Es este un texto sobre el sistema educativo que adolece de una ausencia significativa. Aviso. Vamos a hablar fundamentalmente de empleo, de trabajadores. No de ciudadanos.
Las competencias no cognitivas: paradoja de construir el futuro
La Fundación Santillana publicó en 2018 un interesante libro coordinado por el consejero de Educación de la Junta de Castilla y León, Fernando Rey, y el secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), Mariano Jabonero, llamado Sistemas educativos decentes. De dicho libro ya escribí antes aquí.
En su artículo para dicha obra, ‘Las competencias no cognitivas: paradoja de construir el futuro’, Agustín Sigüenza Molina (director general de Formación Profesional y Régimen Especial de la Junta de Castilla y León) establece que existen en cada persona dos tipos de capacidades. De un lado, las llamadas capacidades (o competencias) cognitivas, que son las capacidades instrumentales y técnicas, referidas a conocimiento. De otro lado, se dan aquellas conocidas como capacidades (o competencias) no cognitivas, que forman parte de un conjunto de competencias relacionales y emocionales, funcionales, en tanto que destrezas, sociales y autocompetenciales, y que “se refieren a rasgos de personalidad, habilidades sociales, comunicación, motivación, perseverancia, hábitos personales, actitudes y sensaciones que caracterizan las relaciones con otras personas e incluso el denominado sentido común”.
Sabemos por la psicopedagoga Begoña Ibarrola que «no son las competencias cognitivas las que están en el centro de los procesos de aprendizaje, sino las competencias emocionales». Es decir, es en las capacidades no cognitivas donde hemos de buscar las claves del aprendizaje, en tanto que las claves del conocimiento radican en las capacidades cognitivas.
Educar en un mundo en constante transformación
Hablemos de las dificultades en el proceso de aprendizaje del alumnado, incluso del fracaso escolar. Sigüenza Molina afirma que son debidos, las dificultades y el fracaso, fundamentalmente, “al efecto de las emociones sobre la construcción del conocimiento más que a la complejidad del propio conocimiento”.
Pareciera que los sistemas educativos, más habitualmente, se preocuparan por evaluar las competencias cognitivas básicas del currículo escolar, mientras, al mismo tiempo, “paradójicamente, las empresas del presente ponen mayor énfasis en la contratación de personas con un alto nivel de desarrollo de competencias no cognitivas”.
Los tiempos actuales globalizados dan por descontada la necesidad de disponer de un alto grado de desarrollo de las competencias cognitivas; la nueva economía afronta otros retos distintos de aquella que originó las vicisitudes de los sistemas educativos en vigor. Ahora, se requieren otro tipo de trabajadores, trabajadores capaces de afrontar el cambio, quizás de amoldarse a los cambios. A cualquiera de ellos. Nada más y nada menos.
“Los empleadores demandan capacidades transferibles a diferentes situaciones y problemas. Disponer de este nuevo talento 4.0, asociado a la industria 4.0, constituye uno de los principales desafíos para los países y para las empresas, con independencia de su tamaño y actividad. El talento 4.0 hará posible la excelencia de la industria 4.0. Y la Educación 4.0 deberá responder a esos desafíos, proporcionando a los jóvenes las competencias, actitudes y experiencias que van a posibilitar el acceso y el mantenimiento del empleo en el siglo XXI.
En lo que se refiere a la escuela de hoy, al actual sistema educativo, al español, sin ir más lejos, Agustín Sigüenza Molina considera que hay que “tender un puente sobre el abismo que se produce entre los contenidos de una enseñanza escolar, pensada y diseñada por adultos para un sistema formal y estructurado, y las experiencias y habilidades que desarrollan los jóvenes en un mundo en constante transformación. Una pasarela entre lo estático y lo dinámico, entre lo cierto y lo incierto, entre el pensamiento acabado y el pensamiento en construcción. En definitiva, entre las capacidades cognitivas básicas de tipo universal y las competencias singulares que cada individuo en particular ha de mostrar ante las cuestiones de la vida”.
Ir más allá de las asignaturas
Pistas, claves para salir de este embrollo. Hay camino. Se trata de enseñar a pensar y a ser. Esa es la línea de quienes opinan como Sigüenza Molina. Veamos con más detalle sus propuestas, sus reflexiones:
“Tendremos que aplicar en el aula todo lo que conocemos sobre el ser humano como criatura inteligente que piensa y aprende. Debemos cambiar la forma en que los profesores interactuamos con los estudiantes basándonos en lo que sabemos sobre cómo aprenden los jóvenes en la sociedad del conocimiento. Debemos construir escuelas para crecer y escuelas para pensar”.
Se van a requerir aulas que sean “espacios de relación, de interacción y de experiencias, en los que las competencias se yuxtapongan y las tipologías se diluyan, espacios de transformación donde la obsesión por cuantificar el pensamiento dé paso a la comunicación y a la argumentación. Escenarios para el ejercicio de la inteligencia, integradores en lo cognoscitivo, diversificados en lo social y afectivo.” Aunque, la verdad, cuando Sigüenza Molina se refiere a ese tipo de espacios, de escenarios no sé muy bien a qué se refiere. Sigo. Mejor: acabo.
El profesor y pedagogo británico Richard Gerver considera que la educación del futuro inmediato necesita, requiere, «ir más allá de las asignaturas». El aprendizaje es la interactuación entre el cerebro humano al completo con su entorno, de tal manera que lo cognitivo se relaciona íntimamente con lo no cognitivo por medio de un proceso emocionante. Emoción, entorno. Quedémonos con esas palabras.