Los años 60 fueron especialmente importantes en Argentina. Una verdadera revolución cultural y artística marca la década. El escritor Jorge Luis Borges, ilumina la literatura a nivel internacional y surgen mujeres escritoras que abren camino al boom literario futuro. Una nueva visión en el enfoque de la historia nacional promueve el revisionismo histórico y en cine, la “generación del 60”, impulsa un nuevo lenguaje fílmico.
En el panorama de las artes plásticas surgen movimientos renovadores como el Informalismo, Abstracción, Arte destructivo, Pop-art y Op-art. En ese ambiente aparece “Otra Figuración” o “Nueva Figuración”, conjunto iconoclasta formado por los artistas Felipe Noé, Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Ernesto Deira.
Luis Felipe Noé, fue el teórico del grupo, nació en Buenos Aires en 1933 y estudió pintura en el taller de Horacio Butler, en l959 presenta su primera exposición. A partir de entonces no deja de crear, ensayando nuevos materiales, trabajando telas de gran formato, aventurándose en instalaciones y enfocando temas históricos, ecológicos y míticos; siempre con una estética reflexiva y audaz.
Su obra se encuentra en museos y colecciones de Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. En 1985 fue invitado al sector Histórico de la Bienal de San Pablo. El Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires presentó, en 1995, una gran retrospectiva de sus trabajos. Ha obtenido numerosos premios y distinciones.
Noé es parte de la historia del arte y protagonista de uno de los movimientos más importantes de la pintura latinoamericana “la Nueva Figuración”. Su ardor expresionista, su permanente reivindicación de lo humano y social, su innovación plástica y precursora, lo presentan como un maestro en constante acción y controversial.
En su atelier de Buenos Aires atiende varios proyectos y nos contagia su “juvenil euforia” creativa.
Felipe Noé: La pintura fue una pasión desde chico. A los once años ya sabía reconocer a la mayor parte de los pintores en el Salón Nacional. Siempre quise ser pintor, pero si bien mi padre no se oponía, me condicionó para que yo hiciera estudios de derecho y, simultáneamente, de pintura. Estudie pintura en el taller del maestro Horacio Butler, continué de manera autodidacta. En 1956, habiendo ya abandonado la Facultad de Derecho y trabajando de periodista, me animé a ejercer crítica de arte en el diario El Mundo. Mi historia personal invierte eso que se dice habitualmente de que muchos críticos antes fueron pintores.
Adriana Bianco: ¿Cómo surgió el grupo Nueva Figuración y por qué se unieron?
FN: El 5 de octubre de 1959 se inauguró mi primera exposición de pintura en la Galería Witcomb de Buenos Aires, y me pasaron dos cosas inolvidables. La primera tiene que ver justamente con Horacio Butler, me lo encontré parado en la puerta de la galería y me dijo: “Llegué temprano por si no me gustaba, pero lo estuve esperando para decirle que usted me ha dado una gran lección. Haciendo lo contrario de lo que yo le enseñé, ha hecho una pintura que le ha dado un gran resultado”. Estas palabras me empujaron a ser pintor.
El otro hecho que gravitó en mi futuro fue que tres pintores jóvenes, pero ya iniciados en el mundo artístico, Alberto Greco, Jorge de la Vega y Rómulo Macció, se acercaron interesados por mi obra y así nació nuestra amistad. Por la misma época mi padre me dijo que podía ir a pintar a una fábrica que teníamos. Al poco tiempo, Greco y Macció trabajaban ahí también, y de la Vega nos visitaba y pintaba cuando quería hacer una obra grande. Allí, se fue gestando la idea, que luego se concretaría, con el nombre de Otra figuración.
Es necesario aclarar que, poco antes de mi primera exposición, había surgido el movimiento informalista en la Argentina, cuyos líderes eran Alberto Greco y Mario Pucciarelli. Pero el primero, por su actitud polémica era más que informalista, era un provocador cultural. Mi amistad con él fue muy importante en la conformación de mis ideas y planteos.
En el taller, con Macció y de la Vega ibamos tomando conciencia que si bien nos interesaba la experiencia informalista y la action painting norteamericana, creíamos que la división entre abstracción y figuración debía superarse. Abstracción y figuración nunca fueron para nosotros conceptos antagónicos sino dialécticos aunque no podíamos definirlo de esta manera. Así fue naciendo la idea de hacer un movimiento con este planteo neofigurativo -siguiendo el Informalismo español y la action paiting norteamericana-. Por lo tanto, invitamos a varios artistas, el primero que se sumó a esta propuesta fue Ernesto Deira, pero la mayoría de los otros a los que invitamos a la exposición que estábamos organizando con el título de Otra figuración, nos dijeron que no.
