos civiles. Quienes hayan seguido durante años las intervenciones de Goytisolo -entre los que me incluyo- saben cómo respondía frente a las injusticias. Günter Grass dijo que Goytisolo era la “Casandra” de España (la que enreda a los hombres), que por decir verdades es rechazado por sus colegas intelectuales. Algunos olvidaron que hace más de veinte años viajó a Sarajevo, por consejo de su amiga Susan Sontag (otra personalidad incómoda y políticamente incorrecta), y denunció a los cuatro vientos el genocidio de los musulmanes de Bosnia-Herzegovina, una limpieza étnica frente a la que Europa y buena parte de su intelectualidad tuvo una actitud cínica. Tampoco recuerdan su encendida defensa del Tercer Mundo así como de los refugiados y los inmigrantes que día  tras día golpean las puertas de Europa pidiendo ayuda. El discurso no me sorprendió.

Cuando me encuentro con japoneses compruebo que son muy formales, ceremoniosos, de costumbres arraigadas y se muestran respetuosos. Hace poco tuve conocimiento que en el ámbito de los negocios también cuidan los modales, al punto que consideran que el comportamiento es tan importante como la propuesta del negocio. Saludan con una leve reverencia, no son afectos al contacto físico y, solo a los extranjeros nos dan la mano. Algunas mujeres de la colectividad judía al entrar a mi consultorio dicen que no dan la mano. La primera vez me cayó mal porque quedé con la mano tendida. Luego supe que se trata de una antigua costumbre, con no menos de quinientos años, porque el contacto físico podría incitar al pecado de adulterio. Algo similar le pasó a una colega con un judío religioso, pues, no tocan a ninguna mujer que no sea su propia esposa.

Marruecos fue el primer país del mundo árabe que visité. En efecto, en la década del setenta fuimos a un mercado de Tánger acompañados de un español que vivía allí y, cuando luego de averiguar el precio de una prenda saqué los dírhams para pagarle al vendedor, mi acompañante me reprendió y se puso a regatear el precio, el vendedor parecía muy enojado pero finalmente quedó satisfecho. Muchos años después, en contra de mi manera habitual de obrar, yo también regateaba los precios en el Gran Bazar de Estambul. Si uno busca lograr la buena convivencia, debe respetar las costumbres.

En la antigua Roma, frente al caos o la guerra, el Senado ofrecía el cargo de Dictador a una personalidad relevante. Duraba seis meses, improrrogables, y durante ese tiempo el Dictador tenía en sus manos todos los poderes del Estado. El objetivo era que la concentración del poder en un hombre facilitase la toma de decisiones. De este modus operandi se ha abusado a lo largo de la historia. Pero la delegación del poder en un Dictador no estaba exenta de peligros, como la corrupción, los excesos en las decisiones de vida o muerte, y no faltaba la tentación de perpetuarse en el poder. Este régimen de excepción autorizaba al Senado a revocar el mandato antes de tiempo, aunque algunos dicen que el Dictador tenía tanto poder que podía suspender la autoridad del Senado.

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Estatua de Cincinato en la ciudad de Cincinati (EE. UU.)

Quizás el único que tuvo un proceder ejemplar fue Cincinato, figura legendaria de la Roma republicana, quien antes había sido cónsul y general romano, pero como le disgustaba la oligarquía abandonó la política y se refugió en las tareas agrícolas. Otros autores sostienen que el motivo de su retiro fue el exilio de su hijo, quien ante los tribunos habría usado un lenguaje violento, no habría respetado las formas. En una oportunidad las legiones del Cónsul Minucia quedaron atrapadas por fuerzas enemigas y el pueblo exigió al Senado un Dictador. A Cincinato le llegó la designación cuando estaba arando sus tierras a orillas del Tiber. Él organizó un nuevo ejército y derrotó al enemigo en tan solo dieciséis días. Inmediatamente renunció al cargo y se negó a recibir recompensa alguna. Esa era la moral de Cincinato, impensable en nuestros días. Dos décadas después fue convocado de urgencia por el Senado debido a la conspiración de Espurio Manlio, quien pretendía restablecer la realeza. Cincinato tenía ochenta años, sin embargo actuó con la misma celeridad y astucia que tuvo en su juventud, ya que luego de ejecutar a Manlio repartió entre la plebe el trigo y las riquezas de éste, evitando así una guerra civil. Cumplida la misión renunció al cargo, pero antes de retornar a su finca les advirtió a los senadores que si Roma llegase a estar nuevamente al borde del abismo, ellos mismos se ocupasen de salvarla. Catón el Viejo lo convirtió en arquetipo. Una historia que fue bien acogida en los Estados Unidos, la prueba es que una ciudad de Ohio fue bautizada con el nombre de Cincinnati, en honor de George Washington, a quien muchos consideraron que fue el Cincinato de la Revolución Norteamericana.

Hay personas que tienen pensamientos loables, pero para su desgracia no saben cómo manifestarlos. Recuerdo que los manuales escolares sostenían que el fondo era la parte esencial de algo y la forma lo accesorio. No siempre es así, ya que valoramos una novela fundamentalmente por cómo está escrita, sino todos serían escritores. Los artículos académicos suelen revelar una labor escrituraria muy trabajada, no recuerdo quien dijo que están “altamente formalizados”. Claro que un texto prolijamente escrito a veces contiene pocas ideas y para peor sin valor.  Roland Barthes sostuvo que, “La palabra es irreversible, esa es su fatalidad”. Estoy de acuerdo, porque se trata de una fatalidad a menudo determinante, que puede llegar a condenar al hombre y su mundo.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldo Amatriain (FICA)

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