La corrupción no es asunto del sur, la transparencia no está tan arraigada –como se cree- en el norte. Esa es mi impresión muy rápida. Quizá errónea, claro, quizá me equivoque; pero es un tema que debato con mi colega Juan Cuesta, que me pide lo exprese, con urgencia, para un debate organizado por la asociación Europa en Suma. Lo que sigue es mi impresión, casi como nostalgia literaria o hasta como desahogo, de periodista europeo del sur. Nada más. Así que, lo siento, evitaré los ejemplos italianos con los que replican siempre otros. No me sumaré a los tópicos habituales.Para eso, vayan al cine. Mi nostalgia se refiere tantas veces al Mediterráneo como a la corrupción que intuyo o percibo en las costas del mar del Norte.
Hablo de una impresión que surge de mi experiencia personal, larga, como ciudadano europeo; pero también como periodista. Me referiré, sobre todo, a aquellos países que prefiero, y que suelen coincidir con los que he trabajado, donde tengo vínculos profesionales y familiares o donde he vivido algún tiempo: España, Francia y Bélgica, en primer lugar. En segundo término, por razones del mismo tipo, de un menor calado, Alemania, Países Bajos, Suiza, Reino Unido, Portugal. En nombre de la Federación Internacional de Periodistas he colaborado en varios programas que tenían a la FIP, por un lado, y a los países nórdicos (Suecia, Noruega) como la otra pata del banco de esos proyectos de ayuda a periodistas.
Lo que sigue, que quede claro, es únicamente el resultado de varias conversaciones personales con el incansable presidente de Europa en Suma. Surge todo en mi cabeza –sin criterio de selección organizada- también como resultado de mi participación en actividades como corresponsal o enviado especial a esos países, así como de una cierta intuición derivada de actividades asociativas, sindicales y profesionales. En algún momento, en todos esos países tengo o he tenido lazos de amistades profundas o familiares. En todos ellos he trabajado reportajes o me he apasionado por su historia y su actualidad. Así que lo que expongo a continuación -advertencia al lector- puede ser precipitado; no puede ser de otra manera por falta de tiempo para una elaboración mejorada. Pero no está desconectado de la experiencia.
Persistencia mediática
La corrupción aparece en la prensa española todos los días. No es así en la prensa belga o francesa, donde los hábitos de financiación y favoritismo emanados del ejercicio de los distintos poderes son más antiguos. Ahí la corrupción se disfraza -con frecuencia- de práctica habitual, más o menos aceptada. Los temas de corrupción no se mantienen tanto tiempo en los titulares. Podemos ver algunos casos que cita Transparency International referidos a 2012 y que hablan de Francia. Fuera de este país, la mayoría no tuvieron mucho impacto en los medios y casi ninguno en el resto de la europea, de modo que la opinión pública italiana o portuguesa pueden seguir creyendo en ese viejo mito estúpido, tan extendido, que reza “Esto solo pasa aquí”. Desgraciadamente, sucede no sé si en otros lugares, pero abunda. Véase el ejemplo:
http://www.huffingtonpost.fr/2012/12/04/corruption-france-transparency-cas-rapport_n_2236556.html
Tertulianos y cloacas
En España, la disputa política y mediática, los tertulianos como sistema, mantienen un vocerío que realza el impacto ampliado de la corrupción. A casos equivalentes, el ruido mediático y político parece casi siempre mayor en España. Por el contrario, y por razones vitales, porque tras España, es Francia el país en el que más vivo o he vivido en el pasado, me vienen rápidamente a la memoria casos como los siguientes…
En el Elíseo, hubo espionajes ilegales organizados por la presidencia de la República, (Mitterrand) y algunos suicidios sonados (François de Grossouvre, el guardián de los secretos del mitterrandismo). También, a poco de dejar su cargo, quien fuera primer ministro fiel, Pierre Bérégovoy. Me viene a la cabeza el caso buque de Greenpeace, Rainbow Warrior, donde la política exterior y los ensayos nucleares propiciaronn una víctima inocente, que murió en un atentado organizado por los servicios secretos… ¿Tiene que ver con la corrupción? Puede que quizá no, pero sí con las cloacas del Estado, como el GAL en España o con los singulares “suicidios” de los líderes de la Rote Armee Fraktion en Alemania. Quizá se suicidaron, pero a una cierta generación de jóvenes (entonces) europeos, nos queda la duda de si a su disparatada aventura terrorista se puso fin con un acto organizado, aunque loco y de lo peor, de los servicios administrativos y del Estado. Es difícil pronunciarse, a veces. De modo que pasaremos a otros asuntos…
Empleos ficticios, aquí y más allá
Jacques Chirac dejó, tras su paso por la alcaldía de París y la presidencia de la República, un rastro en el que están el invento de, los empleos ficticios, que se parece tremendamente a lo que tenemos ahora en la Baviera conservadora de la CSU, aliada de Merkel y, en cierta medida, a los asuntos turbios del escándalo de los EREs en Andalucía.
Ignoro si sigue siendo así, y no tengo tiempo para investigarlo en este preciso instante; pero, hace años, la distribución de los fondos reservados (Elíseo, Quai d’Orsay, ministerio del Interior o como dicen en Francia, de la place Beauvau) era muy opaca. No había comisión parlamentaria específica como en España. Quizá ha cambiado, espero. Pero el presidente parece que utilizó también esos fondos para pagar sueldos y vacaciones de sus próximos, pagando en metálico cantidades que no se podían pagar en metálico legalmente. Al menos, no podían, ni pueden hacerlo, la mayoría de los ciudadanos. Era muy chusco.
En España, algún ministro del Interior terminó en la cárcel; pero en Francia solo han acudido mucho a los juzgados. No recuerdo que los personajes (Pasqua, el propio Sarkozy, etcétera) hayan pasado una sola noche en el calabozo. Quizá eran inocentes, seguramente son inocentes, sí, claro. En España, la moda de las persistentes –infinitas- campañas de prensa que destaparon asuntos de corrupción parecieron inaugurarse con Roldán, los GAL… Muy bien, la prensa jugó su papel, como hacen ahora otros medios (Le Monde, The Guardian, etc) con el asunto de los paraísos fiscales. ¿Perseverarán los últimos en este siglo XXI o considerarán dentro de poco el asunto como de menor interés para sus lectores?
Estos días tenemos ante nosotros el escándalo Cahuzac, que le ha estallado en la cara al presidente Hollande. Pero aún tenemos que esperar la publicación de la lista de los 130 franceses incluidos en esas otras revelaciones (“offshoreleaks”). Por un lado, eso está bien, porque lo delicado del tema merece consideración ponderada; pero al otro lado de los Pirineos (España) la imprudencia mediática prevalece.
Desde Alemania, el ejemplo
La financiación ilegal de los partidos políticos, su modelo, no era algo que estuviera rodado en la España de la transición, que tenía su propio modelo de corrupción heredado del franquismo. Así que los responsables de los partidos españoles aprendieron de sus colegas alemanes o franceses. Filesa está inspirada en un modelo del SPD de Alemania. El brazo derecho de la canciller y su rigor presupuestario, Wolfgang Schaüble, está en el origen de un escándalo de financiación irregular de las campañas electorales de la época de Helmut Kohl. ¿Nos acordamos del “escándalo de las cajas negras” de la CDU?
La Francia político-partidista de los 80 sigue el mismo patrón que se describe en el libro “Le racket politique” (lo leí en los años 90) . Filesa o el PP de Bárcenas son un modelo antiguo y que ha aprendido de más allá de los Pirineos. Así que de repente me pregunto, ¿es más corrupto el rey por Urdangarín que Giscard por los diamantes? Como europeo, esa divagación es quizá triste y nada divertida; aunque tengo que reconocer que “Le racket politique” me enseñó a disfrutar de los detalles más delirantes: un cierto estilo mafiosillo para recibir en polígonos industriales, con oficinas artificiales que contrataban publicidad a precio de oro para publicaciones de partido completamente ignoradas por los lectores, la fabricación de facturas falsas, etcétera. Ahora lo veo como literatura muy interesante.En Francia, es asunto casi olvidado. ¿Las listas de falsos electores de Tibéry, alcalde cercano a Chirac? ¿Se acuerda alguien aparte de círculos menores?
En un país que adoro como un loco, Bélgica, pueden verse ejemplos de mi tipo de dudas en los siguientes enlaces:
http://www.rtbf.be/info/belgique/detail_corruption-la-belgique-reine-des-arrangements-en-affaires?id=5927813
http://www.lalibre.be/economie/libre-entreprise/article/653790/les-ripoux-du-busi-ness-courent-toujours.html
¿Se acuerdan los demás europeos del famoso escándalo de los helicópteros Augusta, otro que no tiene desperdicio? Invito a recordarlo también:
http://www.liberation.fr/monde/0101131753-le-scandale-des-helicopteres-agusta-rebondit-en-belgique
Por otro lado, la discrecionalidad con la que se ejercen el poder y sus medios en los países más ricos de Europa es tan desproporcionada con relación a los países del sur, que ser corrupto puede llegar a ser innecesario. Las ceremonias oficiales pueden ser ampulosas y muy caras. Su aspecto, sí, es casi siempre muy limpio…
En los países nórdicos, las leyes de transparencia son un modelo, pero con frecuencia estamos ante sociedades menos complejas, en las que es mucho menos difícil establecer equilibrios políticos. Noruega tiene petróleo, pero una población escasa y no está al lado de las mareas inmigratorias provenientes de Asia o África; tampoco, por razones geográficas e históricas, está en las rutas de la droga de México o Colombia. Pero habría que mirar la relación de su acción e influencia exterior, los fondos que gastan en programas de “ayuda” y cómo lo rentabilizan en diversos terrenos (económico, instituciones internacionales, etcétera). ¿Alguien lo hace con una mirada externa a los noruegos mismos?
En Francia, los escándalos pendientes (Pakistán, la venta de armas, etcétera) vinculados a las campañas electorales son tan turbios y complejos (los atentados contra franceses causaron muertos por impago de comisiones acordadas a generales paquistaníes, según versiones difundidas en la prensa). El periodismo de investigación sigue mereciendo aquí la pena. La campaña de Balladur, tan ponderado, y el papel juzgado por Sarkozy entonces siguen en el alero. La relación con la Libia de Gadaffi, también. Los detalles más escabrosos quizá están por publicar.
Desgraciadamente, hay que leer ahora el escándalo que salpica a la CSU de Baviera estos días para comprender que los mejores aliados de Merkel no pueden tirar la primera piedra. Estamos hablando de ahora mismo y no del pasado de Schaüble. No tiene desperdicio. Véase la información en El País de hace pocos días.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/16/actualidad/1368729552_844597.html
Nostalgia de la corrupción high-class
Tengo un recuerdo nostálgico de varios escándalos británicos, donde los términos “sexo-droga-dinero (en lugar de rock and roll) están siempre presentes. Lo más cutre fueron las facturas de jardinería pagadas por el erario público o las preguntas parlamentarias a precio de saldo, para particulares, en ese gran parlamento que no puedo sino seguir admirando. De Murdoch y sus medios de prensa, mejor no hablar. Todo ello da pie a una literatura inmejorable. Parte de esa historia, pueden vera -en orden cronológico- consultando la Wikipedia, para no perderse demasiado en la investigación periodística. Ah, el caso Profumo, por ejemplo, qué hermosura. En su día chocaron esos casos a la opinión pública; hoy todos los consideramos amortizados por la historia.
En definitiva, lo que cambia muchas veces en Europa no es el nivel de corrupción, sino el nivel de hipocresía política y social. También todos nosotros, ciudadanos de esta Europa, del sur, el norte, el este y el oeste, tenemos que ayudar a cambiarla todos juntos. Sin prejuicios especiales. Ni hacia arriba, ni tampoco hacia abajo. Cada uno mirando de frente sus costumbres políticas, sus instituciones, las jerarquías sociales, el peso de la historia y el impacto mediático. En este sentido, si he citado más unos países que otros, es precisamente porque los he vivido más cerca y me duelen más.
Pero no hay unos que pueden dar lecciones y los otros aceptarlas sin rechistar. Y hay que repetir que los que hablan menos, no siempre son menos corruptos. Al contrario, algunas malas prácticas están no solo enraizadas socialmente, como se cree, en el sol del sur; sino institucionalizadas también, como las brumas en los fiordos.