Al poco tiempo, de la Vega y yo nos fuimos a Francia, y antes de fin de año nos encontramos en París con Macció y Deira. Para entonces, habíamos tomado conciencia que éramos solamente un grupo constituído por los cuatro que habíamos pergeñado la muestra descartando, por las razones antedichas, el concepto de “movimiento”, con el cual inicialmente habíamos soñado. Es así que al regresar un año más tarde a Buenos Aires, comenzamos a realizar una serie de exposiciones con nuestros nombres como único título de la muestra, sin ninguna alusión a la otra o a la nueva figuración.
En 1962, el término Nueva figuración, lo puso de moda Michel Ragón, en Francia. La verdad es que nosotros lo habíamos tenido en cuenta como posible, pero lo descartamos porque si se trataba de nueva figuración, eso era la de Picasso, lo nuestro era paradójicamente una figuración abstracta.
Al regreso de nuestro viaje, organizamos los cuatro una exposición en la galería Bonino. Lo protagónico no era, para nosotros, la cuestión de la abstracción-figuración sino la ruptura con todo prejuicio, como los de unidad de la obra y rectangularidad de la pintura.
El año 1963 fue particularmente bueno para nosotros, compartíamos un nuevo taller los cuatro juntos, Jorge Romero Brest nos invitó hacer una exposición en el Museo Nacional de Bellas Artes, además expusimos en Montevideo y en la Galería Bonino de Río de Janeiro.
Ese mismo año, el Instituto Di Tella abrió sus salas en la calle Florida y organizó allí la exposición de su premio. En esta oportunidad el premio Di Tella se dividió en dos concursos: uno para el Premio Internacional y otro para el Premio Nacional. El jurado le otorgó el premio internacional a Macció y a mí, el nacional. A raíz de estos premios, Macció se fue a Paris y yo a Nueva York. Permanecí allí nueve meses y retorné a fin del 64, al año siguiente, habiendo ganado la beca Guggenheim, volví a Nueva York por tres años.
El 65 fue el último año de la existencia de nuestro grupo, porque comenzamos a dispersarnos. Antes de partir nuevamente para Nueva York, de la Vega y Deira habían sido invitados a dar cursos en la Universidad de Cornell.
Antes de irme de Buenos Aires, en 1965, se ofreció en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires una exposición que se llamaba Noe + experiencias colectivas, incluía obras mías que se fusionaban con las de otros, por yuxtaposiciones; publiqué un libro llamado Antiestética (edición Galería Van Riel) en el que hablaba entre otras cosas del caos como estructura y, también, participé en la última muestra grupal, en la galería Bonino de Buenos Aires.
AB: La Nueva Figuración tuvo una etapa y marcó un hito en la pintura argentina y latinoamericana.
Noé: Creo que un grupo de artistas puede funcionar cuando son jóvenes y quieren enunciar una nueva posición. Luego, naturalmente, cada uno de ellos desarrolla su obra individualmente. Tal vez, el error nuestro fue disolvernos justo cuando estábamos trascendiendo las fronteras de nuestro país. La estética que fuimos desarrollando después fue la misma pero cada uno lo hizo a su modo.
En cuanto a mi obra, el entorno y la pasión fueron mis primeras asunciones, inspirándome en buena medida en la historia argentina: la serie Federal de 1961 es un ejemplo de ello.
El mundo que me rodeaba sólo me ofrecía como espectáculo tensiones y rupturas, esto me llevó a hablar de visión quebrada, cuadro dividido y por primera vez, de manera consciente, de asunción del caos.
En 1964 inicié una serie de instalaciones. El uso de esta palabra no existía en el campo estético, pero estas obras “sui generis” al extenderse al espacio, eran como instalaciones; eran obras complejas compuestas de cuadros, bastidores, telas colgantes y siluetas de maderas que se entrecruzaban invadiendo las salas.
La conciencia de que estas instalaciones no tenían otro destino que su propia destrucción me produjo un estado crítico. Entonces me detuve. Sin embargo, ensayé una experiencia con espejos plano-cóncavos en 1966 y 1967, en forma de ambientaciones. Mi propósito era plantear una propuesta objetiva, no subjetiva, de la asunción del caos. Luego de este ensayo me pareció que el mundo en su acontecer desbordante superaba toda posibilidad simbólica y que solamente se podía participar en los mecanismos de cambio político-cultural. Pero la realidad política, cada vez más asfixiante, me hizo paulatinamente refugiarme en la pintura.
En 1975 volví a presentar una exposición replanteando de otra manera la asunción del caos- que es el eje permanente de mi obra- con dos series: La Naturaleza y los mitos, y Conquista y violación de la naturaleza (esta última sobre la conquista de América). Planteé el caos con buena dosis simbolista pero con conciencia de los contrapuntos visuales particularmente entre líneas y colores. Al año siguiente, me fui a París, allí viví once años pero, de tanto en tanto, viajaba a Buenos Aires a exponer. En uno de esos viajes, en 1980, de regreso pasé por Brasil y visité el Amazonas añorando la naturaleza americana. Allí se inició Serie amazónica. Al poco tiempo sentí nostalgia por otro tipo de libertades, como aquellas que me tomaba en la época de las instalaciones pero evitaba retornar a las instalaciones y cuidaba de la perdurabilidad de la obra.
En 1994 volví a hacer una instalación, esta vez sobre la historia argentina. (Se llama Instauración Institucional), y en el 2001 realicé otra.
En la actualidad me interesa en especial -y nuevamente- la interrelación dialéctica entre la línea y el color. No creo que haya una frontera entre el dibujo y la pintura, como no creo en la división abstracción y figuración.
AB: Paralela a tu carrera de artista esta la de teórico del arte, con varios libros publicados.
Noé: Muchas veces he afirmado que cuando pienso el mundo, pinto y cuando pienso en la pintura, escribo. Yo creo que la conciencia artística para un pintor se va haciendo en la medida de su trabajo.
AB: ¿Cuál es tu método de trabajo, elaboras un tema y lo desarrollas o partes de un impulso gestual?
Noé: Yo creo que así como cuando uno habla toma conciencia de lo que está diciendo en la medida que lo va formulando, uno sabe lo que va pintando en la medida que va haciendo la obra. A veces parto de una propuesta muy esquemática pero nunca uso bocetos. Comienzo como jugando con líneas y manchas, pero luego creo que se establece un silogismo: dado esto y esto deduzco que debo hacer esto otro. Por otra parte, hago simultáneamente varias obras. Creo que hay que respetar el proceso lento de cada una y encontrarse con ella con una mirada fresca, cuando me voy cansando inicio otra obra.
Como dije alguna vez quiero que la pintura sea un culto contra todos lo prejuicios-incluso los de vanguardia-, que se opongan al desarrollo pleno de su fuerza lirica. La única fuerza posible es la que nace del riesgo.
AB: ¿Qué significa el color dentro de tu pintura?
Noé: El color siempre me fascinó porque adjetiva a la imagen. Pero en la actualidad quiero que el espíritu de la obra surja del contrapunto entre la línea y el color creando así tensiones visuales. Quiero que el color surja en el cuadro como algo que se enuncia desde el fondo y no como algo impuesto.
AB: ¿Cómo definirías el arte y cuál es el rol del artista en la sociedad contemporánea, especialmente en Latinoamérica?
Noé: Hay quienes sostienen que el arte es una invención occidental que se enunció en el Renacimiento y por el contrario hay quienes creen que existe en todas las sociedades, aún las más primitivas.
El arte cambia según las sociedades, porque las enuncia dándoles imágenes. ¿Qué es ser artista? ¿Qué debe hacer el artista? Bueno… tratar de enunciar el espíritu de la sociedad a la que pertenece aun cuando crea que solo le importe su enunciación individual.
En una sociedad que no se halla en el centro del mundo de decisiones el problema del arte no es el de la identidad, como muchas veces se dice, sino el poder, o mejor dicho, el no poder.
¿Cómo una sociedad sin poder afirma su poder? Aprendí que formulándolo se va consiguiendo. Papas, reyes y príncipes supieron valerse del arte para dar imagen a su poder.
La revolución mexicana aprendió la lección con un fin diferente: ganar poder. Cuando se habla de política cultural se está hablando de esto. En América Latina –salvo algunas excepciones como México y Brasil- lamentablemente se cree que política cultural es la cultura manejada por los políticos. Política cultural es tomar conciencia que la cultura es la vida de un pueblo y que el arte le da imagen. No darse cuenta de ello es no darse cuenta de su propia identidad. Pero a ésta no hay que buscarla, hay que ejercerla.