Cuando hablamos de juego siempre lo asociamos a alguna experiencia que nos lleva a desarrollar tanto las habilidades sociales como el aprendizaje. Jugar nos permite respetar las reglas; poner a prueba nuestras capacidades y superarnos. Mediante el juego, los niños aprenden valores, conocen qué es compartir y desarrollan estrategias que las llevarán a cabo de por vida. Entonces, ¿por qué tenemos ahora miedo al juego online?
Según los últimos estudios, la delgada línea que separa el juego lúdico del juego patológico o del juego de riesgo se presenta en adolescentes con acceso a otro tipo de juego que deben y tienen que regular con las bases adquiridas en la infancia. Cuando comienzan a entrar en mismo, tanto el azar como la posibilidad de apostar, otros mecanismos lúdicos nos presentan quizá conductas problemáticas y ya estaríamos hablando de juego patológico conocido por ludopatía.
En el juego de azar nuestras habilidades apenas entran en juego, valga la redundancia. Jugamos solos; esperamos una combinación de cartas que nos da la opción y las leyes de la probabilidad nos hacen perder. Ahí comienza el problema.
La necesidad de jugar está por encima de la vida y el reconocimiento de la adicción, que no se cura como ninguna, deberá tratarse lo antes posible.
El acceso a las apps y a los juegos online por parte de los adolescentes, sumados a los lugares de ocio destinados solamente a las apuestas, han dinamitado esta forma de entreteniemiento cuyos riesgos son importantes cuando no se regula el mismo. En España, el juego se legalizó tras morir el dictador en el año 77 y desde entonces fueron apareciendo bingos, casinos y máquinas tragaperras hasta las actuales de fútbol y otras actividades, que están situadas en bares y locales exprofeso.
El inicio de esta actividad comienza en el primer estadio y se asociaría a la fase de ganancia en donde solamente existen resultados positivos para el jugador y con ello, una euforia no contenida. Tras la ganancia viene la pérdida en donde el jugador sabe que puede suceder y ve que a veces pierde para lo cual, le genera un impulso no controlado, le crea ansiedad porque debe conseguir dinero para regular la fase anterior y así sucesivamente. Cuando se agotan los préstamos comienza la irritabilidad, la mentira y la desesperación que les lleva a tener actos compulsivos de dudosa etiología.
Para ello, tenemos que averiguar si tras el juego patológico existen situaciones maníacas, posteriormente depresivas; conductas impulsivas y por tanto la problemática personal y psicológica que esconde el adolescente cuando comienza a practicar esta aficción que le genera dinero. En algunos casos, los hábitos de juego se adquirien en el entorno más cercano así como el perfil adictivo del adolescente que no deja de ser conductual.
La pregunta siempre es la misma. ¿Quién está libre de ser adicto al juego? Adolescentes con algún problema de base; niños conflictivos o con falta de recursos y poca habilidad social; estilos de vida disfuncional y relaciones familiares con problemas de comunicación; hace que la inseguridad del adolescente se gane con el juego y desarrolle conductas adictivas al mismo tiempo porque le reafirman en su posición de niño frente al adulto. Problemas de roles, jerarquías, o alguna otra variante dentro de la funcionalidad familiar alienta a uno de sus miembros; normalmente el más vulnerable a generar dependencias o adicciones.
La conexión 24 horas; la falta de filtros, la falta de regulación y de tiempos y la nomofobia que se adquieren en los años anteriores, son una realidad que arrastra a la población infanto-juvenil española. Los adolescentes pueden caer en la trampa de los juegos de azar mediante el móvil y luego engancharse a la vida real para experimentar qué significa ganar de verdad siendo ellos los protagonistas. Basta con acudir cuando sean mayores de edad a un bingo o a un casino. Lo que comenzó en un móvil, se convierte en su realidad; la que de verdad les hace ser adictos sine die.
Del ocio a la adicción hay un paso y al menos un 40 % de los jóvenes conocen o han conocido, los juegos de azar gracias a su móvil.
Actualmente en España, la población de riesgo más importante en torno al juego es la adolescente y es por tanto, un problema social grave. Estar rodeado de juegos de azar; casinos; bingos y una oferta constante online, es un riesgo permanente. Es por tanto, un problema de salud pública que afecta a una población numerosa que es menor de edad, cuya capacidad de darse cuenta del riesgo es muy baja. La incapacidad para controlar el deseo de apostar y ganar debe tratarse de forma integral con un apoyo multidisciplinar tanto de psicólogo, psiquiatra como de familia.
La eficacia de una terapia cognitivo conductual así como el tratamiento de base que ha generado la adicción debe tratarse en cuanto la familia lo note. La farmacología no es curativa salvo que el ludópata arrastre otra patología como la depresión y sí pueda existir una sinergia entre los fármacos y la psicología. Actuar a tiempo es necesario para controlar que no vaya a más y sea un problema que arrastre décadas. ¡Pida ayuda; solo, nunca podrá salir de ello y menos si cree controlarlo!