Las tres graves crisis ambientales que amenazan el planeta, la del clima, la de la biodiversidad y la de la contaminación, pueden abordarse si se hace ya la paz con la naturaleza, plantea el más reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio ambiente (Pnuma), informa la IPS.
El informe pone en evidencia que la guerra contra la naturaleza ha destrozado el planeta. Sin embargo, también nos muestra el camino hacia un mundo más seguro, dijo, al presentarlo, el secretario general de la ONU, António Guterres.
Las tres emergencias ambientales interactúan y tienen causas comunes y, por lo tanto, solo pueden abordarse de manera efectiva en conjunto, plantea el estudio.
Los subsidios a los combustibles fósiles, por ejemplo, al igual que los precios que no toman en cuenta los costos ambientales, están impulsando la producción y el consumo basados en el uso desenfrenado de energía y recursos naturales, el cual está detrás de estos tres desafíos planetarios.
El informe «Hacer las paces con la naturaleza» considera que 2021 es un año crucial, por las conferencias mundiales sobre biodiversidad (en Kunming, China, en mayo) y cambio climático (en Glasgow, Reino Unido, en noviembre), en las que los gobiernos deberán proponer objetivos sinérgicos y ambiciosos.
Esos objetivos deben servir para reducir casi a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero en esta década (tras alcanzar niveles récord en la década pasada), y conservar y restaurar la biodiversidad, destaca el informe.
Inger Andersen, directora del Pnuma, dijo que al mostrar cómo la salud de las personas y la naturaleza están entrelazadas, la crisis de la COVID-19 ha subrayado la necesidad de un cambio radical en la forma en que vemos y valoramos la naturaleza.
Si se refleja ese valor en la toma de decisiones, ya sea que hablemos de política económica o de elecciones personales, podremos lograr una transformación rápida y duradera hacia la sostenibilidad, agregó, en la sede del Pnuma en esta capital.
El estudio plantea que la expansión económica ha traído una prosperidad desigual a una población mundial en rápido crecimiento. Como resultado, mil trescientos millones de personas viven en la pobreza, mientras la extracción de recursos naturales se ha triplicado en los últimos cincuenta años, hasta crear una emergencia planetaria.
A pesar de la disminución temporal de las emisiones debido a la pandemia, el planeta se dirige a un aumento de la temperatura global de al menos tres grados centígrados en este siglo, muy por encima de las metas de dos grados como máximo al finalizar la centuria y no más de 1,5 grados hacia el año 2050.
Más de un millón, de los ocho millones de especies de plantas y animales en el globo, corren un riesgo de extinción sustancialmente elevado, y las enfermedades causadas por la contaminación matan cada año a nueve millones de personas.
La degradación ambiental impide el progreso hacia la erradicación de la pobreza y el hambre que afecta a setecientos millones de personas, y hacia la reducción de las desigualdades y la promoción del crecimiento económico sostenible.
El estudio plantea que un cambio de largo alcance implica reformular la relación con la naturaleza, con decisiones a tomar en materia de subsidios, modelos de producción y comercio, innovación en tecnología e inversiones.
Ejemplos son la inversión privada masiva en movilidad eléctrica y combustibles alternativos, o la intensificación sostenible de la agricultura y la pesca, junto con cambios en la dieta y un menor desperdicio de alimentos, para ayudar a acabar con el hambre y la pobreza, y conservar más espacios naturales terrestres y marinos.
En otro ejemplo, los gobiernos pueden incluir el capital natural en las medidas de desempeño económico, poner un precio al carbono y reorientar billones de dólares que actualmente se destinan a subsidiar los combustibles fósiles, o la agricultura y el transporte no sostenibles, hacia soluciones bajas en carbono.
Los organismos financieros pueden dejar de extender préstamos a proyectos de combustibles fósiles y desarrollar mecanismos innovadores para la conservación de la biodiversidad y la agricultura sostenible, y las empresas pueden adoptar los principios de la economía circular para minimizar el uso de recursos y los residuos.
Las organizaciones científicas pueden proponer tecnologías y políticas de punta para reducir las emisiones de carbono, aumentar la eficiencia de recursos y elevar la resiliencia de ciudades, industrias, comunidades y ecosistemas.
Las personas -los consumidores- pueden aprender acerca de la sostenibilidad, cambiar sus hábitos para reducir el desperdicio de alimentos, agua y energía, y adoptar dietas más saludables.
Un futuro sostenible también significa aprender de la crisis de la covid para evitar nuevas pandemias. La degradación de los ecosistemas aumenta el riesgo de que los patógenos pasen de los animales a los humanos, y el informe destaca la importancia del enfoque una sola salud, humana, animal y planetaria en conjunto.