La Sala Comunidad de Madrid – Alcalá 31, expone la retrospectiva Chema Madoz 2008 – 2014 Las Reglas del Juego, más de 120 fotografías, casi todas inéditas que se enmarcan en la décimoctava edición del Festival Internacional PHoto España 2015.
El fotógrafo madrileño cuenta con merecidos reconocimientos a su trabajo, como el premio PHoto España 1998, Premio Nacional de Fotografía 2000 o el Premio de Cultura Comunidad de Madrid 2012 a su trayectoria artística profesional.
Lo primero que sorprende al espectador es la ausencia de títulos. Es una muestra muda. Pero al poco, éste se percata de que los universos por los que transita Madoz hablan por sí solos, aparentemente de forma sencilla, pero solo aparentemente. La muestra de Madoz recuerda recurrentemente a los universos dalinianos; nunca se termina de penetrarlos, nunca se llega a su última dimensión, a pesar de su aparente nitidez y precisión.
Es como si las fotografías de Madoz hubieran hecho un recorrido por los opuestos afines, como el dadá y el constructivismo, rememorando las máquinas inútiles de Duchamp o Picabia, tan cercanas a los planteamientos de El Lissitzky, como si la racionalidad y la irracionalidad pudieran encontrarse en un punto de unión de los opuestos. La fotografía muda y en blanco y negro de Madoz es tan esencialmente cinematográfica como la obra de Man Ray, László Moholy-Nagy o Fernand Léger y sus propuestas de nuevos desarrollos creativos que culminaron en la toma de conciencia de los surrealistas y su conversión del objeto en el máximo protagonista del panorama artístico en aquella famosa Exposition surréaliste d’objets en el París de 1936.
Dice Madoz que se descubre el objeto cuando se adquiere conciencia del inmenso potencial de una realidad dotada de sensibilidad propia. Cuando las gotas de agua se convierten en perlas, cuando las nubes adquieren una corporeidad capaz de ser penetrada por agujas, cuando la casi infinita variedad de puntos de vista sobre la percepción de un objeto, permite la selección más adecuada del mismo para transformarle en obra fotográfica, por ejemplo, la distancia, el tamaño, las texturas de los materiales, la incidencia de la luz sobre el conjunto, el relieve sobre el fondo.
Cuando Madoz actúa en este sentido de la percepción, está regresando al minimalismo de los sesenta, hasta implicarse en el complejo proceso que culmina en la creación fotográfica. Su planteamiento de percepción de las imágenes tiene como objetivo implicar al espectador en las fotografías, asumiendo el riesgo personal de que su visión como artista sea al mismo tiempo la inherente al observador. Ahí radica la labor decisiva de selección del punto de vista que va a decidir el disparo de su cámara analógica, que sin embargo, no va a garantizar la aceptación del resultado, porque el proceso de la percepción es tan complejo, debe manejar tal cantidad de opciones, que la paciencia se convierte en la máxima virtud. Así, la fotografía adquiere categoría de experiencia científica en la que no siempre se llega al resultado buscado.
En su labor de creación, Madoz siempre ha desdeñado el color, siempre ha trabajado en blanco y negro. Desde su punto de vista estético, el blanco y negro crea imágenes más atractivas, con una carga simbólica mucho más potente. Está más allá de la realidad inherente al color, prefiere instalarse en la atemporalidad y distanciamiento consustancial al blanco y negro, evocadoras de las sensaciones múltiples que hacen que su obra sea tan genuina y extrañamente bella, tan cercana al cine mudo y en blanco y negro de los primeros años. La asociación de ideas, blanco y negro y mudez, explica en cierto modo el recurso a la música por medio de notas, pentagramas, claves, instrumentos musicales en una de las series de la muestra.
Pero el factor determinante en su obra es el componente onírico, enfatizado por el blanco y negro, por los contrastes de luz y sombra, los brillos y las luces, por el poder de fascinación ante un misterio que produce un estado de alerta como en espera de que algo inminente va a suceder. Evoca sin definir, algo necesario para mantener viva la atención del espectador.
Lo anterior es aplicable a la compleja clasificación de las imágenes. Una misma imagen asociada a objetos diferentes, lejos de constituir una repetición, la dota de nuevas posibilidades. Un claro ejemplo presente en la muestra es la imagen de la mariposa con sus connotaciones de forma y textura muy diversas, que asociada a un escarabajo, ensartada en un objeto punzante, o con un mapa estelar sobre sus alas, evidencian una objetualidad independiente; ninguna de estas obras tiene nada que ver entre sí, ninguna sugiere sentimientos afines.
La muestra ofrece una clasificación por temas de objetos fotografiados. Un gran número de fotografías representan mecanismos; un segundo tema está referido a libros, textos escritos, notas musicales, pentagramas y partituras; otra serie se ocupa de animales, plantas, fragmentos de seres humanos. Y por último un extenso repertorio de objetos diversos.
No podía faltar el tema del ensalzamiento de la máquina y sus partes en el ámbito de mecanismos. Pero de otra forma; no son objetos de la era industrial sin más, sino pura exaltación de una irracionalidad desbordante. El tiempo mensurable, con o sin principio y fin está en el trasfondo de las imágenes de relojes de todo tipo, incluyendo los de arena, como mensurabilidad de la vida, -o de esta vida-. El misterio aparece en las piezas de ajedrez alteradas, en los tableros, lámparas, linternas, bombillas, en el ventilador con las letras W-I-N-D en cada una de sus aspas. Wind, viento, en un mecanismo parado que anula la función de proporcionar aire. Mecanismo o antimecanismos, referencias al transcurso del tiempo, o a un tiempo estático o a la finitud del mundo físico…
Libros, textos escritos, notas musicales, pentagramas y partituras…
La palabra escrita es una constante en la obra de Madoz, ya sea para conceptualizar, delimitar o circunscribir cualquier objeto creado con una misión claramente cósmica. La palabra o la frase que o bien expresan ideas o pensamientos o bien sitúan la acción en un lugar concreto. La obra B-O-O-K, en la que cada letra es un libro que se visualiza de forma muy diferente desde cada ángulo de visión, resulta muy impactante y sugerirá sin duda emociones subjetivamente diversas. O esa araña que aparentemente pende de un hilo, pero no hay tal hilo, sino un vehículo para la comunicación de un mensaje inconcluso: La luz de la luna cae al pie de mi cama y se queda allí como una…Madoz deja abiertas todas las interpretaciones posibles con ese fragmento de idea o de objeto.
La armonía ocupa un lugar esencial en el espacio cósmico del artista. Sin armonía no hay nada, no hay vida. El blanco y negro de la partitura es un punto de partida abierto a cualquier posibilidad. Las partituras, notas, claves y algunos instrumentos musicales son testimonio de la importancia suprema de la música como realidad tangible en la concepción de la obra.
Animales, plantas y fragmentos de seres humanos
Ranas, corceles, perros, insectos, focas, pájaros, mariposas, una jirafa con rayas de cebra asociadas a otros tantos elementos, constituyen un material de una riqueza insondable destinado a la creación de escenas, de nuevo aparentemente simples pero que en realidad están dotadas de una complejidad profunda, en especial esos troncos retorcidos, torturados, resecos y recurrentes en varias obras, que los revisten de un carácter onírico sometido a una eterna temporalidad…Pero los fragmentos de cuerpos humanos son los elementos más capaces de desencadenar una atención más llena de inquietudes. La mano abierta mostrando un orificio negro en el centro de la palma, la cabeza cubierta de inscripciones surgiendo en el centro de los círculos concéntricos de las aguas de un lago, pueden querer transmitir todo o nada, pero la visión del artista permanece en el misterio.
Hace mucho tiempo que Madoz dejó de fotografiar seres humanos. Él mismo explica que, cuando fotografiaba personas, siempre tapaba sus rostros o sus ojos, es decir, eliminaba su identidad. Por eso, el artista prefiere tratar con maniquíes, objetos totalmente manipulables, para realizar las construcciones que más le interesen. Por ejemplo, la imagen de San Sebastián atado a la columna, rememora la serie de dibujos de esta temática que Lorca y Dalí realizaron en los años veinte.
Las manos como en tantas otras obras de arte de tiempos pasados y presentes poseen una expresividad especialmente atractiva; en la muestra, esas manos de mujer enfrentadas, jugando a entrelazar un cordel entre los dedos, recuerda el dibujo de Man Ray de 1937, Les mains libres. Pero hay una diferencia fundamental entre ambas obras. De nuevo en la fotografía de Madoz, el cordel no es un cordel, sino una frase también inconclusa, que se repite una y otra vez: Me olvido del cuadro…me olvido de que hay una pared… lo que hace que ambos artistas jueguen a algo diferente.
Dos imágenes que impactan de forma muy especial en esta serie son las del ojo-caramelo y la calavera-sierra. El ojo, tiene numerosos antecedentes en la iconografía del siglo XX, un ejemplo serían los fotogramas iniciales de Un chien andalou de Buñuel. Pero esta es la primera vez que nos enfrentamos a un ojo-caramelo, es decir, como algo apetecible. Las imágenes subconscientes que esto puede sugerir son cosa de cada espectador y es inútil especular con las razones profundas del autor de la obra. La calavera es, sin duda, una de las fotografías más inquietantes de la exposición, pero al mismo tiempo la presencia del humor surge si vemos la imagen como una cabeza tocada con un sombrero. Esto atempera en cierto modo su carácter atemorizante.
El factor lúdico, está presente en algunas obras de Madoz y su posible interpretación es muy compleja. Puede que nuestro autor quiera comunicarse con el espectador a través de un juego o quizá solo quiera poner una nota de ironía a la forma de abordar ciertas preguntas, a las que la respuesta pudiera ser una síntesis de ambas. Pero lo que queda bien explícito es su propósito de atrapar la atención del observador.
Elementos diversos
En este capítulo nos encontramos con la serie de fotografías de objetos procedentes de muchos ámbitos de la realidad, a veces dotados de ese toque de irrealidad que los convierte en imposibles desde la realidad, como el vaso de agua en el que el elemento líquido presenta una inclinación imposible desde nuestra realidad: o la foto de dos papeles arrugados, uno blanco el otro una bola de aluminio. Sus texturas, brillos, entrantes y salientes, aparte de su extraordinario atractivo atrapan y sugieren interminables lecturas.
Las manchas de tinta negra entre dos amplios corchetes y la raqueta de ping pong con agujeros circulares forman parte del repertorio de objetos que casi obligan al espectador a hacer el esfuerzo de comunicarse con ellos. La alfombra sobre las escaleras que va sumergiéndose en el agua, transformándose e incluso disolviéndose lentamente. El carácter incoloro del agua y su transparencia vuelve a ser utilizado por Madoz para crear los sutiles elementos que puedan surgir de cada inconsciente de forma magistral, como en sus intervenciones en espacios abiertos, los charcos en la calle o en el campo, con sus luces y sombras, su transparencia que los transforma en espejos.
La vela encendida con la escalera de caracol enroscada en ella, es otra alusión al proceso de disolución del objeto y a su temporalidad efímera. El jarrón de cristal con una sola flor, cuyo capullo es una caracola vacía enroscada, como contrapunto material a la otra caracola situada al pie del jarrón; o el huevo blanco perforado por el fuerte pico de un avestruz, son elementos empleados para referirse a la misma vida, por medio de la espiral de la caracola o de la composición ovoidea.
El comisario de la exposición, Borja Casani, incluye un interesante artículo en el catálogo de la muestra, que ahonda en un intento de interpretación psicológico-conceptual de la creación de estos últimos seis años de trabajo fotográfico de Madoz Casani, conoce muy bien al artista. Lleva muchos años junto a él, como comisario de sus exposiciones en cualquier parte del mundo.
Apoyándose en la opinión del fotógrafo suizo Joseph Beuys, recomienda la no interpretación de una obra de arte hasta haberla visionado, analizado e intentado asumirla en su globalidad muchas veces. Cuando se observa la obra de Madoz por primera vez, se tiene la sensación inmediata de un déjà vu, que parece implicar su comprensión sin mayores problemas por parte de la gente en general. Pero lejos de ser así, cuando se accede a la obra desde una perspectiva amplia y simbólica, no restringida al objeto concreto, aparecen las múltiples posibilidades de generación de ideas, en función de la yuxtaposición, suma, coordinación y comunicación de los objetos.
La alusión al paso del tiempo es muy frecuente en la obra de Madoz. La vida y la muerte es el tema recurrente en sus creaciones. El huevo simboliza el misterio de la vida. Ambos aspectos, vida y muerte configuran el sentir de su mundo particular.
Anteriormente citamos la imagen de las dos manos enfrentadas que sostienen una cinta que enlazada entre los dedos compone una figura geométrica. La cinta está formada por palabras y la geometría de los hilos remite al comienzo de un antiguo juego de manos, que requiere que los dedos de otra persona recojan la cinta por unos puntos determinados hasta obtener otra figura geométrica diferente. Y así se pasa de una a otra mano hasta que vuelve a aparecer de improviso la figura inicial. Casani hace una larga disquisición sobre juego, visión, simbolismo, diálogo y significado de los objetos, que resumimos en esta frase también suya: La pieza descrita es una entre las decenas de fotos que componen esta exposición, pero sirve de ejemplo para hablar de la diversidad cognitiva de la percepción. Madoz trabaja con el material polisémico y abstracto del sentido de las cosas y sus significados latentes. Las cosas, los objetos que nos rodean, se autodefinen por la función que cumplen. Son fundamentalmente útiles y gracias a esa utilidad los podemos entender.
El diálogo entre objetos que propone Madoz está definido por su resolución fotográfica en blanco y negro. La reducción de la información a la escala de grises, despoja a los objetos que retrata de todo elemento superfluo y los convierte en fantasmas, que sin embargo conservan toda su potencia icónica. Siguen estando ahí, pero transformados en signos. De esta forma consigue crear un lenguaje de gran claridad al que el objeto aporta su estricta definición funcional pero que permanece completamente abierto a la interpretación por la confrontación de identidades distintas y cuanto más distantes, mejor.
El proceso paso a paso del trabajo de Madoz, es el producto de una idea previa, resuelta conceptualmente y, a menudo bocetada y dibujada sobre el papel. Los elementos necesarios para su ejecución son cuidadosamente elegidos y buscados. Pueden ser útiles en su aspecto natural, y en ese caso se trata simplemente de unirlos y confrontarlos siguiendo la idea previa, o por el contrario deben ser modificados, intervenidos, violentados o fabricados expresamente como objetos únicos por artesanos y especialistas, y en este sentido el soporte digital tal como lo usa Madoz es una herramienta más en la consecución de materializar el concepto. La pieza física y tridimensional resultante, es la fotografiada posteriormente en estudio con luz natural y revelada manualmente en papel baritado. El tamaño final de la copia es proporcional a la dimensión de los objetos fotografiados. Y así, con una precisión quirúrgica y una gran elegancia formal, se cierra el viaje desde la abstracción de la idea inicial hasta la concreción de su resolución final. Este resultado justifica la férrea autodefinición de Madoz como fotógrafo; su intención última de conseguir el retrato fotográfico de una idea, que en lugar de cumplir con el sentido clásico de preservar la memoria de una realidad, lo que trata es de dejar la huella gráfica de un pensamiento, de una abstracción.
Una vez ejecutado el trabajo, el resto es responsabilidad del observador. El momento crucial de toda propuesta artística es el momento de su recepción. Y aquí es donde la obra de Madoz adquiere su verdadera dimensión. El arte puede tener diversos objetivos y estos conducir a muchos resultados, y uno de ellos, es el de producir felicidad y satisfacción.
La instalación expositiva de la obra de Madoz se presenta por lo tanto como un paseo con las menores interferencias posibles. Necesita de una atención serena, una visualización lenta. Como si se tratara de un proceso de lectura, requiere de una participación activa del espectador. Los sentidos que produce la agrupación de ideas en principio inconexas, multiplica la resonancia entre las fotografías. Esto aumenta la potencia del mensaje y permite organizar el itinerario de una manera libre, atendiendo más a la coherencia visual de las piezas agrupadas que a su contenido conceptual. Porque, de la misma manera que Madoz no titula las fotos, y solo especifica el tamaño y el año de su realización, tampoco trabaja, salvo en contadas ocasiones, por series, ni suele buscar vínculos grupales de las fotos entre sí. Sin embargo sí existen apariciones estelares de determinados objetos como los libros, las notas musicales, los relojes, que aportan la multiplicidad de sus sentidos a la construcción de su lenguaje, pero de manera independiente y con resoluciones y tamaños diferentes. En esta exposición en la que se muestra una amplia selección del trabajo realizado por el artista entre los años 2008 y 2014, es decir su producción más reciente, se puede destacar la consolidación de la presencia de la palabra escrita en las imágenes. También aparece, por primera vez y de manera tímida, el dibujo a lápiz en alguna de las fotos de esta época, con la misma función de la palabra escrita. Pero esto, no es una novedad en esta última producción de Chema Madoz; si lo es, su maravillosa capacidad para observar el mundo y descubrir y articular mensajes visuales. Es simplemente un maestro.
Finalmente, un comentario de Borja Casani sobre la relación de la obra de Madoz con el público: Creo fundamental profundizar en el efecto que produce en el público y destacar el factor que me parece decisivo: el fenómeno de su recepción. Hace muchos años que trabajo con Madoz. Por esas suertes de la vida he montado con él y su obra grandes exposiciones en muchos lugares del mundo y lo que más me ha impresionado y he agradecido es la respuesta del público. He visto ante sus fotos a personas de todas las latitudes y culturas, de todos los niveles sociales y económicos, e independientemente de su lengua, de su cultura, de su diferente modo de entender la vida, han mostrado la misma sensación de asombro, interés y satisfacción. Sea cual sea el lugar, en China, en Holanda, en Rusia, en Guatemala, en Francia… el espectador traslada a otros el mensaje de su experiencia y convoca a compartirla. El más justo y sincero sistema promocional.
Me resulta increíble definir una obra de arte por el hecho de que produce felicidad, pero así es en este caso y así lo puedo atestiguar.
Ficha de la Exposición:
- Título: Chema Madoz 2008-2014. Las Reglas del Juego.
- Lugar: Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid
- Fechas: 13 de mayo a 2 de agosto 2015.
- Comisario: Borja Casani
- Entrada gratuita